MIRAR LAS IMPERFECCIONES Y LAS DIFERENCIAS COMO OPORTUNIDADES

Miércoles de Jorge

Reconocer la imperfección de las realidades humanas no es sinónimo de pesimismo, de desánimo, frustración, negatividad, etc., sino que es una actitud fundamental para hacer crecer cualquier proyecto que involucre a seres humanos. Los límites, defectos e imperfecciones no reducen valor, sino que aportan y generan las oportunidades de mejorar, de hacer crecer y de perfeccionar las realidades humanas, desde el reconocimiento de que la vida es un camino en el que día a día se han de enfrentar nuevos obstáculos y en el que nada es absolutamente lineal.

Al salir a la calle en Cuba, con frecuencia nos encontramos que la gente se queja muy a menudo, nos quejamos del transporte, la comida, los salarios, la corrupción, las injusticias, la violencia, el calor y muchas otras realidades que a diario agobian la vida de las personas. La queja -cuando incluye crítica profunda de la realidad- es percibida en ocasiones como una realidad negativa, como algo de gente que no quiere al país en el que se vive o que no son tan cubanos como aquellos que no se quejan y que sólo miran lo positivo de las cosas. Por otro lado nos encontramos a quienes desde una posición crítica con la realidad excluyen en sus discursos y formas de actuar a quienes no sean críticos sino defensores del sistema actual. En este sentido, vale la pena reflexionar respecto al hecho de que si bien es malo ser muy negativo y mirar solo lo negativo, también es malo ser muy positivo y tratar de justificar las cosas como si nada malo, nada de imperfecto, nada de maldad hubiera en las realidades que se nos presentan. En cualquier caso Cuba necesita urgentemente aprender a reconocer que la diversidad y las imperfecciones de la vida cotidiana son oportunidades y no frenos, son retos y no obstáculos invencibles, y sobre todo, se debe entender que estas realidades no pueden significar motivo de división y enfrentamiento entre grupos y personas que a fin de cuentas comparten una misma nación.

Reconocer los errores, criticar la realidad, buscar los aspectos negativos y los que se deben mejorar, compartir esta información con los que nos rodean y denunciar en los medios y espacios a los que tengamos acceso son realidades que ayudan a mejorar el estado de las cosas, en el sentido de que invitan al replanteamiento de la necesidad de crecer, de hacer algo de una manera mejor, de impulsar cambios que generen mejores soluciones y menos críticas.

Por otro lado existe otro problema, el que surge cuando el ejercicio de la queja nos atrapa, cuando la denuncia se hace rutina e impide ver lo que hay más allá, lo bueno de las cosas, cuando la crítica se vuelve destructiva, o cuando los sesgos ideológicos impiden ver y valorar las dos caras que toda moneda tiene. Esta realidad plantea para la sociedad civil cubana actual una responsabilidad enorme en la manera en que sus actores han de conducir sus discursos, críticas, propuestas; en la manera en que invitan a los ciudadanos a integrarse en grupos y asociaciones que busquen un cambio para el futuro de Cuba, y en la manera en la que se ejerce el trabajo cotidiano de cada una de las organizaciones que la componen.

El reto está en aprender a mirar lo bueno y lo malo, en balancear los razonamientos, en mirar sin extremos y discernir lo positivo y lo negativo de cada una de las realidades que enfrentamos a diario. En reconocer que cada persona, cada organización, cada país, cada sociedad tiene una experiencia de vida diferente y es por ello por lo que son diferentes en la manera de pensar, de convivir, de expresarse, etc., lo cual nada tiene que ver con las buenas intenciones o no de las partes, y no constituye un criterio suficiente para aislar, para rechazar o anular. La diversidad es fuente de riqueza, e implica el reto de reconocer que los discursos no pueden ser excluyentes por considerarse correcta o no una realidad determinada, sino que han de ir dirigidos a la búsqueda de la unidad en la diversidad y al profundo reconocimiento de las diferencias e imperfecciones propias y ajenas.

 

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.

 

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