Nuestros pensadores (XV): “José Julián Martí y Pérez”

Por Héctor Maseda Gutiérrez
 
Foto tomada de Internet.

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José Julián Martí y Pérez, apóstol y héroe nacional; pensador, político y filósofo; masón, escritor y periodista; poeta, abogado y diplomático; patriota y educador. Nació en La Habana el 28 de enero de 1853. Murió en combate en Dos Ríos, antigua provincia de Oriente, el 19 de mayo de 1895. El 5 de marzo de 1870, fue juzgado y condenado a seis años de prisión, por su proyección y lucha contra la dominación colonial de España en Cuba. En enero de 1871, fue deportado a España, acusado de conspirador. En Madrid y Zaragoza se graduó de licenciado en derecho y en filosofía y letras. En México y Guatemala Martí, como intelectual, se dedicó a escribir obras de teatro, ensayos periodísticos y poesía. Simultáneamente ejerció el magisterio. En 1878, concluida la primera guerra de independencia en Cuba (1868-1878), regresó a La Habana, pero en septiembre de 1879 fue deportado nuevamente a España. Viajó a París, Francia, y por último se estableció en los Estados Unidos de Norteamérica. En Nueva York publicó en varios periódicos y revistas en el continente. Fue, además, un excelente diplomático que representó, consularmente, a países hermanos de centro y sudamérica. A finales de 1891, renunció a todas sus actividades para dedicarse por entero a la causa de la independencia de Cuba. El 8 de enero de 1892, creó las Bases y Estatutos del Partido Revolucionario Cubano (PRC), que se convirtió en el órgano rector de la guerra necesaria por la independencia de Cuba. En enero de 1895, firmó la orden de alzamiento que se transmitió a Cuba y el 25 de marzo firmó con el generalísimo Máximo Gómez, el célebre “Manifiesto de Montecristi”. Al comenzar la guerra, Martí decidió retornar a Cuba e incorporarse al campo de batalla. En Dos Ríos, provincia de Oriente, recibió heridas que le ocasionaron la muerte. Como escritor fue uno de los fundadores del movimiento modernista en lengua española. De su obra poética se destacan: “Ismaelillo” y “Versos Sencillos”, de sus novelas “Amistad Funesta”. Por su vasta cultura y su proyección latinoamericanista, se le conoce como el más universal de todos los cubanos. Su obra literaria, su prosa como escritor, su oratoria y documentos políticos e ideológicos y su epistolario, han sido recogidos en sus “Obras Completas”.
 
Nació el 28 de enero de 1853, en la ciudad de La Habana. Hijo de Mariano Martí y Navarro, valenciano; y de Leonor Pérez y Cabrera, Santa Cruz de Tenerife, ambos españoles. José Julián tuvo cinco hermanas: Leonor Petrona (1854), Mariana Matilde (1856), María del Carmen (1857), María del Pilar (1859), Rita Amelia (1862) y Dolores Eustaquia Martí Pérez (1865). Nuestro protagonista cursó sus primeros estudios en una escuela municipal habanera (1859). Sus estudios primarios los concluyó en el colegio “San Anacleto” donde conoció a su amigo Fermín Valdés Domínguez. Posteriormente (1866) ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza. Al comenzar la Primera Guerra de Independencia en Cuba (10 de octubre de 1868), Martí era un adolescente con claras inquietudes sociales, originadas por sus vivencias en la Isla acompañando a su padre por varias localidades y en las conversaciones sostenidas con su profesor, formador ético-moral y mecenas, Rafael María de Mendive, quien influiría notablemente en el carácter y proyección socio-política e ideológica que, posteriormente, conformarían el carácter del joven.
El 22 de enero de 1869 se produce un tiroteo en el Teatro Villanueva, de la capital, realizado por un grupo de miembros del Cuerpo de Voluntarios españoles contra varios jóvenes cubanos que allí se encontraban. Los criollos visitaban aquel sitio con cierta frecuencia donde se reunían para intercambiar criterios sobre diversos temas. En ocasiones, expresaban opiniones a favor de una Cuba libre e independiente. Ese día fue contratado un grupo de artistas del género bufo que al final de sus labores tuvieron expresiones favorables al movimiento independentista iniciado en Yara, localidad de la antigua provincia oriental, el 10 de octubre de 1868. Del público se escucharon gritos de: “¡Viva Carlos Manuel de Céspedes! ¡Viva la independencia de Cuba!” En esa oportunidad, dichos comentarios fueron considerados por los militares como un acto sedicioso y provocador contra la corona española. Su resultado: el tiroteo generado por los uniformados, algunos jóvenes criollos detenidos y varias detenciones.
