Una coyuntura que no pasa

Foto tomada de Internet.

Desde el 15 de septiembre pasado el gobierno cubano anunció una situación coyuntural producto de un fallo puntual en el suministro de combustible. Se tomaron drásticas medidas de ahorro, de disminución del transporte, de suspensión de clases, de cambio en el horario de trabajo y otras muchas que aumentaron el sufrimiento y la incertidumbre de la mayoría del pueblo cubano.

En el diario Granma del pasado 2 de noviembre de 2019 en la página 2 hay un artículo firmado por la redacción nacional de este órgano del Partido Comunista que reconoce que solo el 57% de las salidas de omnibus de transporte se han logrado recuperar a casi dos meses de aquella situación coyuntural. Esto es solo una prueba oficial de que no se trataba de una situación coyuntural, ni la única causa es el desabastecimiento puntual de combustible. Este existe pero por una causa que es sistémica, que es estructural, no coyuntural.

Los días, semanas y meses, pasan y nos vamos acomodando a nuevas limitaciones, a acrecentadas escaseces, a vivir con la zozobra de lo que “entró”, de lo que “entrará”, de lo que “hubo y se nos acabó el mismo día”. Ahora la prensa oficialista anuncia que la escasez de productos de aseo personal, dígase jabón de tocador, desodorante, pasta dentífrica, entre otros, es también coyuntural. Las largas colas de automóviles para poder surtir de gasolina y lo mismo pasa con largas filas de camiones y otros vehículos “petroleros” en busca del preciado líquido, son otra muestra de que “la cosa no era pasajera”. No lo ha sido en los últimos 60 años pero sobre todo después de la caída del campo socialista y la URSS en 1991, comienzo del primer período especial que nunca terminó y la debacle venezolana que tampoco remonta y que ha demostrado que no sirvió para nada la amarga experiencia de poner a la intrínsecamente ineficiente economía cubana a depender de los subsidios externos.

Se argumenta desde el Estado que todo es causa del bloqueo-embargo de los Estados Unidos. Pero si el Gobierno tuviera producción en la empresa estatal socialista en bancarrota, y liberara las fuerzas productivas, tendría liquidez, es decir, dinero para comprar en otros mercados que para nada están embargados. Es el modelo económico que no funciona.

Sin embargo, nadie ha salido a explicar dos problemas verdaderamente estructurales, dos preguntas que van al fondo del problema y reflejan como en una imagen de alta fidelidad dónde está el problema. Esas dos interrogantes son:

  • ¿Por qué si hace más de un quinquenio el gobierno identificó que la llamada “unificación de la moneda” era uno de los pasos medulares, indispensables, sin el cual no podría reconstruirse la economía cubana, entonces por qué en lugar de dejar una sola moneda, se ha introducido una tercera, el dólar americano?
  • ¿Cómo es posible que si el Estado cubano sufre un “bloqueo” económico, comercial y financiero” desde hace muchas décadas y que se ha arreciado en el último año, este mismo gobierno puede reparar, abrir y surtir 70 nuevas tiendas en tan pocos días, en una decisión desesperada, para vender efectos electrodomésticos que había retirado de su mercado porque eran consumidores de electricidad, motorinas, piezas de repuesto, y otros insumos que eran importados por privados que identificaron, solucionaron y asumieron esa responsabilidad al costo de la fuga de capitales que el gobierno no supo retener en el país por haber retirado la mayoría de esos artículos?

Ambas preguntas tienen, por supuesto, sus respuestas que no son tan simples pero son muy claras. Todas reflejan que el modelo económico no funciona, que no aprendimos, o no quisimos aprender del primer “período especial”, porque lo que interesa no es cambiar la raíz del problema, sino la continuidad del laboratorio de “error y tanteo”, de “curitas” para hemorragias, de coyunturas por sistemas, y lo que es peor, que estos ensayos, son con personas, con todo un pueblo, con seres humanos que tenemos una sola vida. Y tenemos el derecho de poder vivirla con dignidad, prosperidad y felicidad, no con consignas, alienación y “compra de tiempo”.

Libérense las fuerzas productivas, libérese el alma creativa y emprendedora de los cubanos y háganse ya las reformas estructurales que los mismos economistas y pensadores cubanos han propuesto de forma personal, grupal y en centros de pensamiento, y Cuba encontrará la salida y los cubanos podremos reconstruir una nación que merece progresar y ser feliz.

Todo el mundo sabe qué es lo que hay que cambiar, solo un pequeño grupo sigue experimentando con el todo para no cambiar lo que debe ser cambiado.

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
    Ingeniero agrónomo.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007,
  • A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
    Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
    Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
  • Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
    Reside en Pinar del Río.

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