Pequeñas divagaciones de Utopito

Por Pedro Pablo Oliva
 
 
Cada día descubro que reniego del silencio, acostumbrado tal vez por todos los extraños caminos y extensos discursos que intentaron convencerme de alguna verdad que hoy resulta obsoleta.
Soy uno más de los fantasmas de la utopía, hecho un montón de pedazos que no encajan nunca porque resulta imposible encarcelar la sombra sin tocar el cuerpo. Caminar a oscuras también tiene música, pero el silencio mata.


 

 
 
Por Pedro Pablo Oliva
 
“Las extrañas divagaciones de Utopito” de la serie Utopías y Disidencias 100 x 70 cm. Mixta/cartulina. 2012.
 
 
 
Cada día descubro que reniego del silencio, acostumbrado tal vez por todos los extraños caminos y extensos discursos que intentaron convencerme de alguna verdad que hoy resulta obsoleta.
 
 
 
Soy uno más de los fantasmas de la utopía, hecho un montón de pedazos que no encajan nunca porque resulta imposible encarcelar la sombra sin tocar el cuerpo. Caminar a oscuras también tiene música, pero el silencio mata.
 
 
Sigo escondido en una loma de mi provincia viendo la nave que zozobró; la guerra que hace rato perdimos y que algunos intentan convertir en victoria.
 
El odio inculcado durante tantos años no fue a ningún sitio, y el amor, con un guiño de ojo, lo llamó a contar.
 
Todo es tan confuso.
 
Desde aquí veo que el mundo cambia con la lentitud de un caracol y va quedando atrás el hilo brilloso de la demagogia.
 
Cada día descubro que reniego del silencio, pero que no basta.
 
El nuevo engendro carece de oídos y su obsesión definitiva es salvarse.
 
No le importa si hay que disparar a las hojas o callar de un puñetazo a otra voz.
 
Pedro Pablo Oliva (Pinar del Río, 1949).
Pintor.
Premio Nacional de Artes Plásticas 2006.
 
 
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