Los voluntarios españoles, inconformes con lo ocurrido meses antes en el Teatro Villanueva; organizan el 4 de octubre de ese año un desfile por varios lugares de la ciudad. Al pasar estos frente a la residencia de la familia Valdés Domínguez (calle Industria No. 122) -donde se encontraba de visita Martí- se producen risas y burlas por parte de José Julián y Fermín hacia el grupo de militares y las respuestas amenazantes de estos hacia los dos adolescentes.
Esa misma noche, regresan los voluntarios para efectuar un registro en la vivienda de la familia Valdés Domínguez. Encuentran y ocupan un documento firmado por Martí y Fermín dirigido a un condiscípulo de estos, nombrado Carlos de Castro y Castro, a quien los firmantes acusan de apóstata en el texto, por haberse alistado en el ejército español como voluntario. Ambos amigos son detenidos. Martí declara ser el único responsable por los términos que aparecían en la carta. El 5 de marzo de 1870 son juzgados ambos junto a otros encartados en el supuesto delito. Martí es condenado a seis años de prisión y trabajos forzados en las canteras habaneras de San Lázaro. Fermín Valdés, a seis meses de reclusión. El resto de los enjuiciados fueron deportados o sobreseídos del delito, según los casos.
José Martí tenía 17 años de edad al ser enviado a prisión. Se le asigna el número 113 que lo identifica como recluso forzado de la Primera Brigada de Blancos. Los próximos cinco meses Martí llevará grillete en un pie y una cadena a la cintura. Transcurrido ese tiempo, enferma. Gracias a las gestiones de sus padres y a un amigo de la familia, José María Sardá, quien mantenía estrechos vínculos con el Capitán General de la colonia, el adolescente es indultado y enviado a Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud, al sur de La Habana), confinado a vivir en la finca “El Abra”, propiedad del Sr. Sardá, bajo su vigilancia y responsabilidad. Allí se mantendrá nuestro Héroe Nacional, hasta que el 5 de enero de 1871, desterrado de Cuba, logra viajar a Madrid.
Ese mismo año de su llegada a España y algo repuesto de su experiencia anterior, matricula en la Universidad Central de la capital ibérica y posteriormente en la de Zaragoza, las carreras de Licenciado en Derecho Civil y de Filosofía y Letras. Su salud no mejora apreciablemente y tiene que ser intervenido quirúrgicamente en dos ocasiones de sarcocele producida por el grillete que estuvo obligado a usar durante su condena. Pero, además, está atormentado por la lejanía de la patria, su familia y hogar, la soledad en que vive, los recuerdos de la prisión,… Se refugia en los artículos, ensayos, cartas y en una serie de testimonios (recopilados en un libro posteriormente) que tituló: “El presidio político en Cuba”, labores que fueron apoyadas por quien fungía, por indicación familiar, como protector de Martí, Carlos Sanvalle.
El 27 de noviembre de 1871 se produce un hecho que contribuyó a marcar definitivamente el rumbo político futuro de Martí, al mismo tiempo que se calificó, por quienes conocieron del mismo, como crimen político: el fusilamiento de los ocho estudiantes cubanos de medicina que fueron vilmente asesinados, víctimas del Cuerpo de Voluntarios y el deshonor del tribunal militar que los “juzgó”. Por supuesto que Martí no se mantuvo ajeno a esta realidad. Hizo una proclama donde exigió justicia ante tan alevoso crimen y la distribuyó públicamente en España.
