Una plegaria por los inocentes

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

Hoy celebramos el día de los santos inocentes, una fecha triste en la historia del cristianismo. Desgraciadamente, se ha popularizado con un sentido erróneo al evocar la fecha para hacer bromas, diciendo algo que no es cierto, pero de una forma muy creíble, y luego calificar de “inocente” a quien creyó lo que dijimos. Lo cierto es que, si vamos a recordar la fecha, debemos saber su verdadero significado: la matanza de todos los niños menores de dos años en la ciudad de Belén cuando nació Jesús de Nazaret. El rey Herodes dio la orden porque quería acabar con el que había sido llamado el Mesías, el Redentor, el nuevo Rey de los judíos, y como no sabía quién era, y hasta los Magos le protegieron no informando donde se encontraron al niño Jesús, decidió asegurarse de su muerte exterminando a tantos otros niños.

La fecha es, por tanto, un triste recuerdo martirial, un atentado contra la vida, una herida honda para la humanidad, con el agravante de aprovecharse de la inocencia creyendo apagar en la tierra la luz que viene de lo alto.

En esta ocasión, 2023 años después, no quisiera escuchar nuevamente las bromas, sino el silencio compadecido con todos los niños que todavía hoy ven truncada su inocencia.

Por los que mueren en las guerras injustas entre las naciones, por los inocentes indefensos de Ucrania, y los de la tierra de Jesús, Israel y también por los niños de Palestina. Ellos han heredado viejos conflictos de los que no son responsables. Sus gobiernos deben tomar las decisiones correctas hacia el camino de la paz. La violencia que engendra este tipo de sucesos es también un crimen contra los inocentes.

Por las víctimas del terrorismo, los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos, todos, para que cese el uso sistemático de métodos que ponen fin, sin derecho alguno, a la vida. Dondequiera que ha tenido lugar un acto terrorista o donde cualquier grupo terrorista se ha organizado hay un quebranto de la paz, una violación flagrante del primer derecho humano de todos los derechos que son inalienables e indivisibles. Es también un crimen contra los inocentes.

Por todos los niños que sufren enfermedad, especialmente por aquellos que no tienen acceso a los recursos ni coberturas médicas de calidad. Por todos los que sabiendo que existen caminos para paliar sus situaciones tienen que conformarse con esperar pasivamente el final, porque los sistemas de salud que responden a sistemas de gobierno que no han puesto a la persona humana en el centro de sus proyectos, les han abandonado. Eso también es un crimen contra la inocencia.

Por los niños emigrantes, los que viajan solos o con sus familias, por travesías inciertas o en vuelos seguros pero que se marchan y se separan de sus raíces, de sus familias y amigos, cambian sus ambientes de desarrollo y su cultura. Llegará un día en que la emigración no sea por necesidad ni por obligación, ni por refugio político; pero entretanto cada vez que alguien tiene que huir de la tierra que le vio nacer forzado por estos móviles, se está vetando el disfrute de la inocencia tranquila y sin traumas, sin conflictos ni divisiones.

Por los niños que no reciben una educación esmerada, los que son víctimas de la violencia familiar, los que son abandonados por sus familias, para que no se apague en ellos la inocencia. Que el hecho de verse obligados a superar etapas muy prontamente no endurezca su corazón y les mantenga como hombres y mujeres buenos.

Por todas las personas que en Cuba tienen que vivir demostrando a diario su inocencia porque vivimos en un sistema donde “no se es inocente hasta que se demuestre lo contrario”. Para que esa otra acepción de la inocencia, es decir, la ausencia de culpabilidad, sea la premisa con la que nos reconozcan y no la tesis que haya que demostrar sistemáticamente.

En fin, pidamos hoy por los primeros santos inocentes, aquellos niños mártires que mandó a matar Herodes. Y pidamos también por todos los que han muerto en el anonimato en las aguas del estrecho de la Florida, en la selva del Darién, en la guerra de Ucrania, en Israel, en la franja de Gaza, en cada rincón de este mundo donde las tinieblas han querido apagar la luz que cada persona tiene dentro para proyectar y regalar a sus congéneres.

Seamos libres, desterremos la violencia, liberemos nuestras culpas a través del diálogo y la reconciliación. Sigamos esta ruta y también pongamos el pecho, que es decir, cerebro y corazón, como nos sugiere José Martí. Él vivió también los crímenes contra inocentes como el niño Lino Figueredo en el presidio o el fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina. Supo de las injurias contra la inocencia, por eso dice su exhortación: “…si la pasión quisiese vengar en las cabezas inocentes los crímenes del gobierno vencido, habrá sobrados pechos que se pongan de escudo entre el inocente y la venganza”.

No más odio ni venganza. Pecho henchido de amor.

Que así sea hoy y siempre, en el día de los inocentes y en todos los días de la humanidad.

 

 

 

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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