Restaurar la clase media, una necesidad de la nación

Martes de Dimas

Cuba, de primera exportadora mundial de azúcar y de café ha devenido importadora; con una ganadería bovina que era la segunda actividad económica del país, hoy tiene que importar leche en polvo para proveer ese alimento a los menores de siete años, enfermos y embarazadas; mientras la producción tabacalera, al descenso de años anteriores se añade la reducción del área a sembrar en un 10%[1] en la presente campaña. Uno de los factores del retroceso en esos y en otros sectores es la aniquilación de la clase media en los primeros años de revolución.

Surgida en la Inglaterra del siglo XVII, la clase media se expandió al resto del mundo. Ocupa una posición intermedia entre los trabajadores y la clase alta. Al no disponer de capital suficiente para vivir de las rentas, participa directamente en la gestión empresarial; característica por la cual desempeña un papel vital en la eficiencia productiva.

En la Cuba de los años 1950, las empresas en manos de la clase media, además de su papel en la producción de caña de azúcar, café, tabaco y ganado, sus empresas producían calzado, textiles, pinturas, frutas, viandas, dulces, carne de cerdo, de aves, y derivados de la leche, lo que explica porqué la isla producía más del 80% de lo que se consumía y brindaba infinidad de servicios gastronómicos, de construcción de viviendas, de transporte, reparaciones, publicaciones, educacionales y de salud.

El libre desarrollo de la clase media tuvo por fundamento la Constitución de 1901, que en su artículo 32 refrendó: nadie podrá ser privado de su propiedad, sino por autoridad competente y por causa justificada de utilidad pública, previa la correspondiente indemnización. Mientras la Constitución de 1940, en el artículo 87 reconoció: la existencia y legitimidad de la propiedad privada en su más amplio concepto de función social y sin más limitaciones que aquellas que por motivos de necesidad pública o interés social establezca la ley“. Gracias a esa base legal, Cuba se ubicó entre los tres países de América Latina con mayor estándar de vida.

Al amparo de la Ley Fundamental del Estado Cubano, que rigió de 1959 a 1976, no sólo se expropiaron las grandes empresas y toda la industria nacional con más de 25 trabajadores, sino que se intervinieron las peleterías, tiendas de ropa y ferreterías; las mil fincas mayores de 5 caballerías pasaron directamente al fondo estatal con la Segunda Ley de Reforma Agraria de 1963; y en 1968, con la Ofensiva Revolucionaria, se intervinieron las 55 636 pequeñas y medianas empresas privadas, que habían sobrevivido la ola expropiatoria, con lo cual se le propinó el tiro de gracia a la clase media cubana. Luego, las constituciones de 1976 y 2019 declararon a la empresa estatal socialista como la forma principal, prohibieron la concentración de la propiedad en personas jurídicas o naturales y ubicaron la propiedad privada en el cuarto lugar de las siete formas reconocidas.

El fracaso de la estatización obligó a implementar cambios. Se introdujo la empresa privada, bajo el eufemismo de “trabajo por cuenta propia”, las tierras que el Estado fue incapaz de hacerlas producir, se entregaron en usufructo -derecho a disfrutar de un bien ajeno-, y se crearon diversas formas de “cooperativas”. Medidas todas sometidas a una serie de limitaciones e impedimentos, para garantizar el monopolio del Estado e impedir el resurgimiento de una clase media nacional. El resultado; el actual desabastecimiento y la elevación de los precios resultado de la escasez generada.

Después de décadas de fallidos experimentos, se sustituyó el listado de las actividades permitidas por cuenta propia, por otro listado de actividades prohibidas, entre ellas: la grabación de sonido y edición de música; galerías de arte; periodismo independiente, agencias de viajes y de operadores turísticos; actividades de investigación y de negocios; venta al por mayor de partes, piezas y accesorios para vehículos automotores; alquiler y arrendamiento de equipo recreativo y deportivo; lo relacionado con el área jurídica y de contabilidad, excepto la teneduría de libros; la arquitectura y la ingeniería, la prensa, el arte, y el comercio al por mayor. Es decir, las actividades que aportan mayores beneficios, que pueden generar u sector fuerte de clase media y por tanto debilitar el control monopólico del Estado.

Más reciente, ante los nuevos fracasos, se autorizó la creación de micros, pequeñas y medianas empresas (Mipymes); pero con la misma óptica: la empresa estatal fracasada, contra toda lógica, seguirá siendo la forma principal de la economía.

La formación y existencia de la clase media es tan natural y necesaria, que a pesar de todas las medidas del Estado para impedir su resurgimiento, la misma renace ante la menor grieta del sistema totalitario. Su embrión está en los trabajadores privados del campo y de la ciudad, en los miembros de las “cooperativas”, en profesionales de todas las esferas y en cubanos con posibilidades de participar como inversionistas por sus vínculos con familiares en el extranjero.

Lo que se requiere es dotarlos de personalidad jurídica, de derechos y libertades para producir, comerciar, asociarse en defensa de sus intereses y reformar la Ley 118 de inversiones extranjeras de 2014, en la que se define al inversionista como: persona natural o jurídica, con domicilio y capital en el extranjero; es decir, los cubanos residentes en el exterior puedan ser inversionistas, pero al carecer de domicilio y capital en Cuba, no pueden integrar la clase media cubana.

La eliminación de la clase media nacional representa una regresión en nuestra historia. Por múltiples razones se impone su restauración. No existe razón que justifique la exclusión de los cubanos -un pueblo emprendedor, con iniciativas y un nivel de instrucción elevado- para participar como empresarios en los destinos de su país.

Desde el siglo XIX cubano, figuras relevantes desde Juan José Díaz de Espada[2] a José Martí se pronunciaron a favor de su formación. José Martí lo resumió así: Es rica una nación que cuenta muchos pequeños propietarios. No es rico el pueblo donde hay algunos hombres ricos, sino aquel donde cada uno tiene un poco de riqueza. En economía política y en buen gobierno, distribuir es hacer venturosos[3].

La Habana, 14 de febrero de 2020

  • [1] Diario Granma, 26 de diciembre de 2021.
  • [2]Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, Obispo entre 1800 y 1832
  • [3]José Martí. O. C. tomo 7 Nuestra América. Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 1991, p.134.

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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