Fiel a sus principios políticos y humanitarios, Martí no se mantiene al margen de cuanto acontecimiento tiene relación con su sufrida Patria, cuando el rey Amadeo abdica en 1873 a la corona del Reino y se proclama la Primera República Española, cuya existencia fue breve, inestable y contó con la ausencia de españoles verdaderamente republicanos. Sus presidentes -por orden de aparición- fueron: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. El joven José Martí le envía un documento al Presidente de la República Española, Emilio Castelar, con el reclamo de la independencia de Cuba, a lo que este le respondió: “(…) antes de todo yo era español (…)” con lo que intentó justificar su negativa a la solicitud de Martí. Castelar sería el cuarto Presidente de la naciente república.
A mediados de junio de ese año, nuestro protagonista se diploma en Derecho Civil y meses después, en octubre, obtiene el título de Licenciado en Filosofía y Letras.
Es a partir de ese momento en que comienza la proyección multifacética de José Martí como pensador, periodista, escritor, poeta, filósofo, diplomático, catedrático, educador, político, masón, patriota y líder independentista. No es menos cierto que su lucha política se concentró en Cuba, pero su obra se extendió a todos los países y confines de Hispanoamérica (actual Latinoamérica).
La más destacada fue la de pensador, al surgir con luz propia, que lo convirtió en un verdadero mito por su ideario socio-político americanista y para todos los tiempos. Esta se inclinó en dos direcciones: la primera, su defensa para alcanzar no solo la independencia de Cuba sino la unidad estratégica entre los pueblos de nuestra América, y la segunda, dirigida a la realidad que enfrentaban las jóvenes naciones americanas surgidas en el primer tercio del siglo XIX como resultado de las  consecuencias provocadas por los más de tres siglos de dominación colonial, durante la cual, los naturales de este continente, conocidos como los amerindios, fueron aplastados, masacrados y reducidos a la condición de bestias, al igual que los chinos y negros traídos de Asia y África, en calidad de casi esclavos los primeros, y a la esclavitud los segundos; y por último, los criollos (descendientes de españoles pero nacidos en Cuba), sometidos al mismo método aniquilador aunque, en estos casos, de la conciencia humana y tradiciones histórico-culturales. Martí planteaba que resucitar el hombre real que todos llevábamos por dentro, debía ser la primera aspiración para aquellos pueblos que deseen tener una verdadera patria digna y el disfrute de la libertad ciudadana sin límites ni exclusiones de clase social, religiosas, políticas o raciales. De igual modo veremos que entre 1880-1892, ambos incluso, nuestro Prócer Independentista publicó más de cuatrocientos artículos, crónicas y testimonios acerca de Hispanoamérica, los Estados Unidos de Norteamérica y algunos países de Europa. Su divulgación estuvo a cargo de los diarios de mayor relevancia en el Hemisferio, como fueron en su tiempo: “Las Américas” (EE.UU.); “La República de Tegucigalpa” (Honduras); “El Partido Liberal” y la “Revista Universal” (México); “La Nación” (Argentina); “La Opinión Nacional” (Venezuela) y “La Opinión Pública” (Uruguay), entre otras no menos importantes. En su copiosa obra, la periodística ocupó casi el 50% de su actividad intelectual.
Sus obras en el teatro (“Abdala”, “Amor con amor se paga” y “Adúltera”) trascendieron su época. Su novela “Amistad funesta” cuya autoría la envolvió en un seudónimo, caracterizan a la novela modernista por el lenguaje empleado y excelente expresividad.
Sin embargo, dos de los que más sorprenden son sus textos para niños “La Edad de Oro” y el “Ismaelillo”. Ambos están dirigidos en primera instancia, sí, a los pequeños, pero lo que Martí buscaba era rescatar, desde lo más profundo del interior de los párvulos, al hombre potencial futuro que existía en cada uno de ellos.
Martí se convertiría en un diplomático especializado en materia consular. Entre los años 1884 y 1891 representó a países hermanos como Argentina, Uruguay y Paraguay, actividades que además de permitirle solucionar diversos problemas que enfrentaban los gobernantes y pueblos de esas jóvenes naciones, desarrolló de manera magistral la de negociador especializado que tan útil le resultaría en su vida futura. Simultáneamente observamos en Martí -durante su formación profesional y apostolado patriótico- el periplo realizado por varios países al hacerse presente en España, Francia, EE.UU., México, Uruguay, Argentina, Venezuela, Guatemala y Honduras.
