Nuestros pensadores (XXII): “Ramón Roa Traviesa”

Por Héctor Maseda Gutiérrez
 
Ramón Roa Traviesa. Foto tomada de Internet.

Ramón Roa Traviesa. Foto tomada de Internet.

Ramón Roa Traviesa. Intelectual cubano, patriota y militar independentista, político y escritor, periodista y poeta. Nació en Cifuentes, región central de Las Villas, actual provincia de Villa Clara, el 22 de noviembre de 1844. Alcanzó el grado de Teniente Coronel del Ejército Libertador de la República de Cuba en Armas. Fundó, conjuntamente con Cirilo Villaverde, Juan Clemente Zenea, Juan Manuel Macías y otros luchadores separatistas, “La Sociedad Democrática Amigos de América” establecida para ayudar al pueblo dominicano en la lucha contra los intentos de reconquistar España, su excolonia.Con apenas 16 años de edad fue víctima del destierro forzoso por sus actividades políticas en favor de la libertad de Cuba y de otras naciones sudamericanas liberadas del yugo colonial de la metrópoli española en el primer tercio del siglo XIX. Emigró a Nueva York (EE.UU.) para luego combatir en la Guerra de Restauración de la República Dominicana (1861-1865). Fue, además, colaborador del líder y luchador separatista chileno Benjamín Vicuña Mackenna, en la guerra que sostuvieron Chile y Perú, por sus respectivas independencias, contra la monarquía colonialista ibérica.
Al comienzo de la “Guerra de los Diez Años en Cuba”, hecho ocurrido el 10 de Octubre de 1868, (que se extendió desde ese año hasta 1878), iniciada por el insigne cubano y masón Carlos Manuel de Céspedes, Roa se encontraba en Argentina como secretario personal del Presidente de ese país, Domingo Faustino Sarmiento. De inmediato se trasladó a los EE.UU para enrolarse en una de las expediciones armadas con destino a Cuba. Luego de un primer intento expedicionario fallido, insistió en otro que lo llevó hasta la costa sur de Las Villas (1870). Se incorporó al ejército insurreccional mambí y participó en varias de las acciones combativas más importantes de la gesta libertadora, bajo las órdenes de los mayores generales Ignacio Agramonte y Loynaz, Máximo Gómez Báez y Julio Sanguily Garrite; así como de otros altos oficiales. Durante su alzamiento se convirtió, además, en secretario-ayudante de los generales independentistas Agramonte y Gómez. Llegó a ser Secretario de Relaciones Exteriores de la República en Armas. Como periodista e intelectual redactó importantes documentos oficiales, ensayos periodísticos, artículos, versos y relatos publicados en la prensa insurrecta y en periódicos de la emigración criolla. Muchos de esos textos fueron recopilados en su libro histórico-biográfico “A pie y Descalzo”, así como en un resumen publicado por la Academia de la Historia de Cuba, titulado: “Con la pluma y el machete”. Dejó sin concluir un tercer libro acerca de la Guerra de los Diez Años que nombró, originalmente: “A caballo y montado”. Se le considera como uno de los más destacados intelectuales cubanos del siglo XIX que emergió de las gestas independentistas. Ramón Roa falleció en la ciudad de La Habana, el 7 de enero de 1912, a los 67 años de edad.
 
Ramón Roa Traviesa. Su segundo apellido también se cita por sus biógrafos como Gari, seudónimo con el cual -señalan- se referían a su madre y de ahí la confusión. Realizó sus primeros estudios en el municipio de Cifuentes, en el colegio “La Empresa de Matanzas”, que dirigía un insigne educador y patriota amigo de la familia. Se vio complicado Ramón Roa en actividades conspirativas cuando tenía apenas 16 años de edad. Las autoridades coloniales le exigieron que abandonara la Isla. Se radicó en Nueva York. Era de origen rico, batalló por la libertad e independencia de su patria chica y murió pobre, como destaca su nieto Raúl Roa García, al prologar la obra de su abuelo titulada “Con la pluma y el machete”, quien señala que Ramón impresionó al chileno Vicuña Mackenna al conocer que, con apenas 12 años de edad, el mozalbete conspiraba en Cuba contra los ibéricos y que, al mismo tiempo, con sus charlas, el joven fue capaz de despertar de su largo letargo al fiero e incansable jefe de la caballería (lanceros) de Simón Bolívar, José Antonio Páez.
