Hoy quiero compartir con los lectores una convicción que ha movido toda mi vida: Creer en la fuerza de lo pequeño y en la eficacia de la semilla.
Hoy he encontrado una frase del líder pacifista indio Mahatma Gandhi que me confirma en este principio:
“Un pequeño grupo de espíritus determinados,
inspirados por una fe inextinguible en su misión,
pueden alterar el curso de la historia.”
En efecto, muchas veces se nos ha hecho creer en una mentira que parece verdad: no se puede cambiar el curso de la historia si no se dan estas condiciones, que sea protagonizado por las masas, que ocurra de forma violenta o rápida y que cambie todo a la vez.
Este mito solo provoca la parálisis del ciudadano individual, el desánimo de los pequeños grupos de la sociedad civil y la anomia social, esa especie de anemia y actitud de brazos caídos que mantienen las situaciones históricas en la inercia de la impotencia provocada.
En realidad, si damos una mirada a la historia de la humanidad y también a la historia patria, veremos que esa falsedad no ha ocurrido nunca o casi nunca en nuestra historia. Todo lo contrario, todos los cambios importantes que han alterado el curso de la historia han sido protagonizados por “pequeños grupos inspirados por una fe inextinguible en su misión”.
Recordemos solo algunos hitos cubanos:
- El nacimiento de nuestra conciencia nacional y de nuestra cultura ocurrió en el Seminario San Carlos y San Ambrosio de La Habana y por parte de un grupito de padres fundadores que se podían contar con los dedos de una mano: P. Félix Varela, José de la Luz y Caballero, el P. José Agustín Caballero, Tomás Romay, Domingo del Monte, Rafael María de Mendive, Nicolás de Escobedo, el obispo Espada y otros pocos más. El resto de Cuba y del mundo no tenían muchas noticias de ese proceso que dio a luz a nuestra nacionalidad.
- El inicio de las luchas por la independencia de Cuba fue protagonizado por un puñado de hombres encabezados por Carlos Manuel de Céspedes y otros patricios, sobre todo del Oriente y el Camagüey.
- La Guerra de Independencia de 1895 fue preparada por una docena de líderes encabezados por tres figuras protagónicas: José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo. El Ejército que hizo la invasión de Oriente a Occidente era significativamente menor que el ejército colonial.
- Los padres de la Constitución de Guáimaro fueron 15 patriotas de tres departamentos de Cuba; los padres de la Constitución de 1901 fueron solo 31 tribunos y los padres constituyentistas de la Carta Magna de 1940 fueron 81 cubanos elegidos por todos.
- Incluso la revolución de 1959 fue realizada por un grupo de cubanos que partió de México en número de 82, llegó a ser de 5 miembros y luego de 12 hombres, aunque se constituyó un grupo de guerrilleros en la Sierra Maestra en el Oriente del país.
Estos son solo algunos acontecimientos del devenir nacional cubano que provocaron un cambio significativo en nuestra historia. Ninguno de ellos contó con un compromiso activista de ni siquiera la mitad de la población cubana de cada etapa aunque esos pequeños grupos sabían que una gran parte de la población cubana apoyaban desde su inconformidad.
Medardo Vitier ha llamado a estos grupos de inspirados con determinación como las “minorías guiadoras”, afirmando que son los “que ven las primeras señales en la noche”. Entonces me pregunto por qué nos han hecho creer que el cambio pacífico y estructural en Cuba tiene que esperar a la imposible e inédita circunstancia de que salgan “todos” a la calle, en un “solo” día y tiempo, para cambiar “todo” de una vez. Esto es un mito totalitario que solo provoca desalentar a las minorías transformadoras, paralizar el activismo ciudadano y hacer creer que el cambio es imposible. La contradictoria y falsa frase que ha circulado por un tiempo en Cuba lo certifica: “Esto no hay quien lo arregle pero tampoco hay quien lo tumbe.”
Es una alternativa desacertada. La aspiración no es “tumbar” sino transformar estructuralmente en paz. Tampoco es poner “parches” que supuestamente arreglarían lo viejo, sino construir lo verdaderamente nuevo para Cuba con una transición progresiva, ágil y profunda.
Lo que no tiene dudas es que el aforismo de Gandhi es más cierto que el sol. Estas transformaciones no vendrán solas ni de fuera sino que serán protagonizadas por esos pequeños grupos, sean de una ideología o de otra, pero que tienen en común ser “espíritus determinados, inspirados por una fe inextinguible en su misión”.
Creo firmemente, que de ese tipo de compatriotas Cuba cuenta en calidad y número suficiente para hacer de la misión de construir una nueva etapa de la República con libertad, justicia, paz y prosperidad, el sentido y la entrega de su vida.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.