En mayo de 1877 acepta impartir clases como catedrático en la Universidad Nacional de México, en las especialidades de Literatura francesa, inglesa, italiana y alemana; así como de Historia de la Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras. En Venezuela (1881), se responsabilizó con la formación de adolescentes en Gramática Francesa y Literatura en el colegio “Santa María”. Debo significar que lo primero que hizo Martí al llegar a este país sudamericano, fue preguntar dónde se encontraba el monumento levantado en honor a Simón Bolívar para rendirle el respeto que merecía tan insigne patriota de Suramérica.
José Martí no fue solo un ejemplo vivo, en la ética-moral, formación profesional e ideológica, proyección social y ciudadana; así como en su entrega total a la causa por la independencia de su amada Patria. También fue un ejemplo fraternal como masón. Su breve, pero fructífero y fecundo accionar, comenzó con su iniciación, al ser presentado por el V. H. Francisco Solano Ramos en la Logia “Caballeros Cruzados No. 48”, de los valles de Madrid, España, que se hallaba bajo la jurisdicción del Gran Oriente Lusitano Unido (GOLU), entre finales de febrero y julio de 1871. En ella ocupó el cargo de Secretario. En septiembre de 1872, tanto Martí como Fermín Valdés Domínguez, se afilian a la Logia Capitular “Armonía No. 36”, del GOLU, también de los valles de Madrid. Alcanzó en esta el grado 18 (Soberano Príncipe Rosa Cruz), del Rito Escocés, Antiguo y Aceptado (REAYA) y, según consta en actas de ese Cuerpo Escocista, llegó a ocupar el cargo de Orador. Su iniciación se produjo luego de su llegada a esa capital europea, en calidad de deportado (desterrado político) de la tierra que lo vio nacer. Por la información que se nos facilitó por el responsable del Museo de la Gran Logia de Cuba de A. L. y A. M., existe un documento que reconoce que Martí alcanzó el grado 30 del REAYA y se mantuvo como masón activo hasta el día de su muerte, ocurrida el 19 de mayo de 1895.
Indiscutiblemente nuestro Apóstol fue uno de esos hombres que pasan por el siglo en que vivieron, como quienes cruzan el camino en un viaje al infinito; destino secular del Cristo que no eligió la cruz para morir en ella, sino para vivir y crecerse, ¡gracias a ella!
Conscientemente he dejado para el final al Martí envuelto en la vorágine de sus labores patrióticas y el incansable apostolado que empleó para viabilizar la independencia de Cuba. No me extenderé en todas y cada una de las actividades patrióticas que marcaron su vida pues han sido ampliamente divulgadas. Me concentraré en sus labores preparatorias para la guerra necesaria y justa, como llamó a la que vendría en el año 1895 y de la que sería su principal artífice por su presencia en la misma y su total entrega como armador de este conflicto bélico.
El 3 de enero de 1880 arriba Martí a Nueva York. Entabla relaciones con importantes personalidades del exilio criollo. Comienza una intensa labor divulgativa y unitaria de las fuerzas independentistas en el destierro. El 24 de enero de ese año pronuncia su primer discurso en el que valora lo ocurrido en la contienda de 1868-1878 y la fracasada Guerra Chiquita (1879-1880); al mismo tiempo anuncia una nueva etapa independentista. Diferentes medios de prensa se hacen eco de sus ideas. Su carisma y franca sinceridad, suma a los veteranos y a los pinos nuevos interesados en ver su patria libre e independiente. No es hasta el 10 de agosto de 1881 (en su nuevo retorno a Nueva York) que Martí expone como objetivo central: organizar la nueva gesta libertaria que denominó “La guerra necesaria”. Es indetenible su labor patriótica. Apenas duerme. Sus discursos y documentos, uno tras otro, salen de su oratoria y sus manos argumentando con solidez la necesidad de una nueva contienda armada, necesaria y breve, pero humanitaria. A mediados de 1882 le pide a los generales Gómez y Maceo sus opiniones acerca del trabajo patriótico que emprende. Ambos se solidarizan con los propósitos e ideas que expone. Durante esos años Martí desarrolla una incansable y profunda labor divulgativa. Pronuncia diversos e importantes discursos con mensajes de unidad y la necesidad de crear un partido que dirija las acciones política y militarmente. El 26 de noviembre de 1891, realiza una oratoria que ofreció en el Liceo Cubano de Tampa, en la que se destacó por el lenguaje empleado, las características de la guerra necesaria y los sacrificios que estaba dispuesto a enfrentar y que ella exigía a sus participantes. En esta ocasión también obtuvo recursos humanos y materiales. Le despiden al día siguiente los emigrados cubanos y se dieron a conocer las resoluciones acordadas por los patriotas cubanos de Tampa, consideradas estas como las bases del Partido Revolucionario Cubano (PRC).
