EDITORIAL 53: UN PAÍS DONDE LA PALABRA CONVIVENCIA ESTÁ CENSURADA

En el principio era la Palabra…” (Jn 1,1). Así nos dice el inicio del Evangelio de San Juan. Recordamos también a nuestra poetisa mayor, Dulce María Loynaz, que esgrimía este versículo para expresar su opinión ante el viejo debate filosófico de qué era primero: la palabra o la acción. La palabra es expresión distintiva y exclusiva de la condición humana.
Cuando en un país hay palabras censuradas algo se lesiona en su humanidad. Cuando se ejecutan palabras en un Index medieval en pleno siglo XXI, algo anda muy mal en ese país.
Hace unas semanas, el diario digital 14ymedio investigó y denunció una lista de palabras y nombres propios que estaban censurados por ETECSA, presentando inmediatamente la denuncia ante esa empresa y ante el Ministerio de Comunicaciones.
Han sido censuradas palabras como convivencia, democracia, derechos humanos… nombres de grupos de la sociedad civil como 14ymedio, Unpacu, Somos +, Damas de Blanco… y nombres propios como José Daniel Ferrer, Yoani Sánchez, Berta Soler, y muchos más en las tres categorías: palabras, nombres de grupos y nombres propios.
¿Cómo será el presente y el futuro de un país donde se censura la palabra convivencia? ¿Qué señal se envía al mundo cuando se bloquea la palabra democracia, o se sataniza la frase derechos humanos? Prohibir palabras y hacer de ellas bloqueadoras de la comunicación es un crimen no solo contra los derechos humanos, sino contra la esencia de la humanidad.
El uso de estas palabras bloquea el mensaje de texto, SMS, que se envía desde su teléfono celular y sin embargo, es cobrado aunque nunca llega. Podríamos detenernos en el fraude delictivo que constituye cobrar un servicio que no se presta, o en la debida indemnización que debe pagar la empresa a los usuarios por los miles de mensajes bloqueados y cobrados. Pero de eso ya han hablado otros muchos medios de prensa independientes y agencias internacionales de noticias.
Preferimos avanzar, con todo respeto, al fondo del problema que, por cierto, no es nada nuevo. La censura es vieja desde las coletillas de la prensa escrita de los años 60 y venía del antiguo régimen. Ha pasado por quinquenios grises y decenios prohibitivos, ha mutilado a la literatura, a las artes, a la Internet, al teatro, al cine… pero a medida que avanza el siglo XXI y el mundo cambia a nuestro alrededor, se hace casi alucinante que alguna autoridad dedique talento humano, recursos, software y tiempo para confeccionar un listado de palabras, nombres propios