El 2022, que recién comienza, se nos presenta a los cubanos como un gran reto. Esta es una realidad compartida con muchas personas del orbe, que viven a inicios de año un tiempo propicio y necesario para plantear metas, un plan de vida para los meses venideros, y unos objetivos personales, familiares y en relación con los ambientes de estudio y trabajo, según corresponda, acordes con los carismas de cada uno. La realidad cubana se aleja un poco de lo que sería normal en otros países, porque muchos ciudadanos perciben a la Isla como una cárcel grande de la que se pretende escapar constantemente, o como un espacio donde la libertad y la creación tienen férreos límites.
Como ciudadano que vive en Cuba sé que es difícil la tarea de mantener la esperanza en un barco que hace aguas por todos lados; pero también soy de los que cree que es peor aún esperar pasivamente el hundimiento. No se trata de exageradas dosis de optimismo, sobre todo si no contribuimos con hechos y actitudes a que el futuro cambie. Pienso que el arte consiste en conjugar responsabilidad y resiliencia en el ejercicio de la libertad que Dios nos ha regalado por el mero hecho de ser personas humanas.
Cuando hablamos de ser responsables y resilientes debemos estar conscientes de que no se trata de dos capacidades humanas fáciles de poner en práctica. Saber discernir qué actitudes humanas se corresponden con estos valores nos ayudaría a desempeñarnos mejor en el plano personal y proyectarnos mejor a la hora de asumir funciones dentro de la familia, el ambiente de trabajo o el grupo de la sociedad donde nos movemos.
Ser responsables significa tener la capacidad humana de responder a problemas o determinadas necesidades con libertad, el principal ingrediente para no actuar presionados, con miedos, ni bajo amenazas de ningún tipo. La perseverancia acompaña a la responsabilidad. Ser constantes en el hacer ayuda a que seamos más responsables. Debemos asumir que el cultivo de la responsabilidad es parte de la formación ética y cívica de toda persona humana.
Hay dos elementos relacionados con la responsabilidad que constituyen aclaraciones importantes para no caer en confusiones o en aplicaciones erróneas: 1. Una cosa es ser responsables y otra es tener responsabilidades. La primera es una cualidad humana, y la segunda es la aceptación de una tarea a la que decidimos dar respuesta asumiendo los riesgos que conlleve. 2. La responsabilidad está directamente relacionada con el grado de libertad y de participación.
Estos puntos nos ayudan a ser conscientes de que no somos responsables de muchas cosas que suceden en la familia, el trabajo y el país, porque son responsabilidad de otros. Y que la responsabilidad nuestra en la familia, el trabajo y el país es educar para la libertad y la participación. No somos responsables del desabastecimiento, antes bien somos víctimas. No somos responsables de la crisis económica, antes bien sufrimos sus efectos negativos. No somos responsables de la crisis sanitaria: ningún cubano, por muy indisciplinado que sea, quiere enfermarse. No somos responsables del deterioro de la moral y las buenas costumbres: cuando no se enseña a vivir en libertad, ni se fomentan los valores humanos en una sociedad ideologizada, ni se cultiva el espíritu, la “construcción del hombre nuevo” se traduce un prototipo de lo que tanto se ha criticado. Y así una larga lista de irresponsabilidades que han sido incrementadas por el paternalismo de Estado y la violación de derechos humanos elementales.
No se puede hablar de responsabilidad cuando no se brindan verdaderos espacios de participación y diálogo respetuoso. Aquello de tener sentido de pertenencia cuando visiblemente predomina la exclusión y no se es parte, es un recurso para ofrecer una imagen de lo que se sabe que es bueno, pero escasea. Podemos ser más responsables cuando nos sentimos más libres para elegir y comprometernos con aquello que nos interesa y creemos que edifica en el camino del bien personal y de la Nación.
Ser resilientes significa desarrollar la capacidad de transformar las adversidades que se nos presentan con frecuencia en nuevas fuerzas para la vida. Se trata de buscar energía, a veces hasta de dónde no hay, para crecer y perseverar en el camino que nos conduce hacia las metas propuestas. Es difícil la transformación de lo negativo en energía positiva, pero no es imposible. Resiliencia no es resistencia, porque el término está muy de moda últimamente en las esferas oficiales. La confusión no ayuda, ni presenta el verdadero valor de la resiliencia para el crecimiento humano y la lucha profunda y constante contra las causas de la crisis y en función de asumir y paliar sus consecuencias.
Educar para la responsabilidad y la resiliencia es una tarea de formación perenne. Los cubanos, tan afectados en cuanto a la educación ética y cívica a consecuencia de la ideologización y la “construcción del hombre nuevo”, necesitamos de estos dos valores para enfrentar mañana los desafíos que, inevitablemente, supondrán las transformaciones sociales y políticas que el país necesita.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río
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