A principios de 1892  la emigración aprueba en Cayo Hueso las Bases y los Estatutos secretos del PRC. El 14 de marzo de ese año aparece el primer número del periódico “Patria”. El 8 de abril de 1892 el PRC efectúa los sufragios para elegir la máxima dirección del mismo, en el cual resulta electo como Delegado (Presidente) José Martí; así como el Tesorero y el Secretario, responsabilidades que recayeron en Benjamín Guerra y Gonzalo de Quesada, respectivamente. Dos días después queda proclamada la constitución del PRC. El 15 de septiembre el Generalísimo Máximo Gómez acepta la jefatura máxima del Ejército Libertador.
Para el 25 de diciembre de 1894 está todo listo para iniciar la nueva contienda armada por la libertad e independencia de Cuba. El ya conocido “Plan de La Fernandina” fue elaborado hasta sus últimos detalles por Martí para llevar, simultáneamente, hasta las costas de Cuba tres expediciones armadas en los barcos “Amadis”, “Lagonda” y “Baracoa”. La indiscreción del coronel López Queralta traiciona la confianza depositada en él por nuestro Apóstol, al poner en manos de las autoridades norteamericanas los detalles de la expedición, quienes confiscan las embarcaciones y  armas adquiridas con el aporte voluntario de los emigrados cubanos en ese país. A pesar del daño ocasionado, Martí no descansa. Recuperado del terrible acontecimiento, transmite a Juan Gualberto Gómez un mensaje que dice: “(…) inmediatamente (y) por distinto rumbo, (…) (reiniciar) la labor que la cobardía de un hombre ha asesinado (…)”.
El 29 de enero de 1895, el Delegado del PRC (Martí) firmó -junto con el general José María (Mayía) Rodríguez, con autoridad plena otorgada por Máximo Gómez, y el comandante Enrique Collazo, en representación de los patriotas de la Isla- la Orden de Alzamiento, la que se le remite a Juan Gualberto Gómez, por estar investido este como representante máximo del PRC en Cuba. Martí parte hacia República Dominicana (30 de enero de 1895) al encuentro de Gómez. Discuten los pormenores. Gómez le pide a Martí detalles de lo ocurrido con la expedición armada de “La Fernandina”. Martí se los brinda. Se fija la fecha del alzamiento contra España desde La Habana por todos los mandos comprometidos para el 24 de febrero, confirmada por Juan Gualberto con la frase convenida con Martí previamente: “Aceptados giros”.
El 25 de marzo de 1895 Martí redacta y luego firma con Máximo Gómez el documento político conocido como “El Manifiesto de Montecristi” que fija los objetivos y propósitos del PRC, los principios en que se basa la nueva guerra por la independencia nacional y el llamado al combate a todos los miembros de la sociedad cubana. El 5 de mayo se produce la reunión entre José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo en el ingenio de “La Mejorana”, próximo a San Luis, antigua provincia de Oriente; para trazar la conducta a seguir en la organización del gobierno de la República en Armas y los planes bélicos a desarrollar. Por acuerdo de Máximo Gómez y otros oficiales se decide nombrar a José Martí, Mayor General del Ejército Libertador, medida adoptada para evitar conflictos y divisiones entre los mandos políticos y militares de la nueva República de Cuba en Armas, como sucedió durante el enfrentamiento contra España entre 1868-1878. Ya investido en su carácter de Presidente-Mayor General, cursa instrucciones, se discute la conducta a seguir en el futuro y rumbo de la guerra que se inicia,… Finalmente, Martí, con los asuntos del día despachados, redacta una carta (que quedó inconclusa pero, por su contenido, se considera su testamento político) a su amigo Manuel Mercado.
