POEMAS EN OCASIÓN DEL EXILIO

Testimonio del odio

 

Alertados por una nueva esperanza,
nos dirigimos siempre hacia una nueva tierra.
Y a ti, tierra antigua, te alzaremos
como fruto de amor de las generaciones
que lograron superar el odio.

Karol Wojtyla

 

Ellos te odian, lo han hecho siempre, y será así hasta la muerte.

Ellos te dicen que no se puede odiar, que a ellos no los puedes odiar, y llaman odiador a quien no piense y odie como ellos.

Ellos dictan leyes injustas y absurdas, y llaman odiador a quien no se somete.

Ellos mienten, te enseñaron a mentir, y si buscas la verdad te acusan de cínico y odioso. Solo te queda el espejo, y ese azoro ante ti mismo.

Se robaron tu sueño, mancillaron tu ingenuidad, pero no puedes écharselos en cara porque dicen que estás preñado de odio.

Te arrebataron la familia, la dispersaron por el mundo, y a veces también te quitaron al padre o al hermano que vivían a tu lado. A veces, tampoco te dejaron regresar a casa, y si te muerdes el labio, te llaman odiador.

Te quitaron a Dios, fabricaron otros dioses “más humanos”, tan humanos que solo eran reflejo de sí mismos, pero si blasfemas contra ellos te acusan de ingrato, soberbio y odioso.

Te quitaron las armas, aseguraron la paz del silencio, y enseñan a tus hijos a blandir sus fusiles y apuntar contra sus amigos y familias… contra ellos mismos.

Te quitaron la tierra, la cosecha, la fertilidad, el mar, el cielo, la luna y las estrellas, y si tratas de revertir las miserias de la vida, eres odiador y avaricioso.

Te dijeron cómo amar, cómo abrazar, a quien sí y a quién no, te hicieron resentir del amor, del deseo, te enseñaron a cuidarte de mover las manos y de no hablar con los ojos. La reciedumbre del odio era la única manera, señalar al otro con odio el único modo de la eternidad. Pero si los marcas con tu ira te acusan de cruel.

Se hicieron con la poesía de la patria y la luz de las artes. Fueron los únicos mecenas, y el destierro el único camino posible para un manifiesto artístico dialéctico (elllos, los padres de la dialéctica criolla). Cantar mejor que ellos, llorar palabras conmovedoras, poner luz a otros lienzos era odiar, y a los odiadores solo les queda el silencio.

Cambiaron la historia, metódicamente te enseñaron el odio al colonizador, el desprecio al invasor, la inservibilidad de los políticos, llamaron mercenarios a los patriotas que tomaron las armas creyendo que era el genuino camino a la libertad (como hicieron ellos antes para usurpar la misma libertad)… Y cuando tratas de hacer justicia y contar otra historia, la tuya, te dicen que estas despreciando la gloria, y que los odias por ellos haberte liberado de ti mismo.

Te han hecho un paria del mundo, todas las razas te señalan, si no vistes sus colores no eres digno, sólo te queda ese rincón oscuro del destierro. Sólo te queda la mueca del odio, cuando alguien te llama “cubano” con desprecio.

Te han hecho ir por ahí, por todos lados, cantando tu dolor, y cuando gimes de tu herida, aunque estés lejos, te persiguen los odios, como si fueran tu única herencia en esta vida.

Se quedaron todas las vidas, las redujeron al odio y a cenizas, muchas, literalmente, a cenizas. Pero ya no sabe odiar, quien es solo cenizas.

Cerraron tus ojos con su humo de odio, te quitaron la vista, el olfato, el tacto, el oído, no te dejan otear al horizonte, y si abres los ojos y miras a lo lejos quieren convencerte de que los colores son puros espejismos, la verdad es solo lo que puedes ver a través de sus mentiras, y si no les crees otra vez, te dicen que estás enfermo de odio. Que solo ves las cosas con ojos del odio.

Si no repites las viejas canciones de trabajo de la tribu, también te acusan de odio, ellos que mataron todos los sueños de tus padres, hasta volverlos decrépitos y cansinos, poco a poco desaparecieron todas las migajas, y ahora solo quedan las promesas del hambre para tus hijos. Pero tu grito de angustia es contenido, no puedes desahogar tu odio.

Solo te han dejado tu odio, Para el pasado escribieron el odio y te lo hicieron repetir, para el presente te dan odio de mamar, de comer, odio para dormir, y para el futuro solo puedes esperar el odio por los siglos de los siglos. Te han marcado con el fuego del odio, el odio es el alfa y la omega, el odio es la encrucijada y el camino, el sino trágico, la otra orilla, la piedra con la que tropiezas una y otra vez.

