NOSOTROS LOS CUBANOS

Miércoles de Jorge

Frecuentemente escuchamos en los medios de comunicación y también en conversaciones cotidianas frases o epítetos que aluden a la existencia de distintos tipos de cubanos: a “ellos” y “nosotros”, a los privilegiados, los del gobierno, los poderosos, los pinchos, los militares, los comunistas, a los disidentes, los opositores, los de los derechos humanos, los de la Iglesia, a los que no tienen nada, los que sufren, los que son marginados, a los campesinos, los de la ciudad, los inteligentes, los analfabetos, los vulgares, los educados, los universitarios, los blancos, los negros, los de barrios buenos o malos, los que viajan, los macetas, los que trabajan para el turismo, los que mendigan, los de oriente, los pinareños, los habaneros y muchísimas otras clasificaciones que usamos comúnmente para destacar las diferencias entre unos y otros, y también para argumentar una supuesta superioridad de unos sobre otros.

A veces nos cuesta entendernos y tratarnos como una misma comunidad, como un mismo grupo social, como hermanos cubanos que somos, todas personas con dignidad y merecedoras de respeto y reconocimiento por los demás. Todos hijos de un mismo Dios, todos libres por naturaleza, todos dotados de capacidades y talentos. Todos compartiendo un mismo planeta, una misma vida, un mismo tiempo en la historia, un contexto común que hace las vidas de unos sumamente interdependientes de las de los otros. Tanto los medios de la propaganda oficial, como la gente misma, a veces dedicamos tiempo de más a calificarnos y clasificarnos, a fijarnos en la diferencia, y a discriminar explícita o implícitamente a quienes son diferentes a lo que consideramos correcto.

Nos cuesta reconocer al que es diferente, ayudar al que no pertenece al mismo estrato social o categoría que nos construimos, nos cuesta aceptar que esos diferentes a mí son iguales en dignidad y deberían ser iguales también en cuanto a derechos y responsabilidades respecto al país que compartimos, y que por tanto, lo natural es que trabajemos juntos, que nos escuchemos, que nos critiquemos constructivamente, que cultivemos relaciones de respeto, que nos incluyamos y apoyemos mutuamente, que juntos pongamos nuestras capacidades y talentos al servicio del bien común, que descubramos la manera de crecer como personas y de alcanzar nuestra realización plena a partir de relaciones de entrega y de servicio a los demás y no sometiendo, excluyendo, o desacreditando.

De eso nos hablaba José Martí cuando nos invitaba a luchar por una Cuba con todos y para el bien de todos, un país donde solo existe el nosotros, y no el “ellos los malos” y “nosotros los buenos”, sino donde todos somos buenos, donde todos -a pesar de los defectos y de la diversidad que nos constituye- somos capaces de vivir en comunidad, de crear juntos y de relacionarnos por amor.

Creemos puentes y no división entre cubanos, caminemos juntos hacia unos objetivos que nos puedan beneficiar a todos, que nos lleven al bien común, intentemos siempre estar abiertos a lo diferente, a lo diverso, pues al contrario de como podríamos pensar, no son amenazas sino oportunidades para crecer. No hay nadie que pueda enseñarnos más que aquellos que sean diferentes, que conozcan realidades que nosotros no hemos alcanzado a conocer. El día que todos los cubanos nos dispongamos verdaderamente a abrirnos a los otros, no quedarán más espacios en esta nación para la violencia, para la represión, para la exclusión, y podremos -sin lugar a duda- mirar con esperanza hacia adelante, podremos vivir mejor, podremos ser más felices y contar con condiciones de vida cada vez más humanas.

El bien verdadero no existe cuando se persigue solo el bien personal, lo que es bueno para uno no es un bien verdadero sino es bueno también para otros. No podemos así, perseguir el bien de manera egoísta, preocuparnos solo por nuestros intereses, porque aunque se satisfagan nuestras necesidades aparentemente, a la larga no es un verdadero bien. Es necesario reconocernos como seres que dependemos de los demás, como seres indigentes, que no podemos prescindir de la ayuda de otros, ni podemos negar nuestra entrega, nuestro servicio, a los demás.

 

 


  • Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
  • Laico católico.
  • Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

 

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