Llegamos al irrepetible domingo 19 de mayo de 1895. Una columna española integrada por 600 hombres al mando del coronel español José Ximénez de Sandoval, se encuentra en las inmediaciones del campamento patriota. Gómez sale a su encuentro y le ordena a Martí que se quede lejos del campo de batalla, protegido del fuego enemigo junto a otro oficial. Martí desobedece la orden. Sin darse cuenta se aproxima a una sección enemiga parapetada detrás de la alta maleza. El enemigo, al ver a dos insurrectos a caballo dispara sobre ellos. Al oficial cubano le matan la cabalgadura pero Martí es impactado por varios disparos que le causan la muerte. Los realistas se apoderan del cadáver y lo retiran del campo de batalla, en dirección al poblado de Remanganaguas. Los insurrectos tratan de rescatar el cuerpo de Martí, pero les resulta imposible lograrlo. El coronel Sandoval informa a sus superiores el resultado de las acciones, encuentro considerado por el favorable a las armas ibéricas, así como del cuerpo del insurrecto ultimado. Ese día fue una jornada de luto y dolor para todos los cubanos dignos de aquellos tiempos y de los actuales.
Conclusiones
1. El legado de Martí está impregnado de los principios casi míticos de los inmortales. Fue un Apóstol, patriota incomparable, gentil hombre, gran intelectual, excelente masón, filósofo racionalista, libre y profundo pensador, maestro de pueblos, abogado, diplomático, escritor, crítico literario, periodista, ensayista, educador y politólogo que dedicó su vida entera al nacimiento de una Patria Nueva, a la santidad de su naturaleza y a las necesarias, justas y humanitarias batallas que exigía la conformación de su historia, como nación cubana.
 
2. A Martí debemos valorarlo -si lo consideramos en su justa dimensión- más que cubano como americanista y hasta universal; hombre en fin, que desbordó con creces su época al proyectarse hacia el futuro. Él fue, en gran medida, un seguidor consecuente y diario de las enseñanzas de los Grandes Maestros de todos los tiempos que ha producido la Humanidad para su guía y progreso. Un hombre débil de cuerpo, pero ciclópeo en su formación y proyecciones socio-políticas, fuerza interior y espíritu de sacrificios extremos, amante de su pueblo y Patria Chica que lo vio nacer y morir de cara a la luz de la inmortalidad de su alma que, por derecho, se ganó con creces.
 
3. Su obra, como su vida misma, es un canto de amor que, en notas delicadas, nos congrega para fecundar con sus bondades nuestros pesares cotidianos, asumiendo una conducta suprema de dignidad y decoro.
 
Bibliografía
1. Obras Completas, tomo 22, pág. 250; tomo 5, pág. 366; tomo 8, pág. 153 y tomo 7, pág. 267.
2. Ciro Bianchi Ross. Artículo “¿Cómo murió José Martí?” partes I, II, III y final. Publicados en las ediciones del 27 de febrero, 6 de marzo y 13 de mayo, del periódico “Juventud Rebelde”. 2010.
3. Agramonte y Pichardo, Roberto D. “Martí y su concepción del mundo”. Universidad de Puerto Rico. 1971.
4. Coleman Alexander. “Martí y Martínez Estrada: Historia de una simbiosis espiritual”. Revista Iberoamericana 92-92. Vol.41 (1975). Pág. 629-645.
5. Delgado Correa, Wilkie. “José Martí: Un largo viaje hacia la guerra y la muerte” http://Cubaperiodistas.cu Mayo 2011.
6. González, Manuel P. “Semblanza de José Martí”. Hispania 36. 1953. 43-51.
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12. “Atlas Histórico Biográfico José Martí”. Instituto Cubano de Geodesia y Cartografía y Centro de Estudios Martianos. La Habana. 1983.
Héctor Maseda Gutiérrez.
Uno de los 75 presos de conciencia del 2003. Agencia DECORO.
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