- “Tener no es signo de malvado, y no tener tampoco es prueba de que acompañe la virtud,
- pero quien nace bien parado, en procurarse lo que anhela, no tiene que invertir salud”
- Silvio Rodríguez
Conversando sobre la situación de crisis que vivimos y que se ha profundizado en los últimos meses, alguien me decía: “Soy revolucionario, pero esta situación está muy difícil”. Aprovechando la expresión, pregunté: “¿Qué defiendes cuando defiendes la Revolución?”
Después de esgrimir los socorridos argumentos de la educación y la salud gratuitas, y yo decirle que eso no era diferencia con otros países donde también existen y con mejor calidad y nivel de garantías, me dijo: “Es que ustedes (refiriéndose a los que pensamos diferente) se fijan nada más en lo material, en lo económico, y lo más importante es la dignidad y la fidelidad”.
Me hubiera gustado responderle a mi interlocutor: lo económico no es solo lo material, y la dignidad depende, en gran medida, de lo económico. Luego me pareció que la respuesta no era tan simple.
En la experiencia de la humanidad, se han sustituido las discusiones entre qué es lo prioritario, por el convencimiento de lo complementario, es decir, se constata el hecho de que no se puede vivir a plenitud, cuando se prescinde de una de estas dimensiones en función de la otra. La relativización de uno u otro aspecto de la vida, deshumaniza.
En Cuba, lo económico ha sido relegado durante mucho tiempo, a un último lugar, dando fuerza a relaciones de dependencia que han mantenido la economía en condiciones de supervivencia, en crisis, con cortos períodos de alivio, sin soluciones sostenibles. En la actualidad, aunque se intenta aplicar fórmulas superficiales, el deterioro económico no se detiene. Es que no pueden llenarse mercados vacíos con consignas políticas o eventos feriados. No puede detenerse la crisis cuando se aprueba una constitución que sigue promoviendo la empresa estatal socialista como ente principal de la economía, después de comprobar que esta ha sido, en general, ineficiente y generadora de grandes pérdidas y salarios injustos para sus trabajadores.
Dar prioridad a lo económico significa promover una cultura de productividad, disciplina en el trabajo, eficiencia, relaciones justas de remuneración, utilización racional de los recursos. Priorizar lo económico, implica actitudes positivas importantes como la puntualidad, el rendimiento, la disposición al sacrificio, la diligencia, la inteligencia, el culto a la calidad y la excelencia, el cumplimiento del deber. Estos valores no se enfrentan con lo espiritual del ser humano, sino que lo potencian. Pero ese comportamiento debe estar avalado con la obtención de lo necesario para vivir con dignidad y la posibilidad real de elevar el nivel de vida, de tener cada vez mayor acceso a los recursos, más comodidades, más posibilidades de recreación, de participar en la vida del país. La pobreza no es un valor en sí mismo, ni la riqueza un contravalor. Depende de la persona y de la sociedad.
Si bien debe tenerse en cuenta que no pueden sacrificarse valores como la salud, el disfrute de tiempo libre o el cuidado del medio ambiente, en pos del crecimiento económico, es necesario reconocer que relegar los valores económicos, con la consecuente pérdida de la cultura económica, es fatal para la situación social de una nación.
Y si en esta puja de unos valores con otros, las personas, los ciudadanos, hubiéramos salido beneficiados, promovidos y hubiéramos tenido la primacía que nos corresponde, pudiéramos hablar de argumentos a favor. Paradójicamente, esa sería la única justificación para haber transformado una isla próspera, en una nación dependiente y sin posibilidades de desarrollo.
Quejarse de la crisis, de alimentos, de agua o de electricidad, no nos hace materialistas e insensibles, sino que nos enfrenta a una realidad que no se resuelve con “fidelidad” a un sistema que no ofrece contenido ni argumentos para defenderlo.
Ignorando el ataque de mi interlocutor, pensé en cómo ven algunos el sistema cubano: un objeto de fidelidad y seguimiento sin análisis de resultados ni cuestionamientos. Comprendí que el ataque fue su salida ante una pregunta que no podía contestar. Es difícil encontrar argumentos bien fundamentados para la defensa de un sistema social que después de 60 años, no ha encontrado la fórmula para garantizar el bienestar de los ciudadanos, ni el desarrollo del país. Y mucho más difícil encontrarlos en la falsa y vieja disyuntiva entre lo material y lo espiritual.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.