Precios, salarios e inflación

Por José A. Quintana de la Cruz

Foto tomada de www.taringa.net

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En 1959 un mazo de habichuelas costaba 3 ctvs., una libra de malanga 6 ctvs., una libra de cerdo en pie para asar 6 ctvs. y un pollo de dos libras 90 ctvs. Un huevo de gallina costaba 6 ctvs. y cualquier refresco embotellado 5 ctvs. Una botella de leche, puesta en la casa, 5 ctvs.El salario medio, incluido, por supuesto, el precario ingreso de los trabajadores agrícolas, era menos de 100 pesos mensuales.

 

Hoy, en 2015, el mazo de habichuelas cuesta 166 veces más, la libra de malanga 100 veces y la de cerdo en pie 250 veces. Un pollo de dos libras y un huevo, cuestan, respectivamente, 111 y 660 veces más, y un refresco gaseado y una botella de leche 2000 y 100 veces más, todos con respecto a 1959. Estos son los precios de mercado de 2015, pero ha habido épocas anteriores en que han sido mucho más caros. Con los servicios personales y del hogar sucede lo mismo. Ahora el salario medio mensual es un poco más de 600 pesos, es decir, 6 veces superior a 1959.

 

El salario medio es un buen indicador para caracterizar los ingresos procedentes del trabajo que recibe la gente. Pero, cuidado, no siempre es tan bueno. A veces, el dinero con que se mide tiene tan poco valor, que un alto salario medio puede representar un ridículo poder de compra. En otras ocasiones, los muy altos o muy bajos valores en el recorrido estadístico de las variables que lo componen (salarios, trabajadores), puede inducir a sesgo en la interpretación del mismo y dar por bueno o malo lo que precisamente es lo contrario. En este caso sería más conveniente usar el salario mediano.

 

En 1959 el peso cubano estaba aún a la par con el dólar norteamericano; ahora aquel dólar se ha depreciado 40 veces en relación con el precio del oro establecido en Breton Woods, y por ese dólar hay que pagar 21,75 pesos. Si usted duda de que el dólar ha perdido mucho valor, piense que en 1959 un galón de gasolina en Miami costaba 27 ctvs., y que Ted William y Conrado Marrero tuvieron contratos máximos en grandes ligas ascendentes a 125 mil y 15 mil dólares respectivamente. Sepa, además, que la MGM contrataba a Marlon Brando por unos miles de pesos y hoy Jack Nicholson obtiene 40 millones por una película de aventuras. Ahora los peloteros de la calidad de Marrero obtienen, como Nicholson, contratos millonarios. ¿Serán mejores?

 

Soy consciente de la perogrullada cometida al decir que las mercancías no tienen los mismos precios en diferentes épocas y lugares. He tomado precios modales de Cuba en 1959 y 2015. Ruego a los lectores que no se pierdan en los detalles y capten lo esencial de este discurso: la tendencia de los precios de las mercancías ha sido a subir en flecha en tanto que al valor del dinero le ha sucedido lo contrario.

 

Sé también que los lectores instruidos en economía objetarán que el salario medio no representa totalmente el poder de compra y el nivel de vida de los asalariados. Les concedo razón y les sugiero que tomen 122 pesos, lo multipliquen por el número de personas que conforman su núcleo familiar y lo sumen al salario medio mensual para así incluir el gasto per cápita de los servicios gratuitos de educación y salud brindados por el Estado. También es cierto que hay un pequeño grupo de productos subsidiados que mejoran el poder de compra de las personas con bajos ingresos. Pero con esos únicos productos se vive con hambre. El grueso de los gastos del consumidor se realiza en el mercado, en donde la oferta y la demanda no distinguen la solvencia de los concurrentes. No existe una gama de precios y calidades correlacionadas con las variedades de ingresos. Los que ganan menos tienen que comprar a los precios antiinflacionarios establecidos por “la mano invisible” para restablecer el inestable equilibrio entre oferta y demanda, a un costo de vida que solo pueden pagar sin serios sacrificios los grupos de población de mayores ingresos.

