Martes de Dimas
A la ocupación de La Habana por Inglaterra le corresponde un lugar especial en la historia de Cuba. Lo que fuimos a partir de entonces es inexplicable sin su impacto.
El dominio naval del Caribe, clave para el control del comercio americano, constituía una de las razones de lucha entre las potencias coloniales del siglo XVIII. En ese propósito La Habana, centro marinero y militar del imperio español se alzaba como posición determinante. La Guerra de los Siete Años (1756-1763) entre Inglaterra y Francia, en la que España participó como aliada de los galos, coincidió con un momento de fuertes tensiones entre peninsulares y criollos.
A sólo unos meses de presentarse la Armada Inglesa frente a La Habana, el gobernador de la Isla Francisco Cajigal y de la Vega, quien había autorizado la extracción de azúcar en barcos fletados por los criollos, fue sustituido por el mariscal Juan del Prado Portocarrero y Luna con órdenes expresas de recuperar el monopolio del comercio y frenar el poder de la oligarquía habanera.
La acción armada, iniciada el 7 de junio de 1762, constituyó la mayor movilización militar y naval conocida en la historia americana hasta el siglo XIX. Ante el ataque iniciado por Cojímar y Bacuranao los defensores hundieron dos navíos en la boca del puerto para impedir la entrada de los buques enemigos; una ación que inutilizó su propia escuadra al quedar encerrada dentro de la Bahía. Ocupada la Cabaña y recibidos los refuerzos de Norteamérica, la explosión de una mina colocada previamente abrió la brecha por la que irrumpió el asalto. El Morro fue tomado el 11 de agosto y al día siguiente se firmó la capitulación. Once meses después, el 6 de julio de 1763, los ingleses se retiraron de La Habana a cambio de la Florida, pero ya nada volvió a ser como antes.
El gobierno central, la Real Compañía de Comercio y la Real factoría de Tabacos fueron suprimidos; el puerto habanero se abrió al comercio internacional; Santiago de Cuba pasó a ser el centro de la Capitanía General hasta el canje de la Florida por La Habana, tiempo en el cual los alimentos para la escuadra española estacionada en ese puerto eran suministrados por corsarios provenientes de las colonias francesas del Caribe; los hacendados bayameses y santiagueros criaban ganado para los productores de café, añil y algodón de Santo Domingo; y unos 900 buques visitaron el puerto de La Habana. Los cubanos adquirieron conciencia de la relevante dimensión de la situación geográfica de la Isla para el comercio marítimo y descubrieron un ambiente más tolerante en materia política y religiosa.
La importancia del hecho no radicó tanto en la victoria militar inglesa como en su impacto sobre las contradicciones entre criollos y peninsulares. Recuperada La Habana en 1763 los intentos de restituir los viejos controles monopólicos resultaron inútiles para contener el flujo comercial entre los criollos y el Caribe. Ante la nueva realidad el gobierno español aceptó la apertura del comercio, puso fin a algunos privilegios e inició un programa de obras públicas que en pocos años edificó fuentes y avenidas, construyó los palacios de los Capitanes Generales y del Segundo Cabo y se culminó la Catedral de La Habana; edificaciones calificadas como obras maestras de la arquitectura civil cubana. Un salto impensable sin el impacto de la ocupación.
Los hechos influyeron en el pensamiento y la forma de vida de los criollos. Francisco de Arango y Parreño, ideólogo de la oligarquía habanera en ese momento, contactó de forma práctica la relevancia de la libertad del tráfico marítimo y de la marina mercante; el padre José Agustín Caballero propuso una legislación inspirada en el derecho público inglés; la población tomó conciencia del daño causado por la ausencia de la libertad de comercio.
A partir de la ocupación, la naciente plantación azucarera-tabacalera contó con todas las condiciones para un desarrollo vertiginoso: capacidad de producción instalada, capital acumulado y libertad de comercio. Sin embargo, esos logros encerraban una gran injusticia hacia otros sectores, especialmente hacia la creciente población negra, tanto libre como esclava. De nuevo se repetía en intento de igualdad en la desigualdad.
La inmediatez en la introducción de adelantos tecnológicos, las sublevaciones de esclavos, las guerras de independencia y el proceso inconcluso de conformación de la nación, están relacionados con la presencia inglesa en La Habana.
Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
Reside en La Habana desde 1967.
Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida. Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).