Hace unos meses, publiqué una columna en este espacio, titulada “Algunas anomalías de la Cuba actual”, hoy ante un momento de estrés, de rabia, de desesperación y angustia al ver la escalada represiva que se vive, el deterioro de las condiciones de vida, la ineptitud e incompetencia de las autoridades políticas y económicas para dar respuestas serias, efectivas, y responsables a los problemas que existen, me he puesto nuevamente a pensar en algunas de esas anomalías o anormalidades que padecemos los cubanos.
Por más que intento mirar la cotidianidad de Cuba desde otro ángulo, la realidad es tozuda, se impone, siempre habla con la verdad, alto y claro, para todos, incluso para quienes dicen no conocerla. Todos sabemos lo que pasa, nadie puede excusarse alegando que no sabe. Basta salir a la calle, basta entrar a las redes sociales, basta leer la propia propaganda oficial. Cuba duele mucho, y sigo viendo cosas que no logro describir con otro calificativo que el del absurdo, lo inconcebible, lo anormal, lo inexplicable. Esta vez, comparto con los lectores, otras de esas anomalías que a diario observo en nuestra amada Cuba. Las comparto no sólo como denuncia de cosas que obviamente deben cambiar, sino también como ejercicio contra la naturalización de estas cosas, no podemos normalizar lo anormal, no podemos adaptarnos a lo que va contra la naturaleza humana y atenta contra nuestra dignidad, por el contrario, debemos tenerlo presente, debemos evitarlo, y debemos hacer lo posible por revertirlo, ese es el reto al que invito.
- No es normal que haya gente presa en sus casas. Que periodistas, artistas, activistas sociales y políticos, ciudadanos en general, estén retenidos en sus casas. Esto es una forma de encarcelamiento, prisión domiciliaria, es además ilegal, se hace de forma sumamente arbitraria, violenta y grosera. No podemos aceptar esto como normal, no podemos adaptarnos a ver cómo la gente simplemente no puede salir a la calle, ni a comprar cosas, ni a visitar a un amigo, ni a respirar aire fresco, ni a hacer ejercicios. Especialmente cuando se trata de inocentes, de gente buena, de gente honesta, de gente educada, humilde, respetuosas, inteligentes, comprometidos con el futuro de este país, que luchan de manera pacífica por los derechos de todos los cubanos. No deberíamos dormir tranquilos cada vez que alguien es privado arbitrariamente del derecho elemental de salir de su casa, de caminar por la calle, de hacer su trabajo, de visitar a su gente.
- No es normal ir a prisión por manifestarnos pacíficamente. Tampoco es normal ir a prisión por estar en la calle con un cartel, ni por sentarse a reclamar derechos en una plaza pública, ni por organizar una concentración o manifestación. Eso es un derecho elemental, es un derecho humano, es una forma de participación social, es una manera legítima e internacionalmente aceptada de hacer llegar nuestras demandas a las autoridades, no es normal que se siga reprimiendo el derecho de manifestación. Pero sobre todo, no es normal que lo veamos como algo bueno, común, natural, lógico, merecido, etc. No es normal callar, estar tranquilos, mirar a otro lado, cuando hay gente pacífica, honesta, sin intereses escondidos, que aman este país, encarceladas por caminar por una calle con una pancarta que denuncia algo o reclama un derecho, cuando hay jóvenes artistas encarcelados por meses por manifestarse públicamente. Es un horror que esto ocurra, y es un horror que callemos ante ello o no hagamos (lo que nos sea posible) para denunciarlo, para evitarlo, para acompañar a estos que sufren.
- No es normal defender y preocuparnos por quién conocemos, quién queremos, quien está a nuestro lado, y olvidarnos de quienes por los mismos motivos sufren lo mismo. Hay muchos cubanos sufriendo por lo mismo, es cierto que tendemos a tener más empatía y confianza en esos a quienes tenemos cerca, esos a quienes conocemos, esos que son amigos o familiares, pero el reto está (y especialmente para quienes somos cristianos) en preocuparnos y ocuparnos por el desconocido, por el que está desprotegido, por el que no tiene una red de gente que salga a defenderlo, el que no tiene visibilidad en redes y por tanto el alcance de la denuncia es inferior al de otros, el que a veces por desesperación y falta de guía no utiliza los que consideramos mejores medios o vías para exigir algo. Hay muchos cubanos sufriendo hoy por motivos políticos, y no es normal que nuestra solidaridad ante ello sea elitista, o clasista, o que esté sesgada por otros criterios, por prejuicios, por egos, por intereses personales, por cobardía. Hay muchos que no tienen las oportunidades que nosotros tenemos, muchos que no han tenido los privilegios que a veces nos hacen creernos superiores. Esos nos necesitan más que nadie, y nosotros a ellos.
- No es normal que nos gane el pesimismo, el desánimo, la desesperación, y el miedo, aunque obviamente es absolutamente natural experimentar estas cosas, especialmente en un ambiente tan convulso como el actual. Sin embargo, debemos ser capaces de mirar el cuadro completo, entender que la tormenta siempre pasa, que para cada cosa hay un tiempo, que no se hace mudanza cuando aún estamos en tormenta, que siempre hay algo positivo que sacar de los problemas y las situaciones de crisis, que apostar por el ser humano siempre vale la pena, que apostar por la vida, por la libertad, por la justicia, por el bien, siempre vale la pena. No normalicemos actitudes negativas, no contagiemos a los que tenemos a nuestro alrededor, no dejemos nos contagien, no perdamos la esperanza, seamos resilientes, constructivos, propositivos. ¡Eso es lo normal! Luchar por la vida, por la libertad, la paz, la justicia, la democracia, el desarrollo humano, conscientes de que el camino es difícil, que habrá obstáculos y frenos, pero convencidos también de que cuando se actúa con una verdadera intención de hacer el bien, cuando se intenta construir el bien común, siempre será posible sobreponernos, siempre será posible avanzar, y por tanto no se puede perder la alegría y la esperanza.
