Vivir la verdadera libertad

Jueves de Yoandy

El tema de Derechos Humanos es bastante polémico en la actualidad. Los valores intrínsecos al ser humano, como la libertad y la dignidad cada vez se relativizan para justificar actitudes que van en contra de la persona humana. Los países que han sufrido dictaduras o regímenes totalitarios podemos dar fe de ello.

Decía José Martí, el Héroe Nacional y Apóstol de la independencia de Cuba que “Con ir de espaldas a la verdad… no se suprime la verdad. En un pueblo, hay que tener las manos sobre el corazón del pueblo… Y el corazón crece, y la paz pública, cuando los elementos nacionales de cólera y desorden, se convierten, por su propia virtud, en elementos de amor y orden.”[i] Hace referencia a enfrentar todas las situaciones que se presentan en la vida de las naciones y en los ambientes de desarrollo personal, pero con los ingredientes necesarios. Vivir en libertad, o contar con las libertades fundamentales garantizadas, no significa tener la capacidad de provocar el caos, o de obtener un beneficio propio sin analizar cuánto afecta a los demás.

También decía Martí que “libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”[ii], por tanto no debemos confundir ciertas prácticas que nos son permitidas, con los derechos naturales que nos corresponden desde el momento en que somos concebidos. Como comentaba al principio, en los países donde existen gobiernos que violan los Derechos Humanos, las libertades fundamentales y la dignidad humana, se vive un grado de confusión tal, que se solapan las “libertad de permisos” con los derechos inalienables. Es así que:

Cuando se habla de libertad religiosa, el gobierno, y algunas personas que no han sido educadas para vivir en libertad (producto del adoctrinamiento de este tipo de sistemas y la ausencia de recursos ético-morales para superar la crisis) se refieren a la libertad de culto, de realizar una procesión religiosa o de autorización para una actividad específica en una ocasión determinada. Desde el año 1976 y hasta 1992 Cuba fue un Estado confesional pues se establecía el ateísmo marxista-leninista como concepción científico materialista; considerada la religión una “debilidad ideológica”. Aún en estos días se requiere una libertad religiosa que incluya acceso a los medios de comunicación social, vinculación a la vida educativa de la Nación, y participación, a través del laicado comprometido, en la vida económica y política. Eso sería respetar la dignidad humana.

Cuando se habla de libertad de prensa o libertad de expresión, no significa que, en nombre de la más sagrada libertad, las personas, los profesionales de los medios, las instituciones, propaguen mensajes que atenten contra la vida humana, sean lesivos porque hacen uso de un lenguaje violento, propagan prácticas negativas, abundan en contenidos banales o sencillamente ponen al descubierto, cruda y duramente, cualquier situación que puede representar una buena estadística, múltiples seguidores, réplicas y ventas. La libertad de expresión termina donde comienza la libertad personal y se esboza ese hilo fino, y a la vez esencial, llamado dignidad. El derecho a hablar de muchos temas implica respetar a las personas y a las instituciones que estas representan.

Cuando se habla de libertades económicas, que faciliten el intercambio y el comercio entre los pueblos, inevitablemente debe estar unido a la convivencia civilizada entre las naciones, al respeto a los derechos de sus pobladores, al fomento de un espíritu de cooperación verdadero y no un mero enriquecimiento económico de los Estados dejando relegados a sus ciudadanos, que nunca ven los efectos positivos de la globalización de la cultura, la producción y el desarrollo. Los convenios, tratados y declaraciones que se firman en la actualidad deben tener en cuenta, en toda ocasión, a la persona como sujeto, centro y fin, de toda acción social. Una verdadera cooperación, basada en el respeto de la dignidad de las partes y pensada en la persona humana como meta surge de la buena voluntad y de contribuir a la realización de las obras con espíritu de tolerancia de las diferencias y capacidad de diálogo.

Cuando hablamos de libertades para introducir nuevas técnicas en el área de la ingeniería genética y biotecnología, la condición sine qua non, es y debe ser siempre, el respeto a la dignidad humana y el cumplimiento de los cuatro principios fundamentales de la bioética: justicia, autonomía, beneficencia y no maleficencia.

La libertad enarbola la dignidad humana. La libertad conlleva intrínsecamente altas dosis de responsabilidad, que nos permitan la coherencia óptima en cada ocasión, la capacidad de inclusión y pluralismo en todo momento, y el diálogo abierto, sereno y respetuoso. El binomio justicia y reconciliación es inseparable, porque como decía Albert Einstein: “Los problemas no pueden ser resueltos en el mismo nivel de pensamiento en que fueron generados”.

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
    Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
    Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
    Responsable de Ediciones Convivencia.
    Reside en Pinar del Río.

 

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