Conocedor de que la insurrección contra España en Cuba había comenzado el 10 de octubre de 1868, Roa Traviesa se despide del Presidente Sarmiento, y de Argentina, retorna a Nueva York (EE.UU.) y logra sumarse en la finalmente frustrada expedición del vapor “Lilliam”, organizada por el también patriota Domingo Goicuría. Ramón Roa sortea peligros infinitos, regresa a los EE.UU. e insiste en su empeño: realizar un segundo intento expedicionario en el buque “Salvador” que resulta exitoso, aunque apenas sobrevivieron cuatro de sus compañeros expedicionarios y él. Desembarcan por Casilda, poblado de la costa sur de la antigua provincia de Las Villas, el 17 de septiembre de 1870. Fueron tantas las calamidades que debieron enfrentar los expedicionarios que la gesta se convirtió en una verdadera odisea. La situación militar y logística que encontraron en Las Villas era difícil. Para sobrevivir y cumplir los objetivos propuestos, debieron abandonar la región central y continuar hacia Holguín -parte nororiental de la Isla-, sin recursos y prácticamente a pie. En esta región participa de algunos hechos de armas sin resultados destacables.
A principios de 1872, con los grados de capitán y cierto dominio de la zona, pasa a Camagüey. Al poco tiempo el general Francisco Villamil, jefe de las fuerzas de la región central que operaban en Las Villas le concede el mando de un batallón. Pero a las pocas semanas lo destinan al Estado Mayor del General Agramonte, quien lo nombra su ayudante general.
En julio de 1872 participa en los combates de Jacinto y El Salado. Acompañó al general Agramonte a Jimaguayú, el 11 de mayo de 1873, combate donde resultaría muerto su jefe quien, además de su superior, era su amigo personal. Roa Traviesa se mantiene en el Estado Mayor de Camagüey. El puesto de Ignacio Agramonte es ocupado por el mayor general Máximo Gómez. A lo largo de ese año y principios del siguiente, Ramón Roa tiene una actividad militar destacada y extensa. Los combates de Las Guásimas, Santa Cruz del Sur, Las Yaguas, Palo Seco, Naranjo-Mojacasabe y La Sacra así lo demuestran. Es ascendido a comandante el 25 de mayo de 1874.
Forma parte de la invasión patriótica a Las Villas (1875) dirigida por el Mayor General Gómez. Por sus méritos militares alcanzados es promovido a teniente coronel (24-julio-1875) y en octubre de ese año se incorpora al Estado Mayor del mayor general Julio Sanguily, como ayudante-secretario. El Presidente de la República de Cuba en Armas, Juan Bautista Spotorno (1832-1917), enterado de sus aptitudes como político y especialista en labores gubernamentales, nombró a Ramón Roa, Secretario (Ministro) de Relaciones Exteriores ocupando, además y con carácter interino, la Secretaría de Hacienda.
Pero su apego a la vida militar llevaron a que Roa Traviesa renunciara a tan alta responsabilidad gubernamental -los cargos de las dos Secretarías gubernamentales- el 24 de enero de 1877 y se incorporara al regimiento de infantería “Jacinto”, en Camagüey, el 10 de febrero de ese mismo año.
Cuando se produce ese año la conspiración de Santa Rita (sedición de algunos mandos insurgentes importantes, iniciada el 5 de noviembre, por las diferencias tácticas y políticas con el Gobierno de la República en Armas), es enviado por este último como miembro de la comisión que designó. Roa interviene en las discusiones, se liman las asperezas y solucionan las situaciones creadas, al demostrarse que posiciones divididas solamente eran perjudiciales y en extremo peligrosas para las fuerzas independentistas criollas.
El 9 de febrero de 1878 es designado para que integre la dirección del Comité Revolucionario del Centro, que discutió y aprobó los términos del “Pacto del Zanjón”. El coronel Emilio Luaces y el teniente coronel Ramón Roa entregaron un documento del Gobierno de la República en Armas de Cuba, dirigido al Mariscal español Arsenio Martínez Campos, máxima autoridad política y militar de España en la Isla, en el que se exponían los términos que solicitaba la parte cubana para firmar el acuerdo y suspender las hostilidades. Fue la última misión militar desempeñada por Ramón Roa.
No participó de la breve “Guerra Chiquita” (1879-1880). Ignoramos las razones que lo llevaron a tomar esa posición, a pesar de los reiterados intentos que hicimos para obtener información definitoria al respecto. Suponemos que como la mayoría de los jefes militares insurrectos sobrevivientes de la Guerra de los Diez Años, consideraba no existía el menor asomo de éxito en este nuevo empeño bélico, como lo demostró poco más de un año después la propia historia. Roa, por su parte, se dedicó a compilar su obra intelectual realizada hasta ese momento al mismo tiempo que continuó incrementándola. Jamás dejó de defender las aspiraciones independentistas que reclamaban muchos criollos en los artículos, crónicas, poemas y libros que escribió; discursos, conferencias, trabajos corporativos,… que dictó y en cuanta publicación y demás medios de divulgación masiva a los cuales él tuvo acceso, tanto dentro como fuera de Cuba.
