Reflexiones en torno a la relación de la Historia con la Teoría Económica aplicadas al caso de Cuba

Foto de Adrián Martínez Cádiz.

La Historia económica es una rama de la Teoría económica que cuenta entre sus objetivos el análisis del proceso del crecimiento económico a lo largo del tiempo. Conocer los acontecimientos que tuvieron lugar en el pasado y comprender en profundidad porqué se desarrollaron de esa manera concreta aporta información fundamental para entender y abordar con conocimiento de causa las circunstancias presentes y futuras.

A grandes rasgos el estudio de la Historia económica nos muestra un panorama apasionante que pone de manifiesto cómo abordar con éxito el proceso de crecimiento económico es una posibilidad real para los países. El análisis del crecimiento económico en el largo plazo no es tarea sencilla, entre otras razones por la dificultad que supone acceder a datos fiables y homogéneos para todos los países. Como expone con acierto Clark, el estudio histórico permite identificar dos periodos bien claros separados por el inicio de la Revolución Industrial que comenzó a finales del siglo XVIII en algunas de las principales economías europeas. A partir de este momento los datos globales de PIB arrojan la evidencia de que crecer, y crecer mucho, es posible. Sin embargo, a pesar de esta buena noticia no todo el camino es fácil a partir de entonces, la otra cara de la moneda muestra cómo el comienzo de la Revolución Industrial también es el comienzo de la historia de las desigualdades. Esta brecha, que en Historia económica se ha denominado la Gran Divergencia, muestra que no todos los países han sido capaces de crecer, y los que lo han conseguido tampoco lo han hecho al mismo ritmo ni con los mismos resultados.

Esta información que recopila la Historia económica facilita la tarea de la Teoría económica, que trata de comprender de manera racional la realidad para, a través del desarrollo de las políticas económicas, impulsar con éxito el proceso de crecimiento económico. De esta manera, una vez identificado el punto de inflexión en el proceso de crecimiento económico el análisis histórico sugiere a la Teoría económica que identificar los factores que hacen posible la industrialización puede ser una vía adecuada para promover el impulso del crecimiento económico mediante el desarrollo de las políticas que sean necesarias para conseguir ese objetivo.

Llegados a este punto es interesante matizar que, a pesar de su indudable relevancia, la consecución del crecimiento económico no debe ser en modo alguno el objetivo final de la Teoría económica. El crecimiento económico, siendo un objetivo muy relevante, lícito y deseable, no debe ser suficiente, no podemos conformarnos con crecer. El objetivo final de la Teoría económica debe ser más ambicioso y tratar de convertir ese crecimiento económico, entendido como el aumento de la producción, en desarrollo económico, concebido como el incremento del nivel de vida de las personas, medido a través del Índice de Desarrollo Humano, que incluye tres variables, a saber, PIB per cápita, esperanza de vida y tasa de alfabetización. La mejora de los niveles de vida de las personas contribuirá de manera notable a que estas puedan alcanzar su desarrollo pleno. Por eso podemos afirmar que el objetivo de la Teoría económica no es meramente un objetivo económico, el objetivo final es un objetivo orientado a las personas, que son las que en definitiva proyectan y a quienes van dirigidas las actividades económicas. La Ciencia económica no es otra cosa queun intento de explicación racional de la acción humana y de esta manera la Historia Económica es concebida como un intento de explicación racional de esa acción humana a lo largo del tiempo.

Los hechos históricos nos muestran cómo, a partir de la Revolución Industrial, todos los países que han conseguido avanzar en el proceso de desarrollo económico han desarrollado previamente un proceso de transformación institucional, que se convierte así en condición necesaria para avanzar en elcamino del desarrollo. Pero esta condición, siendo necesaria, puede no ser condición suficiente. Este análisis histórico nos permite comprobar que los factores clásicos, tierra, trabajo y capital, no son suficientes para alcanzar el desarrollo. La Historia nos muestra casos de países que se han hecho ricos con o sin recursos y con niveles de población grandes o pequeños, pero en ningún caso nos muestra países con sistemas institucionales poco eficientes que sean capaces de estimular y garantizar la buena marcha de la actividad económica.

