IGLESIA CATÓLICA EN CUBA Y DEBATE CONSTITUCIONAL

Miércoles de Jorge

En las últimas semanas han llegado a mis manos indistintamente reflexiones de algunos laicos y pastores católicos expresándose en relación al proceso de reforma constitucional que se vive en nuestro país por estos días. Por supuesto me alegra, como a muchos otros católicos, que nuestros hermanos se expresen sobre algo tan trascendental como es este proceso. Sin embargo, no deja de sorprenderme y preocuparme la superficialidad con la que en no pocas ocasiones se habla del artículo 68, pasando por alto, “como si no existieran”, muchos otros artículos que limitan las libertades y derechos de los cubanos, que imponen una ideología, que extorsionan conceptos fundamentales para el bien de la nación, que atentan contra la dignidad de la persona humana y la búsqueda del bien común.

Por otro lado, ha circulado la buena noticia de que los obispos están preparando una carta pastoral en la que abordarán el tema de la reforma constitucional. Lo cual genera en mí como laico católico muchas expectativas y alegría, pues estoy seguro se reflexionará y hablará de otros temas de interés para la Nación que van más allá de la discusión sobre el matrimonio. De todas formas, con humildad y cumpliendo lo que creo mi deber como cristiano, propongo algunos temas/contenidos o artículos del nuevo Proyecto de Constitución sobre los que creo la Iglesia Católica cubana, y en especial sus pastores, deberían expresarse con mayor claridad y en un “volumen” un poco más alto.

– Artículo 1, donde se proclama que Cuba es un Estado Socialista de Derecho. ¿Qué significa un Estado Socialista de Derecho? ¿Por qué no un Estado de Derecho? ¿Qué es el socialismo? ¿Por qué un Estado socialista?

– Artículo 3, donde se habla de patria socialista y no simplemente de Patria. Donde se define la traición a la Patria como el más grave de los crímenes, sin que se defina además lo que significa traición a la Patria. Se establece la irrevocabilidad del socialismo y el sistema político y social revolucionario, que por cierto en más de 50 años no ha logrado sus promesas de igualdad, ni acabar con la corrupción y generar progreso y bienestar. Además, se abren las puertas a la violencia, a la lucha armada como medio para combatir a quienes difieran del orden político, social y económico establecido.

– Artículo 5, un partido como fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado, imposición de una ideología.

– La no referencia en el texto constitucional a la abolición de la pena de muerte, lo que debería quedar reflejado indiscutiblemente desde una perspectiva cristiana.

–  La libertad religiosa, que debe respetarse y garantizarse con total plenitud, además de no disfrazarse bajo una “libertad de permisos”.

– Artículo 20 y demás artículos de los fundamentos económicos. A pesar de la experiencia acumulada en 60 años de ineficacia del modelo económico imperante, se establece nuevamente la propiedad estatal sobre los medios de producción como fundamental, y la planificación centralizada como sistema de dirección de la economía.

– La primacía de la persona humana y de su dignidad.

– Libertades y derechos fundamentales. Derechos económicos y políticos. Expresión, asociación, conciencia, prensa, etc.

Los anteriores son solo algunos de los temas que considero deben centrar nuestro debate. Por supuesto, concuerdo en que el artículo 68 del Proyecto de Constitución debe ser bien debatido y reflexionado, pero junto a ese hay muchos otros, incluso, de igual o mayor importancia, a los que debemos dedicar tiempo y reflexión. No caigamos en la trampa de quedarnos en lo que más resalta o mayor impacto mediático ha generado, como ciudadanos cubanos tenemos la responsabilidad de ir más allá, y para los cristianos en general, fieles laicos y consagrados es también responsabilidad y deber moral, ético y cívico, en esta hora de Cuba, analizar en profundidad el texto constitucional y hacer nuestras propuestas para el bien de Cuba.

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.

 

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