Los conceptos de justicia, ética y valores cívicos de una nación, de un pueblo, de una sociedad, si se pretenden poner en práctica eficientemente para bien de la nación, no pueden descansar ni depender de coyunturas, consignas, circunstancias históricas, compromisos o durante manifestaciones de crisis; ni puede ser su salvaguarda única un sector privilegiado de la sociedad, ni deben estar a cargo de la máxima autoridad gubernamental para cuando esa autoridad determine por propia decisión o a través de sus discernimientos o de la información recibida, “la gravedad y el deterioro que esos conceptos y principios han alcanzado en la praxis social”.
Si observamos el deterioro que nos ocupa, proviene y se inicia en un tiempo atrás de algo más de 30 años en que comenzaba la incipiente y prematura manifestación de “un mal que ha cobrado ya magnitudes apreciables en el comportamiento de la sociedad en cuanto a los valores de la convivencia, el respeto y la decencia ciudadana”.
Me pregunto: cuando en una nación, un pueblo, una sociedad, hay problemas, conflictos de tipo social, económico, cultural, educacional, deterioro estructural, de la justicia social, de la ética y los valores cívicos, o de cualquier naturaleza ¿quiénes son los responsables de ponerlos a la luz y de quién es la tarea de resolverlos? ¿No somos todos los ciudadanos de una nación, su entramado de la sociedad civil, los que tenemos la responsabilidad, el derecho y el deber de denunciar, criticar y proponer a los que nos gobiernan, soluciones cooperativas a su debido tiempo y sin que ello cause perjuicios a las personas que ejerzan ese deber y ese derecho, además de que al hacerlo se les presta oídos y se pone de inmediato manos a la obra para resolver esos problemas, que están en ciernes para su más pronta solución, y hacer para ello lo que sea necesario hacer? Así sería más breve y menos costosa la sanación desde el punto de vista del sufrimiento humano y del daño antropológico que causarían esos males a las personas.
En el caso particular que nos aqueja y motivo de este artículo de opinión: ¿dónde se encontraba y qué estaba haciendo la vanguardia intelectual cubana desde y durante más de 20 años? ¿Qué se encontraba haciendo esa vanguardia en cuanto a paliar el deterioro que se venía produciendo relativo a la justicia social, la ética y los valores cívicos de nuestra nación, de toda la nación? ¿No era en aquel momento del surgimiento, de las problemáticas y conflictos, hace más de 20 años el momento oportuno y necesario para afrontar y enfrentar las manifestaciones de indisciplina social y las conductas éticamente reprobables? ¿Acaso no existieron manifestaciones, críticas y denuncias de diferentes sectores e instituciones, entre ellas la Iglesia Católica y sus publicaciones, que sin ser siquiera disidentes u opositores emplazaban su atención sobre estos temas sociales, éticos y de valores cívicos deficitarios y lo hicieron desde posiciones y proposiciones transparentes y de cooperación, y con proyectos definidos incluso para conducirlos a su solución y apuntando y previendo lo que se avecinaba en el futuro que ahora estamos viviendo en el presente, y que nos aqueja de forma grave?
Es ahora, solamente ahora, en el momento que el Presidente del país manifiesta públicamente mediante un llamado a promover los estamentos de nuestra sociedad (y es bueno que lo haga, mejor tarde que nunca) sobre “los valores de la convivencia, el respeto, la decencia y la solidaridad”. Es ahora, después que el Presidente manifiesta su inquietud y hace el llamado, no antes, es ahora cuando “la vanguardia” de la intelectualidad cubana pretende colocarse en el lugar que le debía haber correspondido y corresponde, no antes. Parece ser que antes de estos 30 o 40 años nohabíasidoasí,yahorasepretendeplantearque “la intelectualidad y la cultura cubana presentan un potencial extraordinario” (¿antes no lo poseían?). Se plantea además, que hoy esa vanguardia intelectual, tiene ante sí deberes ineludibles y es ahora que “están conscientes de los problemas complejos que enfrentan y la hora crucial que vive la Patria y el ideal socialista”. Ahora es que tienen ese deber ineludible, antes no.
