A un mes de “tarea ordenamiento”, predomina la incertidumbre, inacción de las autoridades económicas respecto a reformas estructurales, y potenciación de medidas administrativas y contraproducentes para generar crecimiento económico. Estos son los factores que se combinan en una fórmula letal, que cada día agrava la crisis económica y genera más desesperación entre los cubanos de a pie.
Como suele pasar en los últimos años en Cuba, el discurso va por un lado y la brecha entre este y la realidad cada vez es mayor y más desconcertante. Se habla de justicia social, de igualdad, de destrabar fuerzas productivas, de “montar en el tren de las transformaciones estructurales” sin más pausas, entre otras medidas, promesas, u objetivos que tienen cierto sentido; pero en la práctica lo que se observa es un agravamiento de la situación y un aplazamiento de las verdaderas reformas que necesitamos.
- Con el ordenamiento la incertidumbre ha crecido en los hogares y en las calles cubanas. Esto, principalmente, debido a la drástica disminución de la oferta que ya venía desde antes (especialmente de alimentos, medicamentos, y otros productos básicos), los precios crecen desorbitadamente (a menudo en porcentajes mayores que la del aumento de los ingresos) y las medidas “antiinflacionarias” aplicadas por el gobierno (como los topes de precios) siguen demostrando ser contraproducentes. Por otro lado, la dolarización se profundiza, y el precio del dólar en el mercado informal (prácticamente única vía de acceso a este) se ha disparado enormemente; las ofertas laborales (y con salarios suficientes) son muy pocas por las condiciones que impone la pandemia y las escasas oportunidades que ofrece el modelo económico cubano. Todo esto, y más, genera estrés, desesperación, incertidumbre, y muchos malos momentos para las familias cubanas.
- Por otro lado se aprecia, una vez más, la ineptitud de los tomadores de las decisiones económicas en Cuba. Son incompetentes. Pues de otra manera cómo se explica pretender potenciar el desarrollo de la economía con métodos y medidas que la evidencia empírica, histórica, nacional e internacional señala como inadecuada (ejemplo las políticas para el control administrativo de los precios). La inacción respecto a las reformas estructurales es un error grave que debe ser corregido con urgencia, de hecho, este proceso debió haberse iniciado antes que la llamada “tarea ordenamiento” para crear mejores condiciones para dicho proceso, que se sabía desde hace tiempo que sería complejo. Vale señalar una vez más la necesidad de que se escuche a la academia, que se tenga en cuenta lo que dice la ciencia económica sobre lo que necesita la economía cubana para crecer, para generar condiciones para la justicia social, para combatir definitivamente las desigualdades, para que el país pueda apostar por un desarrollo humano integral.
Esta combinación de factores es peligrosa y profundamente dañina para los cubanos, que son los que definitivamente están sufriendo las consecuencias de la crisis económica. Obviamente, sería ingenuo esperar que en un mes de iniciada una reforma económica ya se sintieran fuertes efectos positivos, pero el problema central son las incongruencias que se observan en la forma de implementación de la reforma, las cuales sugieren nuevos retos y problemas que pudiéramos evitarnos. En tal sentido, urge un cambio al respecto, es hora de dejar la ideología y los criterios políticos a un lado, para centrarnos en lo que verdaderamente importa, que es el bienestar económico y social de los cubanos todos.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.