LOS DERECHOS HUMANOS: PRESENTE Y FUTURO DE CUBA

Miércoles de Jorge

Esta semana se conmemora el día de los derechos humanos, 10 de diciembre. Sin duda, un tema que en la realidad cubana es controversial: 1. Para el gobierno cubano, tal y como han expresado en los medios oficiales de comunicación, se convierte en un día para reclamar “al imperio”, al enemigo externo, el cese del embargo, y para mostrarse como víctima de violaciones de derechos humanos ante los ciudadanos cubanos y el resto del mundo. 2. Para las organizaciones de la amplia y diversa sociedad civil cubana independiente, es un momento de reclamo también, pero esta vez al “enemigo interno”, un momento de alzar la voz ante las injusticias que a diario se cometen y que por estos días son muy comunes y de gran intensidad contra ciudadanos que luchan por sus derechos de forma pacífica. Es un momento para que la sociedad civil cree conciencia en el país sobre el tema de los derechos humanos. 3. Por último para los cubanos “de a pie” es un día más que pasa desapercibido con frecuencia, muchos no saben que se conmemora y si llegan a saber abunda la indiferencia ante la posibilidad de cualquier reclamo, el miedo ante la tensión causada por la represión, y el rechazo e indolencia antes las manipulaciones de la propaganda oficial respecto al tema.

Los derechos humanos importan, ahora y en el futuro de Cuba

Los derechos humanos, ante todo, responden a la persona humana, están encaminados a salvaguardar su dignidad y valor inalienable, y por tanto han de estar por encima de cualquier sistema político, por encima de las ideologías, por encima del derecho positivo. Ordenan las relaciones de libertad y respecto que debe existir en una comunidad, plantean la necesidad de convivir con y para los otros como criterios determinantes para la realización plena de la persona humana.

Entender qué son los derechos humanos, vivir -en la medida de lo posible- de acuerdo con los criterios y principios que de ellos se desprenden, y aplicarlos no solo en nuestra vida personal sino también en nuestra relación con “el otro” es una garantía requerida para construir la paz social, para avanzar hacia el bien común, para generar una mayor calidad de vida. En otros términos, no es posible un mejor país si no nos expresamos libremente, si no podemos emprender, asociarnos, organizarnos para trabajar por el bien del país, representarnos libre y responsablemente, elegirnos, respetar la diversidad, la propiedad, la privacidad, la integridad, etc. Ser indiferente a una celebración que implica celebrar los derechos, las posibilidades, las libertades de la persona humana, es ser indiferente al desarrollo de esta. No enfrentar el miedo y callar ante las violaciones de derechos humanos conscientemente, es -cuando menos- un acto de cobardía que prolonga la existencia de sistemas violadores de derechos y que impide el progreso espiritual y material de las sociedades.

Para cada cubano, el 10 de diciembre, como todos los días del año, ha de ser una nueva oportunidad para reclamar, denunciar, exigir, el respeto de todos y cada uno de nuestros derechos y libertades; una oportunidad para celebrar, regocijarnos de ser seres humanos con dignidad y valor intrínseco, merecedores de condiciones de vida cada vez más humanas y capaces de transformar nuestras realidades. Hemos de reconocer que los derechos humanos y el resguardo de nuestra integridad, nuestra dignidad, nuestra realización son temas estrechamente relacionados, y que no son monopolio de nadie, no se regulan, no se piden, no se mendigan. Este es el reto actual para los cubanos.

Por otro lado y de cara al futuro, el tema de los derechos humanos ha de ser constantemente estudiado, interiorizado, entendido por los cubanos, de modo que evitemos pasar de un ambiente de violación de los mismo a otro en el que se sigan violando de forma diferente. La solución no es comenzar a respetar unos derechos pagando el precio de violar otros, la solución no es sacrificar derechos individuales por lograr derechos sociales, ni viceversa, pues de esta forma también nos alejaríamos del respeto a la dignidad de la persona y se limitarían sus dimensiones. La solución está en lograr el respeto absoluto de todos y cada uno de los derechos de la persona humana declarados en la declaración universal.

 

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.

 

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