CUBA Y EL CONGRESO DEL PCC: LA REALIDAD HABLA SIEMPRE MÁS ALTO QUE LAS CONSIGNAS

Miércoles de Jorge

El octavo congreso del partido comunista ha terminado, y un proceso que por algunos fue esperado con cierto entusiasmo o esperanzas de que algún cambio notable resultara luego de dicha cita, termina dejando sinsabores, frustración, sensación de que las cosas siguen igual, convicción de que no existe voluntad política para afrontar las -cada vez más evidentes- transformaciones verdaderas que Cuba necesita, y una desconexión creciente entre discurso y realidad, entre la acción política de las autoridades y el sentir y las necesidades de la gente. Después del congreso queda la pregunta inevitable de ¿para quién gobierna el partido comunista?

La desconexión profunda entre las demandas ciudadanas por un lado, que bajo ningún concepto podría decirse que son ignoradas por las autoridades políticas, pues son sumamente evidentes en todos los sectores de la sociedad; y por otro lado, el accionar de las autoridades políticas cubanas, es evidencia potentísima de que no se entiende en Cuba a la política como una actividad práctica, concreta, fruto de la razón práctica, situada en un contexto (tiempo y lugar) concreto, que responde o debería responder a las necesidades de “un hombre” específico, el cubano del año 2021, y no a un modelo ideal de hombre inexistente en la realidad actual, ni a otros criterios ideológicos que poco han aportado en los últimos sesenta años en cuanto a generar mejores condiciones de vida para la gente.

No sirve un sistema político que gobierna para “un hombre” que no es el que existe en el contexto concreto en el que se desarrolla la acción política, no sirve un gobierno que desarrolla sus funciones en virtud de una sociedad ideal o diferente a la sociedad en la que está enmarcada, no sirve un congreso de un partido que es único en el ecosistema político, y que sigue ignorando las profundas deformaciones de la realidad cubana, e imponiendo “lineamientos” y “ordenamientos” que corresponden a una idea deformada, imprecisa, ingenua, ignorante o conscientemente desconectada de la ciencia y de la realidad, de la teoría y la práctica económica y política, y del día a día de los cubanos de a pie.

No se puede avanzar en la solución de los problemas solo con reconocerlos, o reconociéndolos a medias, hay que ir a la raíz de las cosas, buscar las causas más profundas y enfrentarlas desde el conocimiento científico, desde la razón, desde un compromiso verdadero con las personas, con sus derechos y libertades, con su vida y su dignidad. Esta es la forma como la verdadera política se debería practicar, como una acción práctica para servir, para generar condiciones de vida más humanas para todos y cada uno de los ciudadanos, y no de la forma despótica, incongruente, injusta, y populista como se ha hecho en el recién terminado congreso partidista. Un congreso, que en el fondo no engaña a nadie, ni siquiera a aquellos que dicen apoyar cuanto se ha aprobado y propuesto, pues la realidad habla siempre más alto, las colas, los precios, el desabastecimiento, la poca legitimidad de las instituciones, la burocracia, el egoísmo y la codicia no del sector privado sino de empresas monopólicas y “pinchos” de la clase gobernante, todas esas realidades hablan mucho más alto. Son imposibles de ignorar para quien vive en Cuba, es insostenible justificarlas u ocultarlas, atentan contra el desarrollo del país y el bienestar de los cubanos, y día a día constatamos esas realidades.

Cuba necesita de verdaderos políticos, de partidos políticos diversos, de verdaderos congresos que representen a los ciudadanos, escuchen sus demandas y actúen según las instituciones de un Estado de Derecho. Avanzar en ese sentido, es un paso fundamental para generar prosperidad y desarrollo, promover y reconocer derechos y libertades, aportar al desarrollo personal y social de la nación; es además, un paso que cada día está más cerca, a medida que sigue creciendo la deslegitimación y desconexión del sistema político actual respecto a la realidad que se vive en las calles, a medida que la ciudadanía va madurando y ganando en autonomía y participación en los asuntos de interés para el país. Por eso, a pesar del triunfalismo de las autoridades luego de concluido el congreso del partido comunista, y de su supuesta seguridad en su victoria y continuidad revolucionaria, tengo más esperanzas que nunca de que las cosas seguirán cambiando para bien de los cubanos todos.

 

 


  • Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
  • Laico católico.
  • Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

 

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