Los modelos económicos tradicionales y sobre los que con frecuencia se centran las discusiones son el capitalismo y el socialismo. El primero es un sistema basado en la propiedad privada, la libre iniciativa de los agentes económicos, la asignación de recursos según las reglas del mercado. El segundo sistema -socialismo- plantea la importancia de la planificación central como mecanismo de distribución de los recursos, se basa en la intervención estatal, anula los incentivos en los que los agentes económicos basan sus motivaciones, propiedad estatal de los medios fundamentales de producción, centralización y poca o nula autonomía empresarial.
La experiencia histórica ha conducido a una superación de esta dicotomía, y la mayoría de las economías hoy en día emplean un sistema mixto, que es aquel que combina algunos aspectos del capitalismo con otros del socialismo. Incluso Cuba es un país que se ha visto forzado a abandonar los presupuestos comunistas o socialistas para avanzar hacia una economía que sobrevive gracias a los aires de mercado que le llegan, ejemplo de ello es el naciente sector privado. En términos de modelos económicos, la mejor opción ha de propiciar un balance donde ni se anule ni se otorgue excesivo poder al Estado o al mercado, pues el excesivo poder del Estado, elimina los incentivos, atenta contra la productividad y frena el crecimiento; mientras que el mercado, por sí mismo, no ha demostrado conjugar efectivamente objetivos de libertad y crecimiento económico con otros de igualdad y justicia social, entre otras cosas por las externalidades que genera.
Al mirar la realidad de la mayoría de los países alrededor del mundo, incluso al mirar la historia de Cuba, se percibe que el mercado ha probado ser el mecanismo más eficiente en términos de generar crecimiento económico, mediante la propiedad privada, y las libertades económicas como el comercio, la inversión, la libre empresa, etc. La planificación central, por el contrario, a lo largo de la historia ha fracasado como un mecanismo capaz de generar crecimiento económico.
La iniciativa privada es más eficiente en este sentido porque se basa en métodos horizontales, los que se crean a partir de los incentivos de los agentes económicos y responden a estos incentivos, haciendo posible un mejor flujo de información y facilitando las transacciones económicas, además la iniciativa privada genera estímulos para la innovación. Por otro lado, los métodos verticales característicos de la planificación central, así como las metodologías de dirección coactivas del tipo “ordeno y mando” atentan contra los fundamentos y leyes naturales de la actividad económica, así como contra la eficiencia y el desarrollo económico, limitan las libertades y la iniciativa de los agentes económicos, e imposibilitan el buen funcionamiento de la economía.
No obstante, el hecho de que la iniciativa privada sea más importante que el Estado para generar crecimiento económico, no quiere decir que no es necesaria la intervención estatal en economía. De hecho, casi todas las economías del mundo tienen de una forma u otra intervención estatal, incluso las economías más desarrolladas o liberales como pudiera ser la de Estados Unidos. Autores como Sen (1999) y Sachs (2005) han estudiado este tema y proponen la necesidad de un balance y compromiso entre el mercado y el estado como la forma más efectiva para superar la pobreza y avanzar hacia el desarrollo. Como ellos, muchos otros autores han estudiado este tema, y la experiencia práctica demuestra la importancia de que la iniciativa privada sea enriquecida o complementada con unos determinados grados de intervención.
La pregunta es, ¿Cuáles son los límites de la intervención estatal? ¿en qué interviene el Estado? ¿Cómo se garantizan los niveles adecuados de intervención? Al ver el apartado de la nueva constitución que será sometida a referéndum, referido a los fundamentos económicos, queda claro que el gobierno cubano (principal promotor de esta constitución) no ha entendido como funciona la economía, no ha tenido en cuenta la experiencia histórica cubana y mundial a la hora de proponer un modelo económico para el futuro de Cuba. Así, la intervención estatal con total discrecionalidad para el gobierno en cualquier asunto (comercio, inversiones, propiedad) sigue siendo la pieza fundamental del modelo, a pesar de pequeñas variaciones como el reconocimiento de la propiedad privada.
A pesar de que es un tema ampliamente debatido, señalo nuevamente los riesgos de insistir en un modelo económico ineficiente e injusto, los riesgos de no cambiar, los riesgos de no limitar la intervención estatal en economía a funciones en ámbitos estratégicos para corregir los desequilibrios del mercado, promover la competencia y hacer frente a las externalidades. Así como en temas relacionados con la seguridad nacional, el cuidado y la sostenibilidad del medio ambiente, la lucha contra la pobreza, etc. Estos son asuntos donde el estado ha de jugar un importante papel, pero no es siendo dueño del 90% de las empresas como se genera riqueza, no es limitando la propiedad privada, el comercio, las inversiones, la acumulación de riquezas; sin un cambio al respecto es imposible crecer, la experiencia lo ha demostrado. El próximo domingo es momento de decir #YoVotoNo a un modelo económico que no genera crecimiento.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.