SER PERSONAS Y VIVIR EN SOCIEDAD EN CUBA HOY


Miércoles de Jorge

Aprender a ser personas y a vivir en sociedad es uno de los retos fundamentales en la Cuba actual. El contexto de crisis (económica, política y social), la violencia generada a partir de los sucesos del 11 de julio de 2021, también la violencia existente en el día a día que se expresa en sus más diversas formas, y otros factores que muestran la vulnerabilidad de las personas y de la sociedad cubana como cuerpo social, como espacio para la amistad social, invitan a una reflexión sobre la necesidad de aprender a ser personas y a vivir en sociedad.

Aprender a ser personas

Si entendemos el «ser persona» como el «ser» libre y responsable, capaz de pensar por sí mismo, de tener conciencia crítica, de ser dueño de su propio futuro, y de construirse un proyecto de vida a pesar de las circunstancias. Alguien que reconoce el valor y la dignidad que tiene por ser hijo de Dios, que se reconoce como hermano de los demás y que por tanto vive por y para los otros, superando cualquier forma de individualismo, entonces claramente la sociedad cubana actual -y muchas otras alrededor del mundo- necesitan que aprendamos a ser personas.

Necesitamos aprender a ser personas para vivir en libertad, para buscar y vivir la verdad, para pensar «con cabeza propia» y conciencia crítica, para educarnos en una época en la que la posverdad y las fake news pretenden secuestrar la verdad, incluso aquella referida al ser persona, a la dignidad de la persona, los derechos y las libertades con que todos contamos -o deberíamos contar- por el simple hecho de existir y de ser hijos de Dios.

Necesitamos aprender a ser personas porque siendo personas descubrimos que somos seres en relación, que no estamos en este mundo por casualidad, que nos debemos a alguien (a otros), que la vida y la realización plena a la que todos aspiramos solo adquiere sentido verdadero cuando es vivida para el servicio y para la colaboración con otros, para la fraternidad y la creación de lazos de confianza con aquellos que nos rodean. «La persona» vive para la comunidad, no se encierra en sí misma, no se reduce a un individuo, no niega la realidad sino que se abre a ella de forma creativa, propositiva, colaborativa, servicial.

De esta forma, ser persona es ser más que un simple individuo, es ser más que nosotros mismos, es descubrir que somos más que nuestra propia individualidad y que sin renunciar a nuestra identidad estamos llamados a una comunión con otros, a una unión y unas relaciones fraternas que nos constituyen. Aprender a ser personas es aprender esto, aprender que la plena realización y el verdadero sentido de lo que somos lo encontramos en el caminar junto a otros, acompañados.

Vivir en sociedad

Si no somos personas, en el sentido anteriormente descrito, no podemos tampoco tener una comunidad viva, un pueblo que es más que masa manipulable y sin vida propia. Si no aprendemos a ser personas, no podremos ser tampoco ciudadanos, porque no sabremos guiarnos por nuestra propia conciencia, ni tendremos la capacidad de enfrentar los miedos, ni entenderemos la necesidad de la participación en la vida social y política de la nación, ni muchos otros valores o capacidades inherentes a la condición de ciudadano, entendido como sujeto con derechos y deberes con la sociedad.

Así, siendo personas -libres y responsables- aprendemos a vivir en sociedad. Y vivir en sociedad es el camino para el bien común. Es desde la sociabilidad que logremos construir que podremos generar respuestas efectivas a los problemas que nos afectan a todos, es desde ese espacio común desde donde mejor se construye un futuro para todos, donde mejor se forja la idea de nación, de comunidad, de convivencia ciudadana, de amistad social.

Los primeros espacios desde donde aprendemos -o deberíamos aprender- el valor de la vida en sociedad son la familia, la escuela y la sociedad civil. Es en estos espacios donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo cuando somos niños, adolescentes y jóvenes, y es desde estas edades que hemos de aprender los valores de la vida en sociedad, de la fraternidad.

Por otro lado, la vida en sociedad implica como elemento fundamental, que conozcamos nuestros derechos y deberes, y que aprendamos a vivirlos, a practicarlos. Tanto derechos humanos básicos, como otros derechos de primera, segunda y tercera generación. Las relaciones sociales, la convivencia social, solo pueden ser organizadas y coherentes con el respeto a las personas y su dignidad cuando se fundamentan sobre la base de los derechos y deberes que cada persona ha de vivir día a día. Estos derechos, además, han de ser defendidos, reclamados, exigidos, no solo para el bien propio, sino para los demás. Ningún ser humano debería poder estar tranquilo cuando se laceran los derechos de los demás.

Ser personas y vivir en sociedad en Cuba hoy

Cuba necesita, por tanto, generar espacios de sociabilidad y garantizar que sean semillero de valores y principios éticos y cívicos coherentes con la dignidad humana. Necesita enseñar, educar, para que seamos personas y no individuos aislados o enajenados por el individualismo, así como para crear relaciones basadas en la confianza, la donación, el servicio, entre todos los cubanos. Relaciones que sostengan una verdadera comunidad, que garanticen la convivencia ciudadana y la paz social, que nos alcancen el sueño martiano de construir una Cuba «con todos y para el bien de todos».

Aprender a ser personas y a vivir en sociedad es aprender a construir la paz y la reconciliación, es promover la vida y crear razones para la esperanza, es apostar por la amistad social y la convivencia fraterna entre todos los cubanos, más allá de las diferencias y de la pluralidad características de cualquier sociedad. Es en definitiva, un reto impostergable y una necesidad para el futuro de Cuba.

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

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