Visa Roma

(Todos los espejos hacen guiños por el cambio)
Por Maikel Iglesias Rodríguez
Prov.3.3 “Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad;
átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón.”

Hotel Pinar del Río. Cuenta con sistema de TV satelital.

Hotel Pinar del Río. Cuenta con sistema de TV satelital.
En la ciudad inmortal, la dama sempiterna. Metrópoli que inspira al refranero mundo con la voz que conmemora ese lugar donde conducen todos los caminos. Todo el universo se detuvo por espacio de dos horas y tal vez un poco más. Todo el mundo menos Cuba y por supuesto el corazón de nuestra Madre Tierra.
Fue el pasado 27 de Mayo. Fue en un día que atraviesa a la semana por el centro y a más de una superstición humana. Fue en un canto que sedujo a todos. Fue en un gol en nos mayor inolvidable. O una nota cualquiera que motive al ser humano a celebrar y a celebrarse, a cantar y a cantarse en fraternal intento. Nadie regresaría igual a casa luego de aquel concierto legendario. Algo se movió en el fondo con el chute rompe redes de Samuel Etó, un guerrero legítimo africano.
Se movió Camerún y Tanzania con el quiebre de la puerta que custodia Van der Zaar, cancerbero de Holanda y del mundo. Aunque en cada estación, cada hotel, cada plaza, cada barco, los parques, tantos bares, los confines y más cuantos restaurantes y casinos, y cafés; la gente unió su voz al gran olímpico de Roma en un canto armonisísimo. Un concierto de dos grandes de la historia del fútbol detendrían al planeta en esa tarde mágica, noche o madrugada para otros o mañana mejor o peor para millares; planeta in crisis; desde una ciudad histórica: Manchester United vs. Barcelona.
Pocas veces un campeón tuvo un rival tan merecido. El coraje de los rojos que vestían de blanco y la convicción blaugrana. El honor de un once invicto en 25 topes al máximo nivel y un equipo que enamora a multitudes. Dos gigantes escapados a la nueva era donde todo en el planeta nos conduce a un cambio. Aunque poco o nada muevan esas aguas en algunas urbes o pequeños pueblos o medianas islas.
Pena escribir que aquí en Pinar del Río, mi fulano de tal predilecto, el pueblito que más tarda en Cuba por amanecer, casi todas las persianas se cerrasen para el mundo en vivo. Cito al hotel principal que calca el nombre de la más occidental de las provincias cubanas al instante de cortarle el paso a la ilusión, de casi un centenar de amantes a ese juego que profesa: ama al balón como a ti mismo y a los hinchas y a tu club por sobre todas las cosas. Porque el mundo es un club infinito y diverso, y un gol en capital neutral es un premio a la más pura convivencia.
Un partido final arbitrado por el bienvenido desde ciudad tan neutral y humanista como suiza, abogado ferviente por el juego limpio; fue la copa divina para que bebieran todos. Gente que profesa goles y otros que atajan penales al doblar del nuevo siglo. Porque el fútbol es más que el fútbol y eso lo sabían ellos, y los otros; todos los que se agruparon displicentemente, a la entrada del Hotel Pinar del Río, gente que llegaba de a grupitos y luego se marchaban en silencio corporal, porque el alma se quedaba en el andén con todos, haciendo cada vez más denso el lobby del hotel, marcando un incremento acelerado en las sustancias que dominan el estrés o el nerviosismo patológico que calienta todo el cuerpo de seguridad.
Habría que ver sus caras, nadie quería darle cara a nadie en el hotel aquel, aunque siento que en algunos se notó vergüenza propia y ajena. Distinta y parecida al rostro de los que esperamos, con un halo de Gandhi entre las sienes, y dudamos cuando la muchacha que recibe y dice chao a tantos huéspedes nos reveló que el Barça se había ido arriba con un gran disparo.
Quería creerle, creo que todos los culés y los fanáticos del Manchester, querían creerles, aunque fuese bien duro para ellos, con tal que nos pusieran el partido en el televisor del bar o donde fuere. Para entonces ya algunos se habían escapado hacia Viñales en una camioneta con matrícula naranja, con el ansia de llegar a tiempo hacia el segundo tiempo. Color que abre las puertas tal parece hacia otra vía surreal y por demás turística, a 25 Km al norte de la realidad común.
Confieso que mi gran pasión por este club que se ha llevado todos los trofeos del año, y quiero febrilmente desde antes de Don Louis van Gaal aunque iban mal y; me anima a bautizarlo como el Barça Trimegistus de Joseph Guardiola porque ha dado al mundo una confirmación de que se puede ser campeón si al fin jugamos de manera actual, diversa, honesta, elegante, y tan propositiva como el Barcelona. Se vio recompensada en mi designio.
Aunque a algunos en el fondo de su corazón se les derribara el mundo ante la negativa carga y tuvieran mil deseos y motivos de explotar con todo, y confesar abiertamente cuando se apagó la espera: “No queda más salida que el exilio.-dijo un adolescente y habló por miles” Cortesía medular del buen amante de la paz, si no hace rato nos hubiésemos comido. Fueras del Manchester o el Barça. Fuera por Messi o Cristiano Ronaldo, o por nadie. Era tan enervada la esperanza de un rayito de luz en la conciencia del gerente o subgerente, o en las amas y las llaves, o en la recepción; dispuesta a pagar lo que fuere por estar en vivo en el partido del año. Incluso el absurdo al que solo llegaron por finanzas más que por amor, aquellos 5 estudiantes extranjeros que rentaron una habitación en 30 C.U.C. por 24 hrs, con tal de ver un partido de fútbol. Tal vez, no tanto por el fútbol, sino con tal de estar a tono con el mundo, a ritmo con la verdadera vida.
Los otros expectantes entre aquellos que me contaré de último, porque sólo yo esperé para contar la historia y no precisamente por estoico; lo hubiéramos pagado igual; pero los guiños discretos en bolsillos propios y carteras ajenas, dejaban por sentado que entre todos no llegábamos ni a una cerveza, que aquí los pinareños quedaban excluidos nuevamente. A pesar de que en Roma más de un cielo se movía. Nosotros seguíamos jugando al extranjero, en nuestro propio país.

Maikel Iglesias Rodríguez. Pinar del Río, 1980.

Poeta y médico.
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