Si queremos justicia, necesitamos libertad

Por Karina Gálvez Chiú

Foto de Maikel Iglesias Rodríguez.
 

La libertad es un derecho fundamental de la persona humana. Tan fundamental como para asegurar que una persona no puede actuar plenamente como tal, si no lo puede ejercer.

 

Sin libertad y sin justicia social

 

Los ciudadanos cubanos sufrimos la falta de libertad económica, política y social, desde hace más de 60 años. En el período del año 1952 al 59, sufrimos una dictadura abiertamente declarada como tal, que no limitó la libertad económica, pero que no respetó la voluntad popular y abusó del poder político, provocando altos niveles de pobreza y corrupción.

 

Después del 59, la libertad ciudadana se hipotecó a cambio de unos niveles de justicia social que consistieron básicamente en una distribución igualitaria de bienes y riquezas y en un total aplastamiento de las minorías a favor de las mayorías.

 

Actualmente los cubanos nos hemos quedado sin libertad y sin justicia social. El Estado, lógicamente no ha podido mantener la distribución igualitaria, sobre todo por no tener bienes ni riquezas que distribuir; y ha tenido que sacrificar lo que supuestamente eran los intereses de las mayorías a favor del mantenimiento en el poder de los que lo tomaron por la fuerza hace 57 años.

 

Y lo peor: aun cuando se hubiera logrado mantener su estrategia, la injusticia social que representa el igualitarismo y la falta de respeto a las minorías, se hubiera hecho latente en la despersonalización que ha provocado la falta de libertad.

 

Pueden cuestionarse las causas, pero no el fenómeno de despersonalización, desarraigo, desidia y empobrecimiento económico que se mantiene durante ya muchas décadas en Cuba. Existen ejemplos sobrados y bien evidentes de estos fenómenos: la reconocida pérdida de valores, la ineficiencia en la gran mayoría de las empresas cubanas, la falta de abastecimiento, el deseo de irse del país que predomina entre los jóvenes, la escasez de alternativas políticas y educacionales, la falta de viviendas, los salarios por debajo de un dólar diario.

 

¿Por qué no hay leche en Cuba? ¿Por qué no hay alimentos?  ¿Por qué no hay transporte? ¿Por qué no hay medicamentos? Está frenada la libertad de los productores de leche, está frenada la libertad de los campesinos que cultivan la tierra, las importaciones solo puede realizarlas el Estado, las fábricas están en manos del Estado, las farmacias son empresas estatales.

 

¿Por qué hay pérdida de valores en Cuba? ¿Por qué ha aumentado la mediocridad en los servicios? ¿Por qué cada vez menos compromiso cívico y social? ¿Por qué cada vez más deseos de emigrar? ¿Por qué la impunidad de las instituciones estatales? Pues está frenada la libertad ciudadana de expresar libremente lo que piensa, de actuar con honestidad, de acceder a una educación liberadora, de influir desde la ciudadanía y el compromiso en el desarrollo de la sociedad.

 

Tengo la esperanza de que hayamos aprendido que la libertad no es un derecho negociable.

 

El respeto a la libertad allana el camino hacia la justicia

 

En economía, la libertad se concreta en el establecimiento del mercado como institución. El mercado entendido como el libre emprendimiento, la libertad de iniciativa, el respeto irrestricto a la propiedad privada. Independientemente de fórmulas o etiquetas, llámese liberalismo o neoliberalismo, economía social de mercado o estado de bienestar, los sistemas económicos eficientes, los sistemas económicos de los países con más grados de desarrollo, están basados en el respeto a la libertad.

 

Es cierto que el mercado no es perfecto. Una economía de mercado puede generar desigualdad social, falta de acceso al empleo y por tanto a la riqueza, ofrece espacio para la competencia desleal, provoca crisis económicas, permite el posicionamiento de unos por encima de otros solo por los recursos que tiene. Pero está demostrado ya, que los sistemas centralizados de economía no han solucionado estos problemas, al contrario, los han sufrido con mayor rigor. Cuba no es una excepción.

 

Por otra parte también conocemos que, si bien genera muchos problemas, es el libre mercado, el único sistema económico capaz de generar también la solución a los mismos. Parafraseando a Winston Churchill cuando se refirió a la democracia, podemos decir que la economía de mercado es el peor sistema económico… con excepción de todos los demás.

