Al mismo tiempo que aumentan los precios de los productos comestibles, materias primas y materiales de empresas que se dedican a la producción de los mismos, se produce Cuba una disminución del precio en el mercado inmobiliario y de valores patrimoniales en general.
Algunos se aferran a sus propiedades en venta, manteniendo un precio que, aunque exprese el valor que su propietario le concede, y que a lo mejor tiene el inmueble, no está ajustado al mercado, ni a la situación económica existente. Esto puede tergiversar la realidad mostrando una situación de altos precios de las viviendas y los autos, cuando la verdad es que, a esos precios, muy pocos pueden comprar. La actividad del mercado tiene lugar solo entre vendedores dispuestos a ajustar el precio y compradores que cuentan con un fondo para invertir.
En la misma medida en que las personas deben dedicar grandes cantidades de sus ingresos a solucionar el problema de la comida y del vestir, además de grandes esfuerzos para conseguir lo que necesitan, se reduce la disponibilidad de fondos para invertir en viviendas, automóviles y otros bienes duraderos.
Es innegable también que ha perdido atractivo invertir en viviendas en Cuba para los extranjeros, o cubanos residentes fuera de Cuba, debido principalmente, al freno que impide hacerlo legalmente.
Si bien es cierto que los precios de las viviendas y los autos, se dispararon una vez que se aprobó la ley que permitió la compra venta, en la actualidad, el mercado ha sufrido un deterioro en cuanto a precios y actividad.
Pudiéramos pensar que, como cualquier mercado, en la medida en que aumentó la oferta, y la disminución de la demanda ante el recrudecimiento de la crisis económica, los precios se ajustaron, lo que estaría bien tratándose de uno de los pocos mercados libres que existen en Cuba. Aparentemente la disminución de los precios de autos y edificios es atractiva para la inversión. La pregunta es: ¿ha estimulado esta disminución de precios la actividad en el mercado de estos bienes?
Los precios no son la única variable para estimular el mercado y, si otras condiciones para la inversión como la legalidad, la infraestructura, los precios de los alimentos o del mercado de trabajo, los impuestos, no son favorables, entonces el precio debe seguir bajando para que se tome la decisión de invertir. El problema radica en que la disminución de precios continúe hasta situar el precio de los inmuebles muy por debajo de su valor real. Teniendo en cuenta que los privados en Cuba han tenido acceso legal a una muy pequeña parte de las inversiones (en casas, en carros, en un negocio por cuenta propia), la depreciación de estos activos los puede afectar significativamente.
Esta es una situación poco saludable para la economía, porque pone en desventaja a los propietarios y se crea una atmósfera desfavorable para el impulso de este mercado y, por tanto para la economía en general.
Para aliviar esta disminución de precios y ayudar a alcanzar el equilibrio, el Estado podría impulsar en estos momentos el mercado, con una disminución de impuestos y una inyección de crédito a privados, cosas de las que no se habla y que no parece estar dispuesto a hacer.
La falta de elementos esenciales como los alimentos, el agua, el combustible, hacen invisibles esta y otras situaciones que pueden afectar profundamente la economía. Es aceptable que los ciudadanos no nos preocupemos más que por el pan diario si es muy difícil asegurarlo, pero los especialistas responsables tienen el deber de ocuparse de todos los aspectos económicos y mantener informada a la población sobre sus planes y acciones.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.