El odio crece dentro de ti, dentro de mí. Solo va quedándote el odio, un odio ciego, sordo, mudo. Ese odio es lo mejor de nosotros, un odio que estalla y te hará seguir el nuevo camino del amor triunfante. ¿Acaso el odio es más que el amor? El odio que nos salva del odio, y solo queda el amor.

 Padre

(a 3 años de mi tránsito)

  • -Mentías:
  • te espero no voy a morir nunca
  • estoy bien
  • me gusta este sitio
  • los enfermeros son amables
  • extraño a tu mamá
  • pero sueño con ella y soy feliz
  • me gusta la comida
  • sentado en el parque soy joven
  • ya no leo libros pero estoy lleno
  • de palabras en silencio
  • palabras de colores y la música
  • que sostiene mi alma
  • me he ido hoy sin percibir apenas el final
  • -Decías:
  • he gozado una buena vida
  • he sido un hombre libre
  • he tenido también el silencio
  • camisas limpias  amigos  amores  disfraces
  • una bacinilla y un pequeño espejo para afeitarme
  • a pesar de la pobreza
  • ellos quisieron
  • quitarme lo poco que guardé
  • y yo les pagué con indiferencia
  • usando doble plato y todos los cubiertos
  • construí una pequeña casa
  • escribí un testamento perdido
  • leí la Biblia sin Deuterocanónicos
  • pues prefiero a Reyna y Varela
  • admiré a pocos hombres
  • y en las noches de asma   los salmos ayudaban
  • no pude conocer el mundo
  • me bastó mi modesto librero
  • y la mínima gaveta   con mis tesoros
  • la foto de tu abuelo
  • el pasaporte que nunca pudo ser
  • y aquella medallita de mi pequeño éxito en el handball
  • lloré sólo dos veces en la vida
  • solo dos veces que tú supieras
  • el día trágico que perdí a mis amigos
  • y en las bodas de tu hermana
  • el humor me salvó del naufragio y la soledad
  • construí mis propios castillos de naipes
  • para sortear la crudeza
  • me libré del vértigo
  • tararee todas las canciones que conoces
  • y recité los versos que ahora amas
  • me viste adorar a tu madre y buscar el pan
  • todos los días
  • no di besos amables pero me fui gastando para ustedes
  • un día te aseguré que confiaba en ti
  • y sabes que estaba orgulloso
  • para qué más
  • ahora miras a tus hijos y sé que me ves
  • espero que esta vida gris haya iluminado la tuya

(15 de abril de 22023)

Una muchacha sostiene su alma, mientras escribo un poema de ocasión

(para Anamely Ramos, con admiración)

  • En una maleta no cabe la vida ¿o sí?
  • Yo también he tenido maletas donde he ido acomodando los dolores,
  • como si de piezas de ropa se trataran.
  • Guardar los dolores tiene su liturgia, hay que darle espacio a los más grandes, esos malignos,
  • que nos hacen creer en el “odio de algún dios”,
  • luego ir rellenando los pequeños espacios con los intrascendentes,
  • las mordidas que sangran profusamente, pero que solo dejan una pequeña marca,
  • una huella que un día miramos y ya no sabemos cómo fue…
  • Esta muchacha sostiene su maleta porque no puede sostener su alma,
  • y yo recuerdo un verso similar de un gran poeta.
  • Su alma es joven y le grita que aún debe regresar a casa, donde su madre la espera.
  • Y cuando aún tu madre espera, en cualquier sitio, allí tienes el hogar.
  • Esta muchacha quiere volver, caminar el laberinto conocido, acariciar su gato ya añoso,
  • mirar a una ciudad que no sabe sostener su alma, y buscar los amigos que la esperan,
  • y que un día no estarán, pero que hoy la esperan.
  • Ella no tiene un minuto que perder, ella solo tiene un grito, una maleta, un alma,
  • y el deseo de volver a casa,
  • una casa que solo habita en su memoria, y en el deseo de volver.
  • Yo la miro, la abrazo, y hago mío su deseo,
  • yo que ando por el mundo con mi maleta y los mismos dolores,
  • ordenados en esta liturgia conocida,
  • pero ya sin gritos, sin hogar, sin madre.
  • Y sí, en esta maleta, cabe toda la vida.
  • (Miami, 21 de febrero de 2022, a siete años de mi exilio)