 

La centralización de la economía, en combinación con las políticas de exclusión aplicadas en la sociedad cubana, ha sido mucho más ineficiente, tanto en la creación de riqueza como en la distribución de lo creado, que el mercado cubano en los años 50s. Recordemos que en el año 1959, el peso cubano valía alrededor de dos centavos más que el dólar estadounidense.

 

La desigualdad generada por el mercado no puede provocar la privación al ciudadano de sus libertades fundamentales. No son las libertades de producción y de comercio las que generan las injusticias, sino, precisamente la falta de las mismas en algún sector de la vida social. La pobreza no tiene su origen en la libertad económica ni en la libertad de los que no son pobres. Más bien, la causa de la pobreza es la falta de oportunidad de los que la sufren, de ejercer su derecho a la libertad.

 

En todo caso, si la libertad personal fuera la que generara la injusticia, habría que convivir con la misma, porque nunca es ético privar de la libertad a una persona que está dispuesta a usarla con responsabilidad. El fin no justifica los medios, ni aun cuando el fin sea el bien supremo de la justicia. No puede hipotecarse la libertad en nombre de la justicia porque la justicia solo se logra con mayores grados de libertad de cada ser y de cada comunidad humana.

 

Libertad con responsabilidad

 

Para que la libertad sea verdaderamente un bien, es necesario que se utilice responsablemente. La libertad irresponsable no es libertad, es libertinaje y no ayuda al desarrollo humano. Debe procurarse en toda sociedad llegar a los mayores grados de libertad ejercida en la responsabilidad. En esto juegan papeles fundamentales la educación y la legislación del país. Educar para la responsabilidad y exigir un comportamiento responsable, constituyen pilares de la justicia social.

 

En Cuba, las empresas son propiedad estatal. Se quiere exigir responsabilidad sin libertad. Responsabilidad sobre unos bienes ajenos por completo a los que los usan y una gestión económica cuyos resultados nada influyen en el nivel de vida de quien la realiza. Los trabajadores solo están al servicio de un único empleador. Esta especie de aberración provoca un fenómeno social expresado en la frase esgrimida por trabajadores de empresas estatales, “yo me hago el que trabajo y ellos se hacen los que me pagan” o en la exhortación oficial a “tener sentido de pertenencia”. Consecuencia de ello es la ineficiencia como modo de vida, la corrupción y la mediocridad en el quehacer económico, además de la ya crónica escasez, los precios altos, las situaciones financieras críticas en las empresas estatales, la falta de recursos en la población.

 

No basta con las libertades económicas

 

Ya sabemos los cubanos, a pesar del discurso oficial desde hace 56 años, que una economía de mercado no nos convierte automáticamente en seres que actuamos guiados solo por intereses materiales (que no son necesariamente intereses mezquinos como muchas veces nos hacen pensar). El interés material hace que el mercado funcione eficientemente y esto garantiza que aumente la riqueza. Pero existen otros intereses humanos como la realización personal, la paz de espíritu, la rectitud de conciencia, el compromiso cívico, político, que también mueven y que deben tener espacios en una sociedad. No son intereses reñidos con los del mercado, pero a veces no encuentran su lugar en este.

 

Cuando hablamos de economía de mercado, no nos referimos a una sociedad de mercado

 

La libertad del mercado no es la única que debe existir en la sociedad. Las libertades fundamentales de la persona son muchas más que las del mercado. Si solo se garantizan las libertades económicas, el peligro de convertirnos en una sociedad de mercado es mayor. No es una sociedad en la que todo se resuelva como en el mercado la que queremos para Cuba. Las libertades económicas deben ser reguladas por una sociedad de ciudadanos libres para crear mecanismos de defensa ante las externalidades del mercado y ante el poder del Estado.

 

Un sistema económico basado en la libertad ciudadana y el empoderamiento ciudadano, ofrece mayores posibilidades de justicia. La libertad de los ciudadanos, ejercida en un marco jurídico que busque la justicia, actúa como reguladora del mercado y del Estado.

