En Cuba, entre los más favorecidos hasta el momento podían distinguirse tres grupos fundamentales: los que tienen acceso a la corrupción, los que reciben remesas, y los que han logrado mantener y ampliar un negocio por cuenta propia. También podemos incluir los que con las nuevas oportunidades que han dado algunos países (de poder viajar sin visas), tienen o consiguen un capital suficiente para importar artículos deficitarios en el país y venderlos, una práctica que aún no cuenta con una regulación adecuada, pero que va siendo tolerada como forma de incrementar los ingresos.
Con las nuevas condiciones de escasez, ha emergido un nuevo grupo de personas con ventajas sobre los demás: los que tienen posibilidades de dedicar horas a hacer colas. Por ejemplo:
– Los jubilados, que todavía conservan fuerzas físicas como para estar horas fuera de casa, de pie y expuestos a la violencia verbal y a veces física de una cola.
– Los impedidos físicos, que tienen prioridad para las compras si presentan un carnet que los acredita como tales, sin importar cuán evidente sea su invalidez.
– Los que no trabajan, aún estando en condiciones de hacerlo, que tienen entonces todo el tiempo y la resistencia necesaria para hacer la cola.
– Los que trabajan con el Estado, que tienen más oportunidad de “escaparse” en horario laboral que los que trabajan para un negocio privado.
Se promueve también un “negocio” que existe desde hace algún tiempo, pero que ahora adquiere mayor relevancia: las “coleras” y también los “coleros”. Personas que se dedican a hacer colas para otros que les pagan el producto y la cola. O los que aplican la variante de vender los “turnos” en las colas. Por supuesto que no muchos tienen la posibilidad de comprar estos servicios. Este “oficio”, sirve además como principal blanco de críticas y protestas porque generalmente, cuando se agota la oferta del producto, los que no lograron comprar, culpan, en primer lugar, a los que compraron primero y “compraron mucho”.
Otra vez, las condiciones sociales y económicas a favor de los que menos aportan al país. No puede propiciarse así la eficiencia y el aumento de la productividad. No se estimula así, el trabajo honesto y la disposición al esfuerzo y al trabajo eficiente. Otra vez, la ventaja en este sistema económico, es para un grupo social que no es el que más aporta. Porque realmente, las largas y conflictivas filas, solo pueden hacerla los que no tienen que trabajar en el mismo horario en que son abastecidas las tiendas con los productos de primera necesidad, en cantidades tan por debajo de la demanda, que se agotan en muy poco tiempo.
No obstante, la crisis tiene una arista positiva: aumenta la conciencia personal y social de que el sistema económico cubano, por un lado es dependiente: no hay manera de que no relacionemos la situación con los cambios en América Latina y específicamente con la situación en Venezuela. Y por otro lado, que no es suficiente con hablar de una actualización del modelo, porque definitivamente, no funciona este modelo centralizado y estatalizado, cerrado a las inversiones de cubanos
Se necesitan soluciones para que los cubanos encontremos sosiego en la cotidianidad. No necesitamos discursos ni fórmulas de actualización que no den resultado. Es importante que las explicaciones vengan acompañadas de soluciones, que percibamos bien la disposición del gobierno cubano para tomar cualquier decisión que frenara el rumbo hacia un caos total que lleva la economía cubana, para emprender el camino de la prosperidad y el desarrollo de cada cubano y de todo el país.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.