Piedad pedagógica y crítica de la ilustración

Por Emilio Ichikawa
Enmanuel Kant. Filósofo alemán.La definición de partida de la intención ilustrada la recoge Kant en su artículo “¿Qué es Ilustración?”. Es sencilla: “!Sapere aude! Ten el valor de servirte de tu propia razón.” Kant no es un igualitarista, sino un aristócrata de la razón, de las luces. Según creía, los individuos que tienen la valentía de pensar con cabeza propia alcanzan una dignidad que los sitúa por encima del resto de las personas.
No digo, y es más, no creo, que Kant estuviera acertado. Creo en la igualdad de los seres humanos no solo como punto de partida, sino también como punto de llegada. Solo trato de exponer su lógica y explicar los fundamentos de la creencia ilustrada en este nuevo autoritarismo (el de las luces), que trataba de imponerse a otros autoritarismos vigentes en la Europa de su tiempo como eran el autoritarismo de las armas, el de las clases o el de las razas.
Kant justificaba así el gran proyecto educativo del programa general de la Ilustración, que era ciertamente autoritario, pero también humanista. Los ilustrados creían que precisamente por constituir una élite, los iluministas debían “enseñar” lo aprendido a las demás personas que, respecto a ellos, estaban en una “minoría de edad”. Del propósito de sacar a los demás de esa “minoría de edad” salieron las mejores y las peores cosas de la Ilustración: salieron los sistemas de educación pública, y salieron las guerras modernas.
El movimiento ilustrado fue criticado desde sus propios orígenes. El siglo XIX hizo grandes críticas a la Ilustración y el XX llegó incluso a vincular grandes catástrofes sociales con su lógica.
Quien desee enseñar algo, ya sea un códice moral, una interpretación de la historia, un concepto de la poesía, debe tener muy en cuenta que se comporta como un ilustrado, que de alguna manera ejerce una posición de poder sobre quien le escucha. Por eso debe dominar las críticas a la Ilustración para mantener la propia modestia pedagógica, tan necesaria a la hora de enseñar.
Y deberá también seguir adelante porque aunque la educación parte de una dicotomía autoritaria (maestro que enseña-alumno que aprende), es una de las instituciones más humanas que tenemos. Esa es la piedad: es falible, pero es creíble.
Marzo-2008.

Emilio Ichikawa. La Habana
Filósofo.
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