 

La falta de libertad económica en Cuba ha provocado que el Estado ocupe todo el ámbito económico sin que nadie pueda cuestionar su actuación. La falta de libertad social y política es la que ha propiciado la falta de interlocutores ante las decisiones estatales. La falta de medios de comunicación privados, de asociaciones no gubernamentales, de empresas privadas, facilita al gobierno actuar con casi total impunidad.

 

Cuba debe comenzar a pensar en el establecimiento de un sistema económico que respete la libertad de iniciativa privada. Necesitamos libertad para producir, comerciar, trabajar. Necesitamos libertad para asociarnos, protestar, expresarnos.

 

Cuando se respete la libertad de iniciativa y la propiedad privada en Cuba, otra será la realidad cubana

 

Los trabajadores por cuenta propia podrán constituirse en pequeños y medianos empresarios. Los profesionales podrán ejercer su profesión de forma privada. También tendremos grandes empresas y transnacionales de inversión extranjera o nacional, estatales, privadas o mixtas. Se diversificará el universo económico cubano.

 

Al mismo tiempo, respetando las libertades culturales, políticas y sociales, la sociedad creará empresas privadas, instituciones o asociaciones ciudadanas que, junto al afán lucrativo o no, ejercerán su derecho a velar por que ni el mercado, ni el Estado, manipulen o frenen la libertad personal o de la comunidad nacional.

 

Es por eso que el modelo chino, solo sería un mal menor que el totalitarismo, pero no es una opción éticamente aceptable. No son las libertades económicas las únicas que queremos para Cuba. Las libertades son la concreción de la libertad. Si se respetan solo algunas, seguimos sin libertad. Las queremos todas, respetadas y protegidas. Queremos ser libres. Es responsabilidad del Estado velar por el absoluto respeto a la libertad de los ciudadanos y por su educación cívica. Y los ciudadanos libres y responsables se encargarán de velar por que ni el Estado ni ninguna otra institución pública ocupen los lugares que solo les corresponden a ellos.

 

La justicia es el fin a que debemos aspirar desde nuestra libertad ejercida responsablemente en un marco jurídico que garantice la igualdad ante la ley y de oportunidades.

 

El conflicto con los EE.UU. no era nuestro problema. Resolverlo no será nuestra solución

 

Actualmente estamos ante un nuevo escenario. Cuba ha recorrido ya un buen trecho en el camino del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Nos guste o no, ha sucedido. Es importante posicionarse ante las nuevas circunstancias.

 

Es preciso que recordemos, en ese encuentro entre la esperanza y la duda que se produce normalmente ante lo nuevo, que nuestro principal conflicto es entre el pueblo cubano y su gobierno. Nuestro principal problema es la falta de libertad ciudadana y de respeto a los derechos humanos en general.

 

Si antes el gobierno culpaba al embargo norteamericano de todas las penurias que sufrimos, ahora será más fácil ver la realidad, cuando el embargo sea anulado, o por lo menos, flexibilizado significativamente como ya lo ha sido. Y eso es bueno. Pero si el embargo norteamericano no era en realidad nuestro problema, su eliminación tampoco será la solución.

 

Si los inversionistas extranjeros (americanos o no) aceptan las condiciones de explotación al trabajador cubano por sus intereses económicos, muy pronto estos se verán también afectados, por la misma situación de las empresas cubanas estatales: desidia y desinterés por el trabajo, malversación de recursos, mala calidad de servicios y productos.

 

Si los trabajadores cubanos aceptamos sin pensar ni protestar las condiciones de explotación en que debemos trabajar para el capital extranjero, estamos ayudando a que nuestra situación económica y de falta de libertad se alargue.

 

Si aceptamos inversionistas y ciudadanos cubanos, que se abra el ámbito económico y nos conformamos con tener un poco más de comida en la mesa, en poco tiempo, nos convertiremos en una sociedad de mercado, donde continuaremos sin defensa ante las injusticias.

 

Necesitamos trabajar juntos en este nuevo escenario, que sí debe proveernos de nuevas fortalezas y oportunidades, para que Cuba elimine las trabas en el respeto a la libertad, no solo de iniciativa privada, sino de todas sus formas de expresión. Y retomemos el camino hacia la prosperidad y la justicia, que dejamos a mitad del siglo pasado.

 

Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).

Licenciada en Economía.

Fue responsable del Grupo de economistas del Centro Cívico.

Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.

Vive y trabaja en Pinar del Río.

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