La identidad construida a través del discurso es importante en la actualidad como elemento movilizador para la acción cívica. La época en la que se vive, caracterizada por un fuerte relativismo, apatía e indiferencia de los ciudadanos hacia los asuntos de interés político y social, además de un auge nunca experimentado de las nuevas tecnologías y los medios de comunicación social, son realidades que transforman las formas de movilización social tradicionales, la acción cívica, las protestas y la acción colectiva en sentido general. El discurso, con frecuencia se adapta a estas nuevas circunstancias y se posiciona como un elemento fundamental en la construcción de las identidades políticas, y encaminado en el buen sentido puede fortalecer de manera exponencial la madurez cívica de la sociedad civil e impulsar a la acción colectiva y movilizaciones sociales a los distintos actores que componen este entramado.
Con las nuevas tecnologías y el cambio de época que se vive, la etapa de las grandes concentraciones sociales se queda atrás, y el discurso se enfrenta al reto de dar sentido a la acción colectiva, de movilizar a los ciudadanos, de canalizar las diferencias y los antagonismos existentes en búsqueda de la unidad en la diversidad, proponer nuevas formas de participar, y soluciones novedosas a los problemas y demandas existentes. El discurso debe incluir a los excluidos, darle voz a los que no tienen, sentar las bases para que los ciudadanos participen en la gestión de los asuntos de interés para la comunidad.
En fin, el discurso a partir de los elementos señalados anteriormente genera, construye y solidifica las identidades que mueven los cambios sociales, tanto desde los contenidos de estos como desde la imagen que se genera alrededor del discurso, se puede potenciar la construcción de identidades movilizadoras. Los discursos nacionalistas -con frecuencia en sentido negativo- son un buen ejemplo de cómo se fortalece y se construye una identidad que genera movilizaciones, que revive la protesta, y hace a los ciudadanos salir de la apatía y la indiferencia, esto se ilustra con realidades como la de Cataluña.
Este discurso permite forjar una identidad de grupo, compartir unos valores, identificar a los destinatarios del mensaje con una situación política, económica y social determinada, aglutinar esfuerzos para la consecución de un mismo objetivo, desmentir a un gobierno, hacer propuestas alternativas. Estas son las ventajas que han de ser aprovechadas por los movimientos sociales que buscan influir en la gestión pública para fortalecer la democracia, asumiendo también que siempre existe el riesgo de utilizar el discurso y la creación de identidad como una herramienta para plantear soluciones extremas como pueden ser algunos nacionalismos o populismos de los que sobran ejemplos en la actualidad.
En este sentido la sociedad civil cubana tiene un gran potencial si comienza a acercarse a los ciudadanos cubanos con un discurso bien pensado que se inserte en lo que entendemos como la construcción de identidad, y que con el objetivo de lograr mayor democracia para la nación cubana sepa unir a los diferentes, criticar y proponer soluciones, motivar e impulsar a la acción colectiva y a la búsqueda del bien común.
Los periodistas, los activistas cívicos, los miembros de partidos políticos, los comunicadores o generadores de contenidos en la Cuba actual, junto a todos aquellos que desde la individualidad generan contenidos y mensajes comprometidos con la construcción de un país más próspero, democrático, sostenible e inclusivo; han de pensar sobre los métodos y estrategias comunicacionales que se emplean. La comunicación, el discurso, ha de encaminarse siempre a la creación o fortalecimiento de una identidad de grupo que nos permita avanzar como nación. No quiere decir que todos deban escribir o hablar de lo mismo ni con el mismo estilo, pero sí que sin una coherencia en el discurso, sin una acción colectiva en la comunicación de las distintas organizaciones de la sociedad civil cubana no se podrá fortalecer la identidad colectiva que permita un cambio positivo en nuestra sociedad. El discurso de la unidad en la diversidad, el discurso del respeto entre cubanos y de la no descalificación, el discurso de la inclusión por encima de criterios de credo, raza, ideología, sexo, son premisas fundamentales.
