Hoy 25 de diciembre, día del nacimiento de Jesús, vale la pena reflexionar sobre la oportunidad que representa este acontecimiento para los cubanos todos y no solo para los cristianos. Un momento que ofrece la opción de acoger o no -en nuestros corazones- a Jesús y sobre todo, sus enseñanzas, un momento que invita a que se asuma el evangelio como guía moral y espiritual de nuestra conducta. La navidad es siempre una celebración que ofrece un cambio, una transformación, un reencuentro, un nuevo comienzo, un camino alternativo, una mirada diferente a las personas y realidades que nos rodean.
En Cuba, el 2019 ha sido un año duro, la crisis económica, política y social se ha agravado sensiblemente, mientras que la desesperanza y la desesperación a menudo se hacen presentes entre los ciudadanos, forzando a muchos -a veces en condiciones inhumanas- a la emigración. La lucha por la supervivencia diaria en ocasiones resta sentido a celebraciones como la navidad y dificulta la experimentación de verdadera felicidad y alegría. Frente a estas realidades la navidad es un tiempo que viene a recordarnos que la fe en Jesucristo es nuestro mayor auxilio, que es importante la esperanza de que un cambio es posible, la certeza de que Dios no nos abandona, la convicción de que si obramos bien y valoramos al otro como nuestro hermano, las cosas pueden ser diferentes.
De manera específica, son muchas las cosas que podemos hacer para que la navidad represente un verdadero cambio, una transformación en nuestra vida cotidiana. Son muchas también las actitudes y acciones que podemos asumir para que se haga presente el espíritu de la navidad en nuestro hogar, en nuestra familia, centro de trabajo, escuela, iglesia, y cualquier otro lugar en el que nos desenvolvamos. En este sentido, me gustaría lanzar las siguientes invitaciones o plegarias.
1- Que en esta navidad todos los cubanos abramos un espacio en nuestros corazones para recibir al niño Jesús. Y que de igual forma abramos un espacio para dejar entrar a los que nos rodean, para que nos amemos y aceptemos unos a otros sin distinciones de credo, raza, religión u opción política. Que el respeto a la diversidad y la diferencia enriquezca nuestra celebración navideña de 2019.
2- Que la alegría llegue a las familias cubanas, y que, como en la familia de Belén aceptemos con felicidad, libertad y responsabilidad acompañar al niño que nace en la edificación del Reino de Dios y en la construcción del bien común, el de todos y cada uno de nosotros. Le pido a Dios esta gracia, e invito a todos los cubanos a valorar nuestras familias, a garantizar su desarrollo pleno y alegre, para que aporten todo su potencial en la construcción de una Cuba nueva.
3- Que en esta navidad, los enfermos, marginados, excluidos, los que sufren en cada uno de nuestros ambientes sepan encontrar un sentido en el dolor y las realidades difíciles a las que se enfrentan. Y sean abrazados -por cada uno de nosotros- con alegría, aceptación, reconocimiento, perdón y amor. Que en esta navidad, seamos capaces de acordarnos del amigo, el familiar, el compañero de estudios o trabajo que está sufriendo alguna injusticia, o que no disfruta de las mismas oportunidades que nosotros.
4- Que en este tiempo de transformación, la Iglesia cubana, sus pastores y sus laicos, sepamos llevar la alegría del evangelio a todos los rincones de nuestra sociedad, y que llevemos a Jesús al corazón del pueblo cubano, comenzando por nuestros ambientes, desde la fuerza de lo pequeño, desde el cambio en nuestras relaciones interpersonales. Para que de este modo avancemos en la consolidación de una Iglesia que sea germen de amor, paz y reconciliación, y fecundadora de proyectos e iniciativas que promuevan la convivencia pacífica y fraterna entre los cubanos.
5- Por último, pido a Dios por el presente y futuro de nuestra nación. Para que superemos las situaciones de crisis económica, política, social y humana que sufrimos; y para que avancemos hacia la construcción de un país como lo soñó Martí “con todos y para el bien de todos” y donde el “respeto a la libertad plena del hombre” sea la ley suprema de la Patria.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.