Esta semana mucho se ha comentado, criticado, ironizado, con la nueva medida que limita los depósitos en USD en los bancos cubanos. Más allá de las críticas que se han hecho a la medida en sí y de sus probables impactos y consecuencias para la economía en general, y para la vida diaria de los cubanos de a pie, hay un tema de fondo sobre el que merece la pena volver a reflexionar. Se trata de la política económica en sentido amplio, de la estrategia para revertir la crisis, de la conducción de la economía por parte del gobierno cubano, específicamente el enfoque de administración (a veces buena, y la mayoría del tiempo mala o muy mala) y la necesidad de sustituirlo o mejor aún complementarlo con un enfoque proactivo, con una conducción de política económica enfocada en generar crecimiento y estabilidad económica de manera innovadora, contando con los recursos que tenemos, potenciando las oportunidades de la economía, lo que significa liberar verdaderamente las fuerzas productivas, en lugar de dedicarnos a reaccionar a las sanciones, o de combatir las deformaciones del modelo con más prohibiciones e incorporando nuevas distorsiones.
La limitación de los depósitos en USD no responde a ninguna estrategia, a ningún plan para desarrollar la economía, no es parte de una secuencia lógica de políticas encaminadas a generar crecimiento económico, ni a impactar positivamente en otras variables macroeconómicas, sino que por lo contrario, representa una improvisación más, una deficiencia más, una incompetencia más de los tomadores de decisiones económicas en Cuba. Las disímiles incoherencias asociadas a este proceso (temporalidad, falta de transparencia, contradicciones con el discurso de hace apenas unos meses, entre otras) no demuestra otra cosa que la grave situación económica en la que se encuentra el país, y la desesperación de las autoridades por evitar el naufragio definitivo de la economía.
A partir de todo lo que ha generado esta medida queda claro que, una vez más, la realidad se impone sobre la propaganda y las consignas políticas, que la economía no es cosa de improvisaciones sino que hay leyes del mercado que han de ser respetadas y asumidas como parte inseparable de cualquier sistema de organización económica de una sociedad. Esta medida nos hace volver también a la reflexión sobre la importancia de aprovechar al máximo lo que tenemos en Cuba, de no esperar más por el favor de otros países amigos o enemigos, de no culpar a foráneas sanciones por nuestro fracaso cuando es mucho lo que podemos decidir, transformar, cambiar desde lo interno.
En definitiva, esta medida como también otras que hemos visto en los últimos años, es un bandazo más, una incoherencia en términos de gestión política y económica más, una demostración más de que el gobierno cubano no tiene interés verdadero en asumir un enfoque de política económica realmente transformador. Lo que implicaría, entre otras cosas, dar paso de una vez a las reformas estructurales y profundas que una y otra vez han sido demandadas por la ciudadanía y propuestas y defendidas científicamente por académicos y expertos en el tema. Mientras ese proceso no se dé, seguirá la crisis (con momentos mejores y peores, pero crisis al fin), seguirán creciendo la pobreza y las desigualdades, seguirán los jóvenes y profesionales de este país intentando escapar por la falta de oportunidades y la incapacidad del sistema para generarlas.
De manera concreta, la gestión de la política económica en Cuba ha de asumir con carácter inmediato, la apertura al sector privado, la expansión de libertades económicas fundamentales, sustituir el enfoque de “víctimas del embargo” por un enfoque más proactivo e innovador, centrado en las potencialidades con que contamos. Una verdadera estrategia de respuesta a la crisis no puede quedarse en medidas dispersas y contradictorias, tiene que asumir reformas profundas y construir una coherencia, una secuencia y complementariedad entre ellas.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.