Si una actitud es fundamental en momentos de crisis e incertidumbre es la de mantener viva la esperanza, esperanza en la vida, en la bondad humana, en la dignidad de la persona, en la providencia divina, en el trabajo humano, en las pequeñas cosas que nos alegran los días a pesar de las dificultades por las que atravesamos. Sin dudas, se viven momentos difíciles en nuestro país (y en el mundo entero), la incertidumbre sobre los empleos, el abastecimiento diario, los salarios, la sobrevivencia del cubano entre las ilegalidades y la represión y castigo de un gobierno que por estos días extrema medidas de control, son realidades que colman el día a día de preocupación, desesperación, nerviosismo, miedo, desesperanza, frustración, estrés, entre muchas otras emociones que generan un ambiente en el que la esperanza muere o es difícil de conservar.
Al mismo tiempo, la inacción del gobierno respecto a cambios fundamentales (políticos y económicos) que generen certeza para el avance en cuanto a democracia, crecimiento y desarrollo humano integral, es otra variable que dificulta el mantener viva la esperanza. En fin, sobran los motivos para desesperarnos, para dejarnos llevar por las emociones (a menudo negativas), y para pensar que todo irá a peor y que difícilmente mejoren las cosas. Es un proceso creo que natural, que afecta probablemente a la gran mayoría de los cubanos, sin embargo, siempre he creído que los tiempos convulsos y difíciles también pueden traer cosas buenas, y pueden mejorar las condiciones de vida (materiales o espirituales, o ambas) de la gente en algún grado, pueden ofrecernos razones para la esperanza en un futuro mejor. No una esperanza ingenua, infantil, y desconectada de la realidad, sino, una esperanza verdadera, es decir sufrida, luchada, alcanzada, comprometida, decidida, una esperanza que debe ser actitud de vida fundamental más allá de las circunstancias por las que nos toque atravesar, una esperanza que es decisión asumida responsable y perseverantemente, y que nos ayudará a sobrepasar los momentos presentes y futuros de mejor manera.
Algunas ideas que pueden ayudarnos en estos momentos por los que atraviesa Cuba, para mantener viva la esperanza de un futuro personal y social mejor, y que las podemos poner en práctica sin muchas dificultades, en nuestra familia, barrio, trabajo, etc., son las siguientes:
- Pasar de la queja a la propuesta: Es difícil pero no imposible escapar de la espiral de lamentos, de pesimismo, de victimismo, de fatalismo, en la que a veces nos enrolamos debido a los problemas que cotidianamente se presentan ante nosotros. Dejar de lado la queja, y pasar a la búsqueda de soluciones, a una actitud constructiva y propositiva, puede ser una clave importante para mantener viva la esperanza y escapar de muchas de las frustraciones que a diario sufrimos.
- Creer y valorar las cosas pequeñas, materiales y espirituales. Alegrarnos por lo que tenemos (mucho o poco, pequeño o grande, bueno o malo) sin conformismos pero sin desesperación por alcanzar lo que no está en nuestras manos, valorarlo y agradecerlo a la vida o a Dios, y creer profundamente que lo pequeño puede llegar a ser grande para nuestras vidas. Un techo, un abrazo, alguien que te escuche, un lugar seguro, gozar de buena salud, tener con quién compartir, un proyecto de vida, una familia, todas son pequeñas cosas de muchísimo valor, por las que deberíamos alegrarnos y agradecer, pues seguramente hay quien no lo tenga.
- Confiar en la persona humana, en su grandeza, su valor. En la libertad y en la creatividad, en los grandes proyectos que hemos sido capaces de construir, en las obras buenas que a diario se realizan en el mundo entero, en los proyectos que buscan la superación, la solidaridad, la responsabilidad, la justicia, el desarrollo, el bienestar social, la paz, y muchas otras cosas que seguramente todos valoramos. Creer en la perseverancia de las personas, en la capacidad de resistencia, en la historia que está llena de errores y decepciones pero también de decisiones correctas, de cosas buenas que hacen nuestra vida y nuestro mundo (y nuestro país: Cuba) lugares mejores. Confiar en el cubano, y en las potencialidades que sin dudas, tenemos y tendremos (porque las conquistaremos) para llevar a Cuba a condiciones de vida más humanas de las que existen hoy.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.