La justificaciones, los “pero”, los “sin embargo” de esta declaración, vienen expresados en el llamamiento al VII Congreso de la UNEAC, y muchas de las frases y conceptos citados antes y después de este párrafo, que aparecen entrecomilladas, fueron tomadas del diario Granma del lunes 22 de julio de 2013, inspirador de este artículo de opinión.
La vanguardia cultural cubana expresó, y cito: “Tenemos deficiencias y debilidades y encontramos límites y obstáculos a la hora de ejercer nuestras funciones. No nos consuela conocer que lo mismo está sucediéndoles a otros muchos sectores del país. Sabemos que la conformidad suele esconder la inercia, uno de los principales enemigos de la creación y del espíritu de lucha.” Y más adelante plantean: “La UNEAC posee una valiosa tradición en el ejercicio del criterio, y en un debate que nos ayuda a ser críticos y autocríticos” (¿a qué ejercicio del criterio se refieren?). ¿Por qué no lo ejercieron en el momento adecuado cuando el mal era incipiente? ¿O acaso no se lo permitieron o lo obstaculizaron para así no reconocerlo? Y sigue a continuación la cita: “No nos creemos dueños de la verdad, preferimos escuchar y dialogar”. No escucharon ni dialogaron en el pasado, y ¿estarán realmente dispuestos sin prejuicios ni temores a hacerlo ahora, a escuchar y dialogar, y como resultado de ello cambiar todo lo que haya y sea necesario cambiar? Ojalá y así sea para bien de la Casa Cuba que queremos fundar.
Lo primero que debería ocurrir es que cese el funcionarismo, que haya verdaderos dirigentes y sean además, diligentes, con autonomía propia que piensen con cabeza propia para que no tengan que esperar a que transcurran 20 años más para que otro presidente les señale otra gravedad u otra situación aún mayor y más grave que la presente.
Estoy completamente de acuerdo en algo expresado en el llamamiento: que expone: “La educación debe ser un vehículo por excelencia para que nuestros niños, adolescentes y adultos sean mejores seres humanos” Lo que quiere decir que hasta el momento no ha sido así. Para que así fuera habría que reformar el sistema educacional actual, rediseñarlo no para adoctrinar ideológicamente, ni para formar futuros políticos convencidos de todos los dogmas que se les trasmite en los objetivos de formación política e ideológica.
Y muy importante lo expresado en el llamado, referente a los medios de comunicación, y cito: “Los medios de comunicación, cuyas potencialidades se han revolucionado en el presente, son un arma colosal para el goce y la liberación de la cadena del dominio imperial”. Y afirman: “En los últimos 20 años, la sociedad cubana ha sufrido cambios muy perjudiciales en su valores, sus relaciones sociales y sus costumbres.”
Ojalá y mi escepticismo se desmorone y la UNEAC, junto a la vanguardia intelectual logre sacar a Cuba, su pueblo, su sociedad, sus hombres, y mujeres a la luz de la transparencia de una convivencia fecunda, respetuosa y fundada en la reconciliación, el diálogo verdadero de la escucha a lo diferente y a la verdadera reflexión para sacar a flote lo que ahora se hunde en el ostracismo, la inmovilidad, la apatía, el desconcierto y el desconocimiento real de las causantes de los males que padecemos.
Me preocupa que durante el transcurso de un tiempo prudencial no se haga lo que es prudencial hacer ahora, y no se hizo antes, ni se está haciendo, y luego nos asombraremos e intentaremos expiar nuestras responsabilidades y nuestras culpas. Trataremos de explicar circunstancias, deficiencias e impedimentos que podrían poner en peligro la sanación y cura de esta nación, de esta sociedad que no merece pasar por estos sacrificios que dejan huellas duraderas en lo más profundo de la conciencia y la naturaleza humana de las personas que vivimos bajo el mismo techo. Estamos llamados todos, sin excepción, a rehacerlo de la mejor manera para bien de todos los cubanos y cubanas, que es el bien de la Patria.
- Humberto J. Bomnín (Pinar del Río, 1944).
- Licenciado en Español y Literatura.
Fue Director de la revista Vitral de 2011-2012. - Catequista y miembro de la Pastoral de Educación.