La crisis actual impone la necesidad de volver a la persona humana como única vía para legitimizar, justificar y valorizar las medidas o reformas que se han estado implementando o se implementarán para superar la crisis profundizada por la pandemia del coronavirus. Poner a la persona como centro y fin de las decisiones, de las políticas, de las reformas y de toda acción que se emprenda con el fin de mejorar la vida de la gente y generar prosperidad y desarrollo es un imperativo del momento actual. No debe ocupar el lugar de la persoan el Partido, ni el gobierno, ni el proceso histórico de la revolución, ni la lucha contra un supuesto enemigo externo; ninguno de ellos es más importante que el ser humano, que la persona en sí. Asumir este simple pero profundo compromiso es reponsabilidad de los políticos y de todos los servidores públicos o tomadores de decisiones en un país, es la garantía del compromiso verdadero con el bien común, con la valoración de la persona humana y el respeto de su dignidad, con la edificación de una Cuba “con todos y para el bien de todos”, justa, libre y desarrollada.
Desde el inicio de la situación de emergencia que estamos viviendo (unos tres meses atrás), las políticas adoptadas por las autoridades -quizás con salvadas excepciones- han estado al servicio de los intereses del Partido y del gobierno antes que a los de los ciudadanos de a pie, de ahí las amplias insatisfacciones ciudadanas respecto a temas claves para el desarrollo del país que una y otra vez son dejados de lado por no corresponderse con los intereses de la élite dominante, dígase: la maximización de sus beneficios a costa del sacrificio del pueblo y de su supuesta lucha contra el enemigo opresor.
Cuando se demoró el cierre de fronteras, desoyendo a los reclamos ciudadanos; cuando se oculta información o se maquilla la verdad; cuando se descalifica a ciudadanos por su actitud crítica hacia los gobernantes o hacia las decisiones por estos asumidas; cuando se invitó a turistas internacionales a visitar el país aludiendo que Cuba era destino seguro por el clima con que cuenta; cuando se desarrollan supuestos juicios ejemplarizantes, que en realidad son una aberración; cuando se demora la toma de decisiones respecto a reformas que urgen y que deben implementarse de forma profunda e inmediata en la economía; cuando se justifica o enmascara la ineficiencia e incompetencia de las autoridades y del sistema político y económico con los azotes del enemigo; en todos estos casos la persona pasa a un segundo o tercer plano, la persona del cubano no es lo más importante, el gobierno y los decisores no tienen como centro y fin de su gestión el reconocimiento y promoción de la persona humana, del cubano común. Por tanto, el desarrollo, la búsqueda del bien común y el bienestar de los cubanos no han sido tampoco las guías que mueven las medidas y reformas asumidas.
Si verdaderamente queremos pasar a una situación de normalidad luego de la crisis que ha dejado la pandemia, habrá que revertir esta realidad, habrá que dejar de someter a la persona a una ideología que lejos de perseguir su bienestar, la somete y relega a un segundo plano, como si algo fuese más importante que esta. Habrá que legalizar las pequeñas y medianas empresas, que respetar los derechos de propiedad, habrá que garantizar el disfrute de todos y cada uno de los derechos humanos, habrá que reformar la agricultura y generar verdaderos incentivos para los agricultores, habrá que escuchar las voces de quienes desde la academia o la ciudadanía critican y proponen una Cuba mejor, habrá que abandonar definitivamente los maniqueísmos, las descalificaciones, la represión, la violencia hacia lo diferente. También será necesario que el Partido y el gobierno renuncien a su poder totalitario, que renuncien a los excesivos niveles de centralización, que renuncien a los monopolios mediante los que garantizan su enriquecimiento y socavan el binestar del pueblo, que renuncien a imponer una ideología al pueblo cubano. Solo así, podríamos decir que se está valorando a la persona, que lo que verdaderamente importa es el desarrollo del país y de las personas, solo así avanzaríamos a la normalidad, esa que necesitamos hace más de sesenta años.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.