Hablar de desarrollo a menudo puede ser complicado, es un concepto polisémico y controversial que unos interpretan de una forma y otros de otra completamente diferente. No nos ponemos de acuerdo en qué es el desarrollo, qué implica, cómo medirlo, qué modelos económicos y sistemas políticos crean mejores para este.Esto pasa en Cuba pero también en muchos otros países del mundo, y no solo pasa con el concepto de desarrollo sino con otros también como pueden ser “democracia” y “gobernanza”.
Tradicionalmente, en economía se entendía por desarrollo –y aún algunos lo entienden de esa forma–, el mero crecimiento económico, pero la historia económica ha demostrado que este va más allá, que implica otras variables y que no puede abordarse de forma reduccionista, que es como lo abordan quienes lo limitan a crecimiento económico. Hablar de desarrollo es hablar de equidad, hablar de crecimiento, hablar de redistribución de la riqueza, de atención a los menos favorecidos, de servicios públicos de calidad y eficientes, de libertades políticas y económicas, y muchas otras variables.
Autores como Amartya Sen y otros cercanos a su pensamiento, han sentado cátedra en este tema, llegando a conclusiones bastante rotundas que indican que el desarrollo debe entenderse también como un proceso de ampliación de capacidades humanas. Y las capacidades son entendidas como las libertades y oportunidades reales con que cuentan las personas para perseguir su proyecto de vida, para lograr los objetivos que se trazan, alcanzar la vida que tienen razones para valorar al decir de Amartya Sen, para crecer personalmente y en vivir cada vez más en plenitud.
Ahora bien, llegados a este punto, se puede concluir que las oportunidades que una sociedad es capaz de crear son una buena forma de medir y de generar el desarrollo. En este sentido, un análisis sencillo de la realidad cubana actual, permite ver que los problemas del desarrollo en Cuba, están asociados de forma directa con la falta deoportunidades que existe. Al menos existen en el contexto cubano, tres tipos de oportunidades que son gravemente olvidadas, no garantizadas, o cuando menos existentes de forma muy limitada.
Una reforma inclusiva y verdadera, que enrumbe al país por sendas de desarrollo humano integral, ha de comenzar por ampliar las oportunidades en estas y otras áreas importantes, especialmente para los jóvenes. Incluso una reforma, tal y como la plantea el gobierno cubano actual, enrumbada a perfeccionar el socialismo, debería comenzar por esto. Más allá de las ideologías políticas, las oportunidades son consustanciales a la persona humana y su realización. Avanzar en este sentido es un buen camino al desarrollo, pudiera ser un freno a la crisis profunda que se vive, y es un deber de los servidores públicos.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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