MIRABA CON RUBOR TUS HERIDAS

  • en la entrañable y elegante
  • imagen pueblerina
  • demasiado bella para el recogimiento
  • y era la curiosidad de mi hijo
  • a quien llevamos un día para aliviar su dolor
  • y tocando tiernamente la pintura
  • en tus llagas
  • dudaba
  • pues a fin de cuentas
  • ¿cómo alguien tan enfermo
  • puede sanarnos?
  • es el recuerdo de aquella mirada en los oficios
  • el despertar de otra pasión
  • la noticia de la muerte del amigo
  • y el sueño de comunión y libertad
  • que se ha hundido con los clavos en tu carne
  • son todos los viernes de este mundo
  • Tú sigues allí y tus piernas desnudas
  • revelan la impudicia devota del lapiz labial
  • aquellas viejitas que limpiaban
  • con cera tus rigores
  • no te hubiesen condenado
  • son tantos rostros los que ya…
  • es un poco la belleza que se aleja
  • hoy no puedo musitar mis faltas
  • como si pudieses oírme
  • juro que te he buscado
  • pero solo Tú puedes encontrarme.

(Viernes Santo, Miami. 2023)

CELIA

(A Omer Pardillo, con gratitud)

  • Mientras pongo tu disco, como mi poderoso ritual, recuerdo a Uva de Aragón:
  • “ser cubano es enfermedad incurable, y muchas veces contagiosa”.
  • Vuelvo a esas palabras, cuando mi pequeña canta “La guantanamera”,
  • y me dice solemne: “Papá, yo soy tubana”, y a mí me da vergüenza,
  • pues eso lo aprendió en el summer camp de los Trujillo.
  • Más tarde, como un llamado ancestral, mete la mano en la porcelana
  • que guarda coqueta una libra de azúcar prieta para el café,
  • y sonríe: “esto me gusta, yummy”. Y ya no puedo contener la angustia.
  • Ignacio escribe sobre su abuela, un ensayo en inglés,
  • y me pregunta cómo se traduce “arroz con leche”.
  • Pepe siente la lluvia en el techo de tejas francesas de la vieja casa, y es la música más serena
  • de todas las que se le agolpan y por eso no lo matan.

Gabriela tiene muchas preguntas y todos los olores.

  • Y yo te escucho en el auto, el azar conforma la ruta: west, east, south,
  • mis viajeros comparten solo unos minutos de camino, pero yo insisto en escucharte,
  • una y otra vez.
  • Y es tan lugar común, pensar ahora el ruido del central, o el sabor de la sangre en mi boca, cuando muerdo la cáscara de la caña, antes de conseguir unas gotas de su jugo.
  • Pero, ¿cómo se puede decir esto de otro modo: dulce gramínea?
  • Vienen a mi mente los malos reportajes de la prensa.
  • Acaso el amor puede traducirse en otra lengua y seguir siendo amor,
  • el de uno mismo, o es otro?
  • ¿Ya lo sabía Ricardo II o Shakespeare lo intuía? ¿qué cosa es el destierro?
  • Puedo desmentirlo un poco, no se pierde todo en el exilio,
  • aquí he encontrado la pujanza olvidada y siempre la más definida melodía.
  • También te he encontrado a ti.
  • Todos los libros que dejé, bien valen tu música.
  • Para Karol Wojtyla, las otras voces eran extrañas a la natal,
  • cuando las oía, él pensaba en la patria…
  • Si un viajero reconoce tu voz, me vuelvo y sonrío, pocas veces hago esto,
  • para qué cruzar la vista con alguien que no veremos nunca más?
  • Pero si el viajero tararea tu canción, por un momento, torno a cruzar la ronda conocida,
  • y en él me encuentran todos, todos los afectos que perdí.
  • Mañana, al romper el día, ese pequeño gesto de poner tu disco,
  • sentir esos acordes, y saber quién soy.

(Miami, 15 de febrero de 2022)

 

 


Osvaldo Gallardo González (Vertientes, 1975)

De formación pedagógica, ha trabajado como profesor, editor y promotor cultural. Textos suyos de crítica y narrativa aparecieron en revistas cubanas, y publicó un libro de poemas (Diálogo sin luz, Ácana, 2009) íntegramente compartido por varias antologias de poesía en Cuba. Durante una década, trabajó para la Iglesia Católica en Cuba, en varios proyectos culturales y de comunicación. Fue director fundador del Museo Arquidiocesano “Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera” en Camagüey. Emigró a Estados Unidos en 2015, a su llegada trabajó como maletero en el Miami International Airport y chofer de Uber. Actualmente comparte roles como activista de libertad religiosa, escritor Web, bibliotecario en la John F. Kennedy Library de Hialeah y padre de una hermosa familia de cuatro hijos.

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