Los países europeos que realizaron el proceso de transformación industrial durante la primera ola acometieron su transformación institucional durante la época moderna. En este proceso de transformación institucional el caso de Inglaterra es el referente que debemos analizar como ejemplo de país cuya reforma institucional tuvo los efectos más positivos sobre el proceso de crecimiento económico. Gracias a la reforma que se llevó a cabo en Inglaterra durante el siglo XVII, el ejercicio del poder real quedó sometido a la autoridad del Parlamento, de modo que las instituciones resultantes garantizaron un equilibrio de poder que certificó que los derechos de propiedad estaban correctamente especificados lo que resultó fundamental para estimular la iniciativa privada y garantizar formas eficientes de organización que permitieron desarrollar e incrementar el volumen de actividad económica.

Mientras tanto, en España la autoridad Real no pudo seguir el modelo británico, las acuciantes necesidades fiscales de la Corona obligaron a mantener un marco institucional basado en la Monarquía absoluta cuyo poder estaba simplemente controlado por unas débiles Cortes de Castilla, que al final de su existencia mantuvieron un papel meramente consultivo, con lo que todo el poder quedó centralizado en el Monarca. Este marco institucional ineficiente supuso en la práctica un freno efectivo para el desarrollo económico.

Estos diferentes patrones de cambio institucional han sido analizados en profundidad desde el punto de vista teórico arrojando la evidencia de que, cómo expuso con acierto Douglas North, economista galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1993, la clave para que un país crezca consiste en que sea capaz de implementar una organización económica eficiente, que permita que los incentivos necesarios para poner en marcha con éxito la actividad económica funcionen de manera adecuada convirtiendo los esfuerzos individuales en actividades que generen crecimiento económico y con ello contribuyan al desarrollo del país. North concluye que, en el largo plazo, el crecimiento de una economía depende de su estructura institucional. De esta manera podemos afirmar que, si un país no crece al nivel que podría alcanzar de acuerdo con sus recursos, existe un problema institucional. Las instituciones deben organizarse de manera que, de acuerdo a su objetivo principal, garanticen el orden y reduzcan la incertidumbre y con ello el riesgo en los intercambios.

Observando desde esta perspectiva de crecimiento económico el caso cubano, los datos macroeconómicos revelan que la economía de Cuba actualmente está lejos de alcanzar su nivel de producción potencial. En términos de crecimiento económico y teniendo en cuenta su dotación de recursos, observamos que Cuba tiene aún mucho camino que recorrer para alcanzar los niveles de las economías más desarrolladas. Tratando de buscar la razón de este retraso, los estudios de North nos llevan a concluir que una de las causas principales de este retardo está estrechamente relacionada con el aspecto institucional.

Para alcanzar ese deseable nivel de desarrollo será necesario realizar una serie de reformas que permitirán incrementar el nivel de producción. Este aumento de producción dará lugar, sin ninguna duda, a una mejora sustancial de los indicadores de desarrollo humano del país, especialmente en lo que al PIB per cápita se refiere, que se traducirá rápidamente en mejoras en el nivel de bienestar de los ciudadanos cubanos.

Para conseguir el éxito en el proceso de transformación institucional las reformas deben planificarse, siguiendo el patrón inglés del siglo XVII, de manera que las transformaciones sienten las bases de un modelo institucional que, garantizando los derechos de propiedad y ordenando el poder político, permitan que los incentivos económicos cumplan su papel de ser motores de la actividad económica.

La incertidumbre sanitaria global generada en el último año a raíz del COVID-19, de la que actualmente ningún país ha quedado al margen, nos da pie a reflexionar sobre las consecuencias concretas que esta situación tendrá en cada país. Es innegable que la pandemia afectará a todas las economías y tratar de minimizar sus efectos concretos nos da pie a especular sobre las posibilidades de mejora y las reformas específicas que cada economía podría afrontar para minimizar sus efectos.

En definitiva, el reto consiste en tratar de revertir la situación y convertir en posibilidades de mejora una situación que, a priori, resulta francamente alarmante. Este momento de cambio e incertidumbre internacional es un momento estupendo para que Cuba afronte con garantías las transformaciones institucionales que aún tiene pendientes. Las posibilidades económicas que tiene la Isla son inmensas. Cuba no puede dejar escapar las oportunidades de desarrollo que la situación actual le brinda.

Referencias bibliográficas

Clark, G. (2008). A farewell to alms: a brief economic history of the world (Vol. 25). Princeton University Press.
North, D. C. (1991). Institutions. Journal of economic perspectives, 5(1), 97-112.

 

 


Cecilia Font de Villanueva.
Doctora en Teoría económica por la Universidad Autónoma de Madrid.
Profesora Adjunta. Facultad de Ciencias Jurídicas y Empresariales. Universidad Francisco de Vitoria.

 

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