Las necesidades de inversión en la economía cubana no son noticia, aunque alcanzan nuevas y preocupantes dimensiones con la crisis actual. Al mismo tiempo, es bien conocida la escasez de recursos de capital en la economía cubana, agravada también por la pandemia, las restricciones del turismo, así como otras fuentes de ingreso significativas para la economía nacional. Hay pocos recursos y muchas necesidades, estas últimas a veces con un gran peso en términos de desigualdades, pobreza, y calidad de vida. En este contexto ¿cómo gestiona las inversiones el gobierno cubano, cuáles son las prioridades, cómo se distribuyen los pocos recursos existentes?
Una mirada rápida a los datos de la inversión en Cuba activa las alarmas no solo en cuanto a los bajos niveles de inversión en la economía, sino también -y más preocupante aún- respecto a la forma como se ha gestionado en los últimos años. Hace ya varios años que las autoridades cubanas, a la par del lanzamiento de los “lineamientos de política económica y social” declararon que las necesidades de Inversión Extranjera Directa (IED) en Cuba eran de unos 2 mil 500 millones de dólares anuales, así como de una tasa de formación bruta de capital de al menos 25-30 por ciento que favorezca un crecimiento de al menos 5-7 % anual y sostenido por al menos 10 años. La realidad es que no se han logrado esos niveles de inversión, la tasa de formación bruta de capital ronda el 10-15% del PIB en la última década, por debajo de la media latinoamericana y la mayoría de países del mundo que normalmente es superior al 20% y en muchos casos superior al 25% del PIB.
Respecto al tema de las prioridades, si se analiza la inversión sectorial en la economía cubana, resalta con amplio margen la inversión en “servicios empresariales, actividad inmobiliaria y de alquiler”, en los últimos cinco años siempre ha estado en el puesto número uno, con valores superiores crecientes que van desde un 26% de la inversión total en 2015 hasta un insólito 45% en 2020. Al mismo tiempo que este rubro, mediante el que se canalizan recursos para inversión turística, crece y se sostiene en el tiempo como el principal destino de las inversiones del gobierno cubano, sectores como la “agricultura, ganadería y silvicultura” recibe valores anuales en torno a un 5% sin variaciones significativas entre 2015-2020. Otros como la salud disminuyen el peso de la poca inversión que les llega de 3.6 en 2016 a 0.9 en 2020, la educación de 1.4 en 2015 a 0.6 en 2020, la industria azucarera de 3.3 a 2, y en el caso de “ciencia e innovación tecnológica” mantiene en todos estos años valores en torno al 1% o inferiores.
Esta distribución de la inversión, es evidencia irrefutable de la despreocupación de las autoridades cubanas por sectores clave como pueden ser la salud, la educación, la agricultura, la ciencia y la innovación tecnológica; y corrobora la apuesta -ampliamente debatida en los últimos años- por la inversión turística. El problema no está solo en priorizar un sector en lugar de otros, sino en hacerlo a costa de lo que es más importante para la gente, como puede ser la seguridad alimentaria o el acceso a servicios sociales de calidad, aspectos que en los últimos años y en el momento actual se han visto fuertemente dañados, y que generan aún gran incertidumbre ante las dimensiones de la crisis económica que se está viviendo.
Por otro lado está el tema de la irracionalidad de priorizar las inversiones en un sector que excede las capacidades de la demanda. Incluso cuando el turismo estuvo en sus mejores años luego de la apertura generada por las políticas de Obama, la demanda nunca fue mayor que la oferta de habitaciones. Los niveles de ocupación de los hoteles cubanos por lo general se mantienen cercanos al 50 por ciento, y a menudo por debajo, sin contar con el gran complemento en términos de oferta que ofrece el sector privado y que pudiera crecer aún más sin necesidad de que el Estado genere grandes inversiones en ese sector, y pudiendo de esa forma destinar esos recursos a sectores más importantes.
El problema no es invertir o no en el sector turístico, sino hacerlo a costa de qué, cuando no existen condiciones propicias y cuando los recursos son sumamente escasos y las necesidades de la gente inaplazables. Es una cuestión de prioridades, que las autoridades cubanas deberían corregir de inmediato, para que no se sigan deteriorando las condiciones de vida de la gente mientras se dedican recursos a grandes instalaciones hoteleras que poco impacto tienen en estos momentos sobre el bienestar de la población.
Es una cuestión también de principios, de respeto por la gente, de compromiso verdadero con la mejora de las condiciones de vida de todos, y no de unos pocos. Aún más en un país que se dice socialista, que dice velar por la justicia social y por el bien de todos. Las inversiones en una economía no pueden estar enfocadas en otra prioridad que no sea la de beneficiar directamente a la gente, ya sea generando más crecimiento económico o destinando recursos directamente a los sectores que más impacto tienen sobre la vida cotidiana, dos criterios estos que no parecen cumplirse por las políticas que deciden sobre los destinos y los montos de la inversión en la economía cubana.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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