La obra literaria de Roa, como ya hemos apuntado, fue amplia y sostenida. Su prosa y versos aparecieron en las publicaciones “Revista Cubana”, “La Habana Elegante”, “La Habana Literaria” y en “La Igualdad”. No cabe duda que mantuvo una posición de principios ético-morales destacable. Aceptó todo tipo de desafío a enfrentar con dignidad, hidalguía y decoro extremos.
Al reanudarse la “Guerra Necesaria y Justa” convocada, organizada y dirigida por José Martí, estos textos de Ramón Roa también se publicaron en los medios de difusión independentistas, editados en París y Nueva York. Como colofón están los dos libros antes señalados: “A pie y descalzo” y “A caballo y montado”. La primera de ellas causó cierto desenfado entre altos militares independentistas e intelectuales de renombre -entre los que se encontraba el propio José Martí-; porque las narraciones, descripciones y juicios sobre las vivencias y participación expuestas en esta obra por Ramón Roa, sacaron a la luz con una crudeza extremadamente fuerte, los eventos que existieron en aquellos difíciles años, sin que por ello se demeritaran las condiciones profundamente patrióticas de los cientos y posteriormente miles de cubanos insurgentes que estuvieron en las gestas anteriores y en la que se avecinaba para el 95. Roa expuso de manera directa y descarnada las no pocas dificultades materiales y morales de la vida en el monte que por momentos tendían a desalentar a los cubanos participantes.
Martí no negó las difíciles condiciones de vida que deberían enfrentar los nuevos patriotas insurgentes y que Ramón Roa expuso con toda crudeza en su libro. En realidad Martí estimaba de inoportuna su publicación en esa época y circunstancias presentes, al quedar expuestas las limitaciones materiales y humanas que enfrentaron los veteranos de nuestras dos gestas emancipadoras anteriores y que deberían resistir los nuevos patriotas en la manigua, si tenemos en cuenta los grandes esfuerzos que se estaban realizando para llevar adelante la “Guerra Necesaria…” y la nueva y definitiva confrontación bélica que se avecinaba entre Cuba y España.
Finalmente pudieron solucionarse los desacuerdos. Ramón Roa decidió no participar en la conflagración del 95 (la “Guerra Necesaria…”, como la denominó nuestro Apóstol). En octubre/1895 partió con su familia hacia Islas Canarias, en una especie de “destierro voluntario”. No regresaría a Cuba hasta después de concluida la guerra en 1898.
Roa Traviesa fue el cronista de las epopeyas libertarias. Sus versos fueron celebrados incluso por el propio prócer de la independencia cubana José Martí, quién se refirió a él como el “más original de los poetas de la guerra”.
Tres cubanos de indiscutible jerarquía intelectual y patriótica: Enrique José Varona, Manuel de la Cruz y Manuel Sanguily, habían defendido en 1892, junto a un grupo de militares e intelectuales cubanos, el texto del conflictivo libro de la autoría de Ramón Roa, pero ninguno fue tan justo y juicioso, equilibrado y veraz, como el expresado en la breve carta enviada por el Generalísimo Máximo Gómez a Ramón Roa, varios años después -el 11 de febrero de 1903- que, por su importancia, paso a exponer:
“Mi estimado Roa: Me he enterado del viejo recuerdo de la patriota, Rosa la Bayamesa. No sabía yo que tú habías escrito eso. ¡Cuánto recuerdo santo has hecho despertar en mi viejo corazón! Como es que entonces y allí, nos amábamos más y nos sentíamos capaces de partir nuestro pan hasta con el bruto. ¡Cuántas veces, lo recuerdo, te vi a ti mismo darle tu ración de boniatos a Perrotudo! (se refiere el Generalísimo Gómez a un miembro de la tropa. Nota del autor). La guerra es indudable que tiene en el fondo algo de sublime y es una lástima, que por lo demás, sea tan mala que no nos deja ganas de vivir en ella. Ninguno como tú, que jamás te has manchado con una mentira, puede escribir episodios de aquella hermosa y honorable época. Escribe. Para todos los tuyos mi afecto. Amigo. (fdo.) Gómez.
Ya en la República Ramón Roa ocupó varios cargos sin mucha relevancia: oficial de la Secretaría de Hacienda, clasificador de documentos del Archivo y posteriormente su subdirector. Por los innumerables méritos acumulados como intelectual y particularmente como historiador, fue nombrado Miembro de Número de la Academia de Historia de Cuba.
Ramón Roa Traviesa falleció en la ciudad de La Habana, el 7 de enero de 1912. Fue despedido por familiares; además de amigos e intelectuales que conoció a lo largo de su fructífera, sacrificada y transparente vida.