El discurso de la sociedad civil cubana ha de ir dirigido a los ciudadanos comunes y corrientes, los que sufren las consecuencias del desabastecimiento y los bajos salarios, los problemas de transporte y de vivienda, la represión, etc., ha de ser un discurso cercano y comprometido con los trabajadores, los estudiantes, los que buscan empleo, los que quieren emigrar que representan un número grande de excluidos en cuanto a oportunidades, en fin, a todo aquel cubano que busca oportunidades y soluciones diferentes a las que ofrece el sistema político y económico actual. Al mismo tiempo ha de ser un discurso que rompa con las tendencias a las que nos tiene adaptado el discurso oficial: manipulación de la realidad, ocultamiento de la verdad, lenguaje excluyente y agresivo, foco en el mundo exterior y sus características negativas, entre otros. No obstante, la construcción de una fuerte identidad capaz de generar una movilización social y un cambio, no se logra solamente desmontando, atacando o criticando la identidad impuesta en el discurso oficial. Si bien la crítica es un elemento importante para promover el desarrollo social, los cubanos están ávidos de un discurso incluyente, respetuoso, propositivo, proactivo, renovador, educado, coherente, incluso cuando este discurso se dirige hacia aquel que nos oprime.
Para la sociedad civil cubana está pendiente la tarea de superar el sesgo ideológico que con frecuencia impide una dinámica de inclusión y verdadera unidad en la diversidad. Los cubanos están ansiosos por un cambio, pero le temen, y la mejor manera de acercarlos y de incluirlos en un movimiento que apunte hacia ese objetivo es con un discurso que logre construir una identidad en la que la mayoría de los cubanos se sientan respetados, incluidos, representados, involucrados. Se puede construir identidad con un discurso incoherente, con un lenguaje excluyente, grosero o excesivamente confrontador, pero no el tipo de identidad que necesitamos en Cuba, no aquella que uniría a todos los cubanos en función de un futuro democrático y próspero, no aquella identidad que promovía nuestro apóstol nacional “con todos y para el bien de todos”.
Solo para ilustrar un poco en qué sentido habría que trabajar en la Cuba actual pregunto. ¿Qué diferencia estamos haciendo si respondemos a una ofensa con otra, a un insulto con otro, a una descalificación con otra? ¿Qué identidad lograremos construir si nuestro discurso está plagado de crítica -a menudo no constructiva-, lenguaje ideologizado y maniqueo en el que nos mostramos como los únicos buenos y los portadores de la verdad absoluta? ¿Qué solución ofrece una sociedad civil que no supere el profundo sesgo ideológico que sufre, transforme su discurso y lenguaje hacia más inclusión, respeto y coherencia, y construya una identidad que le permita acercarse a los ciudadanos?
Por otro lado, el discurso se dirige también a las élites favorecidas, como carta de presentación, como advertencia de que existe descontento, como declaración de diferencias que han de ser superadas o manejadas como única vía para la solución de los problemas que afectan a los más desfavorecidos de la sociedad cubana. Sin embargo ese discurso que se dirige desde la sociedad civil hacia las autoridades, hacia el gobierno en este caso, no está excepto de los requerimientos anteriormente mencionados. Oponerse no es sinónimo de enemigo, discrepar no es sinónimo de insultar, diferenciarse no es sinónimo de dividir, criticar no es sinónimo de mirar solo lo negativo. En este sentido, tanto el gobierno cubano como la sociedad civil han de renovar su discurso y la manera como buscan construir identidad, de lo contrario seguiremos en una lucha maniquea entre buenos y malos, en un círculo vicioso dentro del que será muy difícil construir la democracia y lograr el progreso al que se aspira.
A pesar de que los ciudadanos que conforman grupos y movimientos de la sociedad civil tengan razón hasta cierto punto o completamente en las críticas que hacen del sistema imperante, o en los argumentos que plantean para reformar el sistema político y económico, no deja de ser muy relevante la manera como se usa el discurso para aunar esfuerzos, hacer crecer una causa, justificarla, construir una identidad de grupo capaz de generar movilizaciones masivas significativas, y de poner la atención sobre temas que quizás estaban pasando desapercibidos en cierto sentido. A veces la forma es tan importante o más que el contenido, a veces los fines no justifican los medios, y los cubanos hemos de aprender estas verdades, de lo contrario corremos el riesgo de seguir demorando el cambio que deseamos.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.