El ahorro es la parte de la renta que no se consume. Siempre tiene un propósito: ir de vacaciones, viajar al extranjero, costear estudios, comprar una casa, invertir en un negocio…
Ahorrar es la base para que crezca la inversión. El ahorro sirve como fuente propia o de crédito para inversiones. El ahorro es algo bueno para una economía, ya sea doméstica o nacional, siempre que no represente un sacrificio inmediato de bienes imprescindibles, que se traduzca en una hipoteca del presente por el futuro.
Solamente pueden ahorrar verdaderamente los que reciben cierto nivel de renta, un nivel que les permita consumir lo necesario y dejar un margen para acumular o ahorrar. A mayor renta mayor nivel de ahorro y, por tanto mayores posibilidades de hacer crecer la riqueza. Pero con un nivel de renta por debajo de lo necesario para el sustento digno, es muy difícil el ahorro. Los de menor ingreso, necesitan consumir todo lo que ganan e, incluso, más de lo que ganan.
Ahorrar es, en muchas ocasiones, un concepto confundido con no derrochar. No hay derecho a derrochar bajo ninguna circunstancia, ni en la riqueza ni en la pobreza. Y es verdad que el derroche, muchas veces impide el ahorro. Pero ahorrar es destinar una parte de los ingresos recibidos para un fin diferente al consumo inmediato, no malgastarlos.
El ahorro continúa siendo una palabra clave en Cuba. No el ahorro como base de la inversión, sino el ahorro como contracción del gasto para que alcance para más. Lógicamente, las rentas en Cuba están muy por debajo del nivel mínimo necesario para vivir con dignidad. Ni las subidas de salario, ni los estímulos a trabajadores productivos, ni las compensaciones, son suficientes para hacer crecer la renta al punto de superar las necesidades de consumo.
Ahorrar, en la estrategia cubana de economía, hace referencia a aquella famosa consigna de “hacer más con menos”, que estimulaba a utilizar menos recursos para fabricar el mismo producto o brindar el mismo servicio, y que intentaba promover el máximo de eficiencia en las empresas estatales. Por supuesto, ni resultaba el mismo producto, ni se ha recuperado aún la calidad de los servicios.
Este es un signo inequívoco de una economía de supervivencia. Privarse de satisfacer necesidades en pos de un ahorro que no asegura ningún beneficio palpable para sus protagonistas, es inhumano.
Cuando escuchamos la palabra ahorro, la identificamos con privaciones y estrecheces. El ahorro en Cuba significa más de 4 horas al día sin aire acondicionado en locales y oficinas estatales cerradas, empresas sin prestar servicio en los últimos días del mes por haber agotado su plan de consumo de electricidad o paradas de ómnibus con largas colas por dificultades en el transporte. Significa días sin servicio de agua o apagones “justificados” por supuestas roturas en el sistema. Para “ahorrar”, se utiliza instrumental médico en más de un paciente o se acomoda el tratamiento de una enfermedad a la escasez de recursos. En nombre del ahorro, se ofrecen servicios y productos de baja calidad que no satisfacen a sus consumidores.
Sin que sea un propósito común en pos de un bien superior en el futuro, la convocatoria al ahorro provoca rechazo, mucha veces al punto de la inconsciencia del derroche.
Cuba necesita que los ciudadanos tengan oportunidad y posibilidad real de ahorrar. Rentas suficientes y crecientes, que garanticen un margen de recursos por encima del consumo diario y la eliminación de los frenos que impiden utilizar el ahorro para hacer crecer la renta y tender al desarrollo.
Entonces no será necesario convocar al ahorro. Los intereses personales en comunidad con los intereses de la nación, crearán el ambiente propicio para incentivar el ahorro y la inversión.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.