Tres ideas sobre la democracia en Cuba

Jueves de Yoandy

La organización para el estudio de la democracia, la libertad política y los derechos humanos Freedom House, publicó en uno de sus estudios que: en el año 1974 existían 35 países en democracia; en cambio, en 2015 la cifra aumentó a 135, de los cuales 86 países se pueden considerar con democracias verdaderas y el resto, es decir, 49, se corresponden con países que presentan regímenes democráticos parciales. En los últimos 40 años se han producido de 120 a 140 intentos para establecer la democracia a nivel mundial. ¿Qué lugar ocupa Cuba en este arduo camino? ¿Es consciente el pueblo y gobierno cubanos sobre qué significa vivir en democracia? ¿Propiciamos desde nuestros núcleos familiares, desde nuestros ambientes de trabajo en la sociedad civil y en la comunidad en general un estilo plural, abierto, incluyente y democrático?

La calidad democrática del proceso revolucionario cubano, posterior a 1959, es ínfima si analizamos los aspectos de: legitimidad, representatividad, competencia por el poder, alternancia y exclusión de la violencia. Estos se encuentran estrechamente vinculados a tres principios básicos de la democracia:

  1. Efectividad: en Cuba las condiciones sociales y los mecanismos económicos y políticos no permiten que los derechos humanos universales se practiquen efectivamente. De hecho, una de las principales demandas ciudadanas, que constituye uno de los cuatro puntos de consenso de la plataforma “Espacio Abierto de la Sociedad Civil en Cuba”, es la ratificación de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos (Derechos Económicos, Políticos, Sociales y Culturales). Este principio no se aplica, por ejemplo: 1. Cuando existe un sistema de salud y educación que dicen ser de acceso público y gratuito y las condiciones en la práctica no se corresponden con estándares de calidad, ni respetan la dignidad humana; o 2. Cuando no ejercemos directamente el derecho al voto y se establecen comisiones de candidatura, en las que se “delega la responsabilidad” o se “deposita la confianza” en otros que elegirán por nosotros a nuestros representantes.
  2. Participación: en Cuba la participación ciudadana no es real. La masificación, la movilización política, la práctica internacionalista a través de misiones médicas, tienen fuertes componentes ideológicos. El ejercicio de la libertad responsable es una asignatura pendiente; y a quienes intenten hacer válido el derecho humano de “pensar y hablar sin hipocresía”, como decía el Apóstol de la independencia, José Martí, se les reprime, excluye y/o encausa. La participación no solo debe ser en función de apoyar incondicionalmente sin hacer uso del discernimiento y análisis de cada situación; sino que tiene que contemplar también la capacidad de disentir ante determinadas situaciones. La discrepancia constituye otro derecho humano.
  3. Mediación: referida a la eficacia de todas las instituciones que representan al ciudadano, a los partidos políticos (en caso de que coexistieran varios) y a la sociedad civil en su totalidad. Como dijera uno de los obispos más insignes que ha tenido Cuba, el arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Pedro Meurice: “han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología”. Las instituciones no responden a los intereses de la persona, en su mayoría funcionan a través de mecanismos burocráticos extremos. El único partido existente reúne menos de la undécima parte de la población cubana, por tanto no puede ser “la fuerza superior y dirigente de la sociedad y del Estado”, como plantea el Proyecto de Constitución de la República de Cuba en su artículo 5. La sociedad civil, una vez que logre articularse en torno a unos mínimos comunes, debe ser reconocida como interlocutor válido entre la ciudadanía y el Estado. Por otro lado, los Medios de Comunicación Social son controlados por el gobierno, la mayoría de las publicaciones seriadas que existen (revistas, diarios, semanarios, periódicos, etc.) son controladas por el gobierno. El universo de publicaciones independientes que existe en Cuba coexiste sin representación legal y es prohibida su distribución impresa dentro de Cuba.

La dimensión política de la democracia en Cuba debe avanzar aparejada al reconocimiento de las minorías políticas como interlocutores válidos, y fomentar cambios encaminados hacia el mejoramiento económico, el cultivo de las relaciones internacionales y, sobre todo, a propiciar el desarrollo de la libertad plena de sus ciudadanos.

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
    Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
    Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
    Responsable de Ediciones Convivencia.
    Reside en Pinar del Río.

 

Ver todas las columnas anteriores

Scroll al inicio