Religión y sociedad: Virgen de la Caridad: Madre de todos los cubanos

Virgen de La Caridad. Foto de Yoandy Izquierdo Toledo.

Virgen de La Caridad. Foto de Yoandy Izquierdo Toledo.

 
María Santísima de la Caridad, jamás olvida a los cubanos…
a la imagen de la Virgen de la Caridad es a la que tienen mayor devoción.
San Antonio María Claret, Arzobispo de Santiago de Cuba
Aún guardo en mi corazón y en mi memoria, varias experiencias compartidas con mi comunidad cristiana y con todos los moradores de mi ciudad natal, que nos sentimos hijos de la Madre común: la Virgen María de la Caridad de El Cobre. A ella acudimos para agradecerle y expresarle nuestra devoción con motivo de celebrar el cuarto centenario del hallazgo y presencia de su venerada imagen entre nosotros. Esta imagen, hallada y acogida con amor, es el símbolo religioso que expresa y manifiesta de manera privilegiada la religiosidad del pueblo cubano, al tiempo que como bien afirmara el laico católico Dagoberto Valdés: “la Virgen de la Caridad es emblema patrio, tan cubana como la palma real, como la mariposa, como el tocororo, como nuestra sagrada bandera y nuestro pacífico escudo. Su fiesta es religiosa y cívica, es espiritual y patriótica, es fiesta de libertad y dignidad, es fiesta del alma de cada cubano y de toda la República, la que vive aquí y la que peregrina en el exilio.”
Muchos son los testimonios y signos de que la historia de Cuba, el devenir de su cultura, nuestra identidad nacional y el alma de la nación, están indisolublemente unidos a la presencia tierna, maternal, libertaria y reconciliadora de la Virgen, Madre de Dios, a quien los cubanos y las cubanas, llamamos “Cachita”.
Algunos testimonios de esta cubanidad de la Virgen Mambisa
 
  • Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, fue a los pies de la Virgen de la Caridad de El Cobre, en 1868, para presentarle sus armas y rendirle el honor de nuestra primera bandera.
  • Al finalizar la guerra del 95, Calixto García, el General de las Tres Guerras, en la Declaración Mambisa de Independencia, da la orden de que se celebre el triunfo de Cuba sobre España, en Misa solemne Te Deum a los pies de la imagen de la Virgen de la Caridad en el Santuario de El Cobre.
  • El Padre Desiderio Mesnier, Coronel del Ejército Libertador, declara al terminar la guerra en 1898: “El pueblo cristiano tiene en María una co-redentora, los cubanos tienen en la Virgen de la Caridad, una Madre que los enseñará a consolidar una República cristiana”
  • En 1915, los sobrevivientes veteranos mambises, encabezados por el también General de las Tres Guerras, Jesús Rabí, tiene la iniciativa y firman la solemne solicitud al Papa Benedicto XV; donde además de pedirle al Sumo Pontífice que declarase Patrona de la joven República de Cuba a la Santísima Virgen de la Caridad de El Cobre… también expresan: “no pudieron ni los azares de la guerra, ni los trabajos para librar nuestra subsistencia apagar la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a su Virgen venerada; y antes, al contrario, en el fragor de los combates y en las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro o como rocío consolador para nuestras almas la visión de esa Virgen, cubana como excelencia, cubana por el origen de su secular devoción y cubana porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras amantes esposas y así la han proclamado nuestros soldados, orando todos ante Ella, para la consecución de la victoria, y para la paz de nuestros muertos inolvidados… ”
Casi un siglo después del testimonio de nuestros compatriotas, también nosotros hoy somos testigos, de que cuando un sistema socioeconómico, pretende erigirse de espaldas a Dios y pretende borrar la memoria religiosa de un pueblo, suele estar condenado al fracaso, porque “nada en él alimenta la virtud”, como dijera nuestro Apóstol José Martí.
Tampoco pudieron quienes pretendían silenciar la voz de Dios y de su Cuerpo Místico, la Iglesia, reducida a brindar un servicio desde el silencio, apagar el pabilo de la llama divina que ardía en el corazón de cada creyente que no adoraba a nadie más que no fuese Nuestro Señor Jesucristo y venerara a la Santísima Virgen de la Caridad de El Cobre.
No pudieron las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP) ni las crisis de los años 60 y 70, ni los difíciles primeros años de la década del 90, desmantelar una Iglesia pobre, tanto en recursos como en agentes de pastoral, puesto que las “piedras vivas” que la conformaban (laicos comprometidos, sacerdotes y religiosas que se desgastaron por Cristo y por Cuba) acrisolaron su fe en ese valle de lágrimas, recibiendo las gracias necesarias por intercesión de Nuestra Madre de la Caridad, que no cesaba de insistirles:“Hagan lo que Él les diga” (Juan 2, 5).
No pudieron los impíos impedirle a los miles de cubanos, que acudieron espontáneamente a las pequeñas o grandes procesiones, acompañar la venerada imagen de la Virgen Mambisa en su recorrido por toda la geografía insular. “Allí se encontraban el sacerdote y el ingeniero, el militar y el civil, el policía y el recluso, el niño y el anciano, el campesino y el de la ciudad, el creyente y el no creyente, el funcionario del gobierno y el que se considera un opositor, la embarazada y la madre que perdió a su hijo, el que reside en Cuba y el que vive fuera, y muchos volvieron a hablarse, incluso a abrazarse y reconciliarse, después de años de estar disgustados y distanciados” (cf. Carta Pastoral “La esperanza no defrauda”).
La Virgen de la Caridad, Reina y Madre de todos los cubanos, sigue siendo faro de esperanza y promesa de un futuro mejor, sentimos que es nuestra Madre y que todos los cubanos somos hermanos. En su presencia, las diferencias sociales, culturales, ideológicas, raciales, o entre los que viven fuera o dentro de Cuba, desaparecen, todos son acogidos por igual. Ante la Santísima Virgen que quiso quedarse en Cuba, los cubanos tomamos conciencia de la fraternidad que debe reinar entre nosotros.
¡No abandones, oh Madre, a tus hijos, salva a Cuba de llantos y afán, y tu nombre será nuestro escudo, nuestro amparo, tus gracias serán!
Para Cuba y sus hijos, pido tu bendición.
Yadián Alba Carreño (Cárdenas, 1981).
Laico católico. Licenciado en Terapia Física y Rehabilitación.
Reside y trabaja en Cárdenas, Matanzas.
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