Con una mirada a la historia, tanto en Europa como en América Latina, se puede apreciar que aparejado a los cambios económicos se han producido transformaciones sustanciales en las “formas de gobierno”, cambios en la manera en que se gestionan las sociedades. Unas veces ha predominado la visión “Estado céntrica” o la planificación central que impone un excesivo control estatal sobre la economía y sobre la sociedad, otorgándole a los gobiernos potestades infinitas para hacer y deshacer sin tomar en cuenta a otros actores sociales importantes (Aguilar, 2009, págs. 10-13). Otras veces, como ocurrió durante y luego de las décadas de los 80s y 90s se ha apreciado un giro hacia el extremo neoliberal que otorga excesivo poder a los mercados como agentes que en teoría son capaces -por sí mismos- de dar respuesta a las demandas sociales, nuevamente este giro se da en detrimento del rol de otros agentes importantes para la gestión política, económica y social (Aguilar, 2009, págs. 16-17).
La interrelación entre los diferentes sectores (Estado, mercados, sociedad civil) es la que da origen a lo que conocemos momo nueva gobernanza. En palabras de Aguilar (2009, pág. 32), se puede hablar de nueva gobernanza sólo en condiciones de interdependencia entre organizaciones y actores sociales. Al mismo tiempo que estos actores que gestionan la vida económica, política y social, se interrelacionan (necesitan unos de otros para poder gestionar eficiente y democráticamente), han de conservar su autonomía e independencia.
La nueva gobernanza viene a sustituir los mecanismos de gobierno tradicionales, por un nuevo sistema donde los actores públicos y privados o sociales construyen una nueva dinámica de relaciones, más colaborativa, participativa, horizontal, transparente, en redes (Alli, 2013). Este concepto establece también la autorregulación (rendición de cuentas) entre dichos actores gubernamentales y no gubernamentales, en sentido vertical (de las instituciones a los ciudadanos) y horizontal (entre instituciones y entre ciudadanos).
Por otro lado, este concepto de nueva gobernanza democrática supone una convergencia de actores, recursos, capacidades e instituciones de los tres sectores señalados anteriormente. Convergencia que se produce para facilitar la articulación de prioridades sociales, coordinación entre los tres sectores, construcción de consensos, creación de estrategias que respondan a las demandas de la sociedad, la responsabilidad y participación ciudadana.
Finalmente, como expresa Aguilar (2009, pág. 35) de ninguna manera podría inferirse, que dada la asociación y sinergia de los recursos públicos y privados que implica este concepto, la nueva gobernanza sea un proceso exitoso. Lo qué si se podría afirmar es que supera las limitaciones y defectos del gobierno tradicional, generando mejores condiciones para una efectiva gestión de los asuntos políticos, económicos y sociales.
A partir de las ideas anteriormente señaladas, resulta relevante -específicamente para Cuba- investigar sobre los retos, desafíos, formas de implementación, experiencias, beneficios de un proceso de extensión de las nuevas formas de gestión social, económica y política que supone la gobernanza democrática. Este es un concepto que merece la pena comenzar a valorar de cara al futuro, y como vía para conducir la transición que vive nuestro país. Específicamente en cuanto al protagonismo que se le otorga a la sociedad civil y a la participación ciudadanas como fundamentales para la profundización democrática.
Referencias
Aguilar, L. F. (2009). Gobernanza: normalización conceptual y nuevas cuestiones. Barcelona: Cátedra Liderazgos y Gobernanza Democrática.
Alli, J. C. (2013). Gobernanza Europea. Revista Aragonesa de Administración Pública, XIV, 29-50.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.