 

A esta hora el lector se estará preguntando cuál es el rango de las retribuciones en los distintos grupos de ingresos. Les adelanto que las rentas de los empresarios privados no conforman el salario medio pero sí el ingreso medio que aumenta la solvencia de la demanda, esa, que en nuestro caso, supera con creces la oferta. El grupo de más altos ingresos recibe más de 10 mil pesos mensuales y lo integran más de medio millón de cubanos dedicados a gestionar pequeñas empresas privadas, campesinos, artistas, algunos receptores de remesas, profesionales con contratos en el extranjero y capos de los juegos de azar, entre otros. Algunas de esas personas ganan miles de dólares al mes.

 

En el grupo de ingreso medio están los profesionales de la medicina, obreros con salario a destajo de diferentes sectores de la economía, trabajadores del turismo, militares, dirigentes, técnicos y gestores de las más diversas tareas. Algunos trabajadores del turismo pertenecen al grupo de altos ingresos. Los ingresos medios están en el rango de mil a 10 mil pesos.

 

El grupo de bajos ingresos está integrado por empleados, obreros a sueldo, técnicos y jubilados. Reciben menos de mil y muchos, menos de 270 pesos. Y, ¿cuál es la frontera de la línea de pobreza en Cuba? Los cubanos conocemos las líneas de pobreza y las tasas de inflación del mundo entero, pero las nuestras no. ¿Por qué?

 

Soy consciente de que con siete mercancías no se mide la inflación. Yo no he intentado medirla ni presentirla, la siento en mi carne y la sugiero a los entendidos. Ojalá la oficina de estadísticas del país la calcule y yo resulte equivocado aunque siga atropellado por el costo de la vida.

 

¿Por qué suben los precios? Por varias causas, pero en nuestro caso la fundamental es la existencia de una gran demanda solvente escasamente satisfecha. Hay dinero para comprar y pocas mercancías y servicios para vender. Que usted no tenga dinero no quiere decir que no haya bastante en la circulación monetaria. No se deje engañar por una inducción incompleta. Hay dinero en la calle para arrasar con la oferta disponible. El aumento de los precios es el factor de equilibrio. Los economistas dicen que la economía emite señales a través de los precios, que se queja. Los nuestros no son quejidos plañideros, son gritos. ¡La papa a 15 pesos la libra! ¡Una col 12 pesos! ¡Frijoles a 20 pesos la libra! ¡Cuarenta pesos una libra de carne de cerdo!

 

Hay factores que agravan la escasez de productos. El acaparamiento es uno de ellos. Usted acapara nerviosamente para asegurar el consumo de pasado mañana, o lo hace fría y lógicamente para especular y obtener una renta fácil y rápida. Por eso acapara papas y huevos y cualquier cosa que se coma o se pueda revender con lucro. Por eso los acaparadores vacían de huevos el mercado minorista, a falta del mayorista, para revenderlos a los dulceros y dueños de cafeterías y restaurantes. Es rentable trasladar huevos hasta Viñales pues allí se paga 75 pesos por un cartón. Allá corre el dinero de los turistas. Es rentable que un revendedor compre cientos de croquetas en la pescadería estatal, si puede venderlas fritas al doblar de la esquina al doble del precio de compra. Él le dirá que le ha agregado valor a la croqueta y usted no tendrá que freírla o no podrá comprarla y se quedará con las ganas. Los revendedores tienen agentes en las colas antes de que llegue el producto. En el caso de los huevos hacen guardia entre cinco y diez personas que compran varias veces dos cartones cada una. Con las papas sucede parecido y lo mismo con otros muchos productos como los chícharos, que por ser baratos y subsidiados son comprados en grandes cantidades en el comercio minorista por cebadores de puercos y aves y vendedores de café mezclado. La desaparición de los chícharos de las estanterías detallistas presiona el precio de los frijoles al alza con perjuicio de las personas de baja solvencia. Cuando en las colas se convierte en certeza la intuición de que no alcanzará para todos los que están en la fila lo que se oferta, de los fondos atávicos de los reunidos emerge la violencia y el egoísmo y la cola se convierte en un infierno, cuando menos en un desorden en el que abundan los epítetos soeces y las groserías. He aquí el daño humano que produce la escasez.

 

La solución para todo esto es fácil de decir y comprender: hay que desatar las fuerzas productivas y producir y producir. Satisfacer el mercado minorista y crear el mayorista. Lo difícil es hacerlo rápido. Y no hay otro remedio que hacerlo. Y se hará. Alguien lo hará.

 

José A. Quintana de la Cruz

Economista jubilado.

Médico Veterinario.

Reside en Pinar del Río.

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