La semana pasada han sido anunciadas por el gobierno cubano las nuevas medidas referentes a la implementación de mecanismos para la importación de bienes por personas naturales, mediante el cual el Estado a través de un grupo de empresas seleccionadas comenzará a encargarse de la importación de productos electrónicos, electrodomésticos y piezas y partes para vehículos motores, destinados al comercio minorista mediante la utilización de un sistema de comercio electrónico en moneda libremente convertible. De este modo las personas naturales podrán importar estos bienes para satisfacer el consumo, y como fue anunciado, nunca para acaparar o lucrar.
La medida ha sido recibida por algunos cubanos como positiva y por otros como negativa, pero sobre todo su anuncio llega con mucha confusión e incertidumbre sobre su efectividad para lograr los objetivos que se plantean, entre otros, la dinamización de la industria nacional mediante las divisas que se lograrán captar y que ya no se estarán fugando como ocurría mediante el sistema de “mulas” que hasta este momento se había encargado de manera informal de la importación de esos y otros artículos para satisfacer un segmento de la población que demanda estos bienes. En este sentido surgen dudas como las siguientes: ¿Si la industria nacional no se dinamizó, y por el contrario se descapitalizó gravemente, contando con las divisas de la Unión Soviética o más recientemente con las del petróleo venezolano, por qué se supone automáticamente que las divisas que se esperan captar con esta nueva medida lo lograrán? ¿Si el sector privado ha demostrado capacidad, eficiencia, productividad para encargarse de estas importaciones con condiciones restrictivas, por qué no destrabar-liberar-promover esa fuerza productiva en lugar de cargar al ya demostrado ineficiente sistema empresarial del Estado con esta tarea? ¿Qué tan competitivos son los precios que ofrece este nuevo mercado, qué tan accesible estarán para la población, qué posibilidades dejará esta medida para que el sector privado pueda competir y no tenga que abandonar la actividad importadora que hasta este momento estaba funcionando? ¿Qué tan beneficiosa es esta medida desde un punto de vista monetario, cómo contribuye al crecimiento económico en el mediano y largo plazo?
Una semana después de anunciadas las medidas, y a partir de los debates a los que he tenido acceso mediante redes sociales, en los medios y en la calle, me queda claro que las implicaciones de estas medidas no son del todo descabelladas, pero tampoco representan un cambio importante desde un punto de vista económico, ni de cara a la reforma estructural que demanda el sistema económico cubano. Obviamente han sido muchos los posicionamientos, en sentido general agrupables en dos bandos o grupos, los que se oponen y los que la consideran como una medida positiva, sin embargo prefiero el intento de mirar la realidad lo más objetivamente posible, dejando de lado las posturas fanáticas que tienden a parcializarse -de ambos lados- ante cada anuncio hecho por el gobierno. En este sentido, considero relevantes y dignos de debate los siguientes aspectos.
– La posibilidad de importación para las personas naturales es una medida positiva que genera oportunidades de acceso a un mercado (con mejores precios, sin necesidad de viajar, de manera legal y con garantías) a un segmento de la población que cuenta con los recursos para ello. No solo las personas naturales de manera individual, también para los emprendimientos privados es una oportunidad en el sentido de poder acceder a mejores opciones y de manera más fácil a insumos que normalmente se pagaban caro, de manera informal, y sin garantía. Por otro lado, es cierto que lo óptimo y justo sería la legalización de las micro y pequeñas empresas importadoras privadas (mulas) y la generación de condiciones de verdadera competitividad, en lugar de la absorción por parte del monopolio estatal de este negocio. Además los efectos positivos de las medidas no están probados, habrá que esperar a que las empresas estatales que protagonizarán estas medidas demuestren que son eficientes, productivas, y capaces de satisfacer las necesidades del mercado de mejor manera que cómo lo hacían los privados, así como está por verse que tanto aumentará la disponibilidad de divisas para el sector empresarial estatal y si la posibilidad de que las gestionen autónomamente representará un cambio sustancial en sus modelos de gestión.
– La medida demuestra, una vez más, la obsesión por el control de la actividad económica. Frente a toda evidencia las decisiones en materia económica siguen respondiendo a criterios político-ideológicos y mecanismos administrativos y tendentes a la excesiva centralización, obviándose de manera discrecional las leyes del mercado, la evidencia científica, los debates y propuestas de los expertos.
– La medida responde además a la situación de crisis, son medidas para administrar la coyuntura de asfixia económica, se toman decisiones para evitar el estrangulamiento económico que surge de tres factores claves: la crisis de Venezuela, las sanciones del gobierno norteamericano, y la ineficiencia del modelo económico cubano. No se aprecia una estrategia de reformas estructurales, no se es consecuente con las propias medidas anunciadas anteriormente en documentos como los “lineamientos”, no es una medida que responda a las verdaderas causas de los problemas existentes.
En sentido general, a pesar de los efectos positivos de las medidas, no representan un cambio importante a largo plazo de cara al crecimiento económico, ni garantizan en lo inmediato una alternativa real para el fortalecimiento de un sistema empresarial estatal plagado de ineficiencia e improductividad. Sigue pendiente una reforma verdadera, profunda y estructural, que permita destrabar la economía, empoderar al sector privado para capitalizar todo su potencial, proveer a los ciudadanos de oportunidades para su desarrollo, y que elimine de una vez la visión controladora-centralizadora-monopolizadora-restrictiva-discrecional imperante en la mayoría de las decisiones que se toman en materia económica en el país, para sustituirla por otra visión que sin lanzarnos a un sistema de libre mercado desregulado extremo, se enfoque en promover-incentivar-destrabar el sistema productivo, y en garantizar el respeto a la libre iniciativa, empresa, comercio e inversión.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.