El debate sobre el proyecto constitucional se hace visible en la televisión cubana y en otros medios de comunicación. Se hace a distintos niveles: a nivel de opinión de pueblo, a nivel de opinión de especialistas, de funcionarios gubernamentales o de políticos.
Lo mejor y más simple que escuché fue la opinión en síntesis de una señora cuyo nombre, lamentablemente, no recuerdo, pero que fue entrevistada al respecto y solo respondió: “¡lo que necesitamos es ser felices. No importa el nombre del modelo: socialismo, capitalismo o lo que sea, pero que nos haga felices a los cubanos!“
Sobre la felicidad mucho se dice.
Algunos piensan que serán felices cuando tengan todos los problemas materiales resueltos. Y buscan la causa de la angustia en las carencias de cada día. Otros distinguen como causa de la infelicidad la separación de las familias producida por el exilio o el llamado “internacionalismo”. Las decepciones amorosas ocupan un importante lugar en la lista de causas de infelicidad para muchos. Las enfermedades, los conflictos, la falta de reconocimiento social, o un físico que no satisface, pueden hacer a alguien pensar que es infeliz.
Pero es importante reconocer que, en circunstancias y condiciones iguales, hay personas felices y otras, infelices.
Lo cierto es que, las personas que se declaran felices, por lo general, lo hacen por una decisión personal. Ni dejan de tener problemas, ni dejan de desear algo que no tienen (ya sea material o espiritual), ni dejan de sufrir enfermedades propias o de un ser querido, y mucho menos son inmunes a los conflictos. La única diferencia con los infelices es la manera en que enfrentan la vida y las dificultades.
¿Pero, qué quiere entonces la señora que pidió la felicidad cuando le preguntaron acerca de la Constitución?
Por supuesto que depende de cada uno encontrar aquello que lo haga feliz. Pero desde el punto de vista social, los sistemas políticos tienen el deber de crear un ambiente en el que cada quien pueda, según sus prioridades y conceptos, buscar la felicidad.
Me atrevería a especular sobre sus deseos de felicidad que tengan que ver con la política.
Quizás ella quiere que cambie lo que escucha. Los discursos que escuchamos son de sacrificio, de dignidad, de mantenimiento del sistema social que vivimos, pero no de felicidad.
Escuchamos discursos de ahorro, de resistencia, de compromiso, pero no de felicidad.
Escuchamos polémicas acerca de lo justo, lo equitativo, la igualdad, las conquistas, pero no de felicidad.
Quizás está pensando la señora en un ambiente social que nos eduque para buscar la felicidad y no para aceptar un status de vida sin aspiraciones altas ni sueños realizables.
Quizás estaba pensando en un ambiente social que no sobrevalore la vida en condiciones mínimas, construyendo la idea social de que quien sobresale económicamente debe hacerse perdonar.
Quizás pensaba en la posibilidad de tener proyectos de vida en correspondencia con la vocación y el compromiso personal.
Quizás pensaba en una vida donde sea posible vivir coherentemente, diciendo lo que se piensa y haciendo lo que se dice.
Muy oportuna y espontánea la respuesta de la señora. La medida en que propicie felicidad, es un buen criterio para evaluar el nuevo proyecto de Constitución.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.