- No es normal denunciar el embargo y callar ante la represión del gobierno cubano, como tampoco es normal que nos preocupen unas injusticias y hagamos como que no vemos otras. No es normal denunciar hasta el cansancio las sanciones desde Estados Unidos y no denunciar la represión interna, pero tampoco es normal denunciar los problemas internos y obviar o hacernos los ciegos ante problemas externos, como es el caso del embargo, ante el que ninguna persona seria se atrevería a decir que no tiene afectación alguna sobre la vida cotidiana de los cubanos. Sí la tiene, como también hay problemas internos gravísimos. Cuál de los problemas es peor, cuál debemos enfrentar primero, cuál depende de nosotros y cuál no, en qué medida afectan, eso son otras discusiones. Pero lo cierto es, que me preocupa como muchos cubanos se parcializan y miran una sola cara de la moneda (a menudo la que más los afecta) mientras ignoran, dan como incorregible, o peor naturalizan los demás problemas existentes.
- No es normal que quienes ostentan puestos de poder, o de cierto reconocimiento, callen, miren a otro lado, y no condenen la represión política en Cuba hoy. Quienes tienen algún privilegio, alguna responsabilidad, algún lugar desde el que influir o representar a la gente, desde posiciones políticas, desde el arte, desde instituciones de la sociedad civil, tienen la responsabilidad de velar por el bienestar de la gente, la responsabilidad de denunciar las injusticias, de proponer soluciones a los problemas, de promover la unidad, la paz y la reconciliación entre cubanos. Los privilegios que tenemos, los puestos de representación se deben a la gente, se deben a los cubanos de a pie, y deben ser usados para el servicio a estos y no para servirnos a nosotros mismos y dejar a quienes sufren, a quienes están más desprotegidos, a quienes no tienen privilegios, a merced de los vaivenes de la vida, sin que intentemos hacer las cosas mejores para ellos. Esto es velar por el bien común y no solo buscar y preocuparnos por el bienestar propio.
- No es normal el oportunismo, ni la doble moral, ni la incoherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace. Es necesario vivir con honestidad, con rectitud de conciencia, con valentía para ser fieles a nuestra escala de valores, para no renunciar a principios como el respeto y reconocimiento del otro. No es normal vivir una vida de mentiras, o acomodarnos a lo que nos convenga con tal de mantener privilegios, o ir en contra de nuestros propios valores con tal de agradar, de evitar problemas, o de satisfacer algún interés determinado.
- No es normal la represión, el maltrato, la descalificación, la censura, los golpes, los gritos, las amenazas, los actos de repudio, la intimidación, el chantaje, el poner a unos contra otros, el fusilamiento mediático, las mentiras, el robo y destrucción de obras de artes, las expulsiones de universidades y centros de trabajo, las llamadas de advertencia, las “invitaciones” a cambiar la forma de pensar y actuar, las citaciones, los interrogatorios, los cortes de internet, el impedimento de desplazarnos, los regulados, las causas prefabricadas y enmascaradas con delitos comunes, la trabas para que los profesionales disidentes crezcan y sean reconocidos en sus trabajos, entre muchas otras formas de violencia. La represión por motivos políticos es uno de los problemas más graves que sufrimos los cubanos hoy en día, denunciarlo e intentar aportar lo que podamos para que este mal desaparezca de nuestras vidas es deber y responsabilidad de todos, no solo de quienes sufren la represión, sino de todos y de cada uno. Se trata de la persona humana, se trata de solidaridad, se trata de respeto y reconocimiento a la dignidad del otro.
- No es normal vivir con tan bajo nivel de vida, las colas, el desabastecimiento, las riñas para alcanzar alimentos, el estrés de no saber qué comer, la alimentación poco saludable, el mendigar a familiares en el exterior para que nos ayuden a comprar la comida, robar o acudir al mercado negro para encontrar lo que necesitamos. No es normal que los salarios sean tan bajos, ni que nos conformemos con una “jaba” o pequeño aumento salarial, ni que existan tan pocas opciones de empleos en el sector privado, ni que se limite la iniciativa y la creatividad. No es normal el deterioro constante de los servicios sociales y públicos, ni tampoco que haya inflación galopante, restricciones de oferta, limitaciones institucionales para el desarrollo económico y que no se asuma un programa de reforma profunda de la economía.
- No es normal naturalizar lo anormal. Me preocupa que a veces nos adaptamos a vivir con estas situaciones, me preocupa que las naturalicemos, que nos olvidemos de que necesitamos y merecemos muchísimo más. No podemos cegarnos, no podemos ignorar las cosas que pasan, incluso cuando nos duela mirarlas, no podemos aceptar, callar, aguantar, como si todo fuese normal, como si estuviera bien, como si ese fuese nuestro destino, y como si fuésemos incapaces de transformar la realidad, como si no tuviéramos la fuerza y la capacidad para tomar las riendas de nuestra propia vida.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.