Miércoles de Jorge
Si bien 5, 10 o 20 años en la historia de un país no representan mucho, son una ínfima cantidad de tiempo, en la vida de una persona puede significar demasiado. En economía, como en otras ciencias, directamente relacionadas con la vida de la gente, es vital lograr sintonizar los tiempos personales por un lado y el del avance de la disciplina, tanto en la teoría como en la práctica. Las políticas económicas se hacen para la gente, y han de servir a la gente en un momento determinado, antes de que se les pase la vida, por lo que es inconcebible cualquier tipo de experimentación que demore innecesariamente resultados que son vitales para las personas y para las sociedades.
En Cuba esta es una cuestión que a veces se reflexiona poco, aunque se debe reconocer que desde la academia varios economistas han insistido mucho en la temporalidad de las reformas, no solo en cuanto a sincronización y secuencia, sino también mirando a los resultados finales y lo rápido o no que puedan conseguirse. Estas cuestiones, son hoy uno de los elementos más importantes que deberían tomar en cuenta los responsables de la política económica. Esto se debe a que los resultados, como se ha mencionado, se reflejan en la vida cotidiana de la gente, pues de eso va la economía, de solucionar crecientes necesidades con recursos escasos, en un período determinado de tiempo.
Si bien es cierto que muchas reformas económicas no dan resultados inmediatos, sino que necesitan un tiempo -a menudo mayor que el deseado por las personas- para dar resultados, también es cierto que quienes gestionan la política económica tienen la responsabilidad de optimizar los tiempos, de forma tal que no se afecte el bienestar de la gente. Si por ejemplo, sabemos que una inversión no rendirá frutos hasta pasados unos 10 o 15 años, lo cual puede significar muchísimo para la vida de las personas, deberíamos asegurarnos de que esa inversión se ejecutará eficientemente y dará los resultados esperados, o la mayoría de ellos. Lo contrario sería una irresponsabilidad, y respondería a una decisión económica que no valora suficiente y adecuadamente a los ciudadanos, a las personas a las que deben beneficiar y servir por mandato soberano.
Si por otro lado analizamos el caso de un país como Cuba, vemos que el pueblo debería ser pero no es en realidad el soberano, sino un partido único aferrado al poder desde hace más de sesenta años. En este caso las cosas se complican, pues los tomadores de decisiones -tal y como sucede en la actualidad- actúan con total impunidad, sin entender la función de gestionar la política económica como un servicio a la gente. A fin de cuenta, sean positivos o no los resultados de las decisiones, controlan todo e imponen su permanencia en el poder, mientras la gente no tiene otra opción que aceptar, huir o alzar la voz y pagar las consecuencias en términos de represión.
De este modo, vemos como una crisis económica que no es nueva, sino que se ha extendido por al menos unos 30 años (desde los años 90s) sigue siendo gestionada de forma ineficiente, y esto sigue teniendo consecuencias trágicas en la vida de las personas. Mi generación nació con la crisis de los noventa, y treinta años después, reina la desesperanza y el pesimismo entre mis amigos, por no ver posibilidades reales de mejorar sus condiciones de vida en este país, por no contar con oportunidades que cualquier persona de nuestra edad debería tener (y muchos tienen en otros países), y que cuando las tengamos (si llegan) quizás ya no tendremos tiempo para aprovechar, o no de la misma forma.
Ante esta realidad, la variable tiempo adquiere muchísima relevancia, al menos para quienes sufrimos las consecuencias de años de malas decisiones, de experimentos interminables, de reformas demoradas por frenos políticos e intereses de fondo que benefician solo a quienes están en el poder. Muchos son los ejemplos, la expansión del cuentapropistmo llega tarde, el ordenamiento monetario también, las MIPYMES también, la apertura a la inversión nunca ha sido verdadera y se sigue demorando, el comercio o la libre iniciativa privada sigue limitándose, y el tiempo pasa.
El tiempo pasa, la economía sigue en crisis, las autoridades adoptan medidas que no son las que propone la academia, ni las que la experiencia histórica de otros países y de Cuba indican como necesarias, y no pasa nada. Seguimos esperando a que, el mismo gobierno, se siga equivocando indefinidamente, con decisiones que impactan directamente nuestro nivel y calidad de vida, pues no podemos correr el riesgo de que haya un cambio hacia el capitalismo en Cuba. ¿En serio?
Cada día estos absurdos argumentos son más insostenibles. La gente, mi generación de manera particular, se ha cansado. El 11J lo dejó bien claro. Queremos aprovechar nuestro tiempo lo mejor posible aquí en nuestro país, queremos cambios que nos den esperanzas, ese fue el grito de esta histórica protesta. Es deber de las autoridades, escuchar ese grito, responder a él responsablemente, lo que implica, entre muchas otras cosas, armonizar el tiempo de las reformas y las transformaciones profundas de la economía cubana, con el tiempo de la gente. O por otro lado, echarse a un lado, y dejar que otros tomen decisiones para servir y no para servirse del pueblo cubano.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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