Conclusiones
PRIMERA: Ramón Roa Traviesa, fue un intelectual cubano, patriota y militar independentista, político y escritor, periodista y poeta. Víctima del destierro forzoso impuesto por las autoridades coloniales ibéricas siendo aún adolescente, por sus actividades políticas favorables a la libertad e independencia de Cuba y de otros países latinoamericanos. Peleó con la pluma y el machete, como destacara su nieto y también intelectual, Raúl Roa García, para que Cuba y su pueblo se sacudieran el yugo colonial monárquico español que, desde hacía casi cuatro siglos, los oprimía. Ramón Roa fue un verdadero hombre del 68, como se les llamó a los participantes de la emancipadora “Guerra de los Diez Años en Cuba” (1868-1878), defendiéndola con todos los medios a su alcance.
 
SEGUNDA: Ramón Roa concibió la independencia de Cuba como parte inseparable de la que ya habían obtenido otras naciones hispano-parlantes de América y previó la futura buena marcha que debería existir en el resto del mundo en que vivimos. La realidad histórica nos ha demostrado que, hasta este momento, sólo ha sido un sueño poco menos que realizable de él, pero es la independencia a la que aspiran todos los hombres de buena voluntad que esperamos se convierta en realidad en un porvenir no muy lejano.
TERCERA: Las discrepancias surgidas entre algunos patriotas e intelectuales radicados en Cuba y en el exilio (incluso nuestro Apóstol José Martí), de un lado; y Ramón Roa y sus defensores independentistas, altos jefes militares del Ejército Mambí y una parte de los intelectuales, que vivían dentro y fuera de Cuba, del otro; dieron por concluida la polémica surgida en torno al libro de Roa titulado “A pie y descalzo”, gracias a las gestiones conciliatorias de los exiliados en Cayo Hueso, Estado de Florida, EE.UU. acordadas el 22 de enero de 1892. Lo cierto es que independientemente de la importante labor doctrinal, apostólica, acopiadora de recursos humanos y materiales y divulgativa desarrollada por nuestro Martí para lograr un desenlace exitoso en la empresa bélica que se avecinaba y que llamó “La Guerra Necesaria y Justa”; no cabe duda que la fuerte polémica derivada entre los veteranos insurgentes de las dos guerras anteriores Cuba-España sobre el libro de referencia, aclaró incógnitas a muchos criollos pertenecientes a las dos generaciones activas de cubanos nacidos entre 1840 y 1895. De ahí que esas discusiones contribuyeron, discretamente y aportando su granito de arena, para lograr la unidad de acción necesaria entre los llamados por José Martí “los pinos viejos” con los “pinos nuevos”, generaciones de criollos con muchas ansias de lograr la libertad, soberanía e independencia de su sufrida patria, la de todos los cubanos.
CUARTA: Ramón Roa Traviesa es considerado por muchos historiadores cubanos como uno de los más destacados intelectuales de la Isla, surgidos, precisamente, como parte indisoluble de los mismos conflictos armados independentistas protagonizados entre la España colonial y Cuba durante los últimos treinta años del siglo XIX, con algunas interrupciones necesarias realizadas por los líderes y organizadores cubanos que, en cada momento histórico, han dirigido esas acciones con el propósito de aunar fuerzas, unir voluntades, obtener recursos bélicos y contar con hombre probos que llevaran adelante esos proyectos, hasta lograr la culminación del proceso emancipador.
Bibliografía
1. Enciclopedia Universal Ilustrada.
2. Enciclopedia Wikipedia (actualizada)
3. Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba. Primera Parte (1510-1898). Tomo I. “Biografías”. La Habana. Ediciones Verde Olivo. Año 2004.
4. Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba. Primera parte (1510-1898). “Acciones bélicas”. La Habana. Ediciones Verde Olivo. Año 2001.
5. Sanguily Garrite, Manuel. “Nobles memorias”. La Habana. 1925.
6. Martí y Pérez, José Julián. “Obras completas”. Edición Trópico. Tomo II.
7 Martí y Pérez, José Julián. “Epistolario”. Tomo II.
8. Roa García, Raúl. “Pluma y Machete”. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. Año 1969.
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10. Loyola, Oscar y Diana Abad. “Historia de Cuba II. La Guerra de los Diez Años. Tomo I. Editorial Félix Varela. La Habana. Año 2002.
11. Tremols y Amat, Abdon. “Los patriotas de la Galería del Ayuntamiento de La Habana”. Imprenta La prueba. La Habana. Año 1917.
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Héctor Maseda Gutiérrez.
Uno de los 75 presos de conciencia del 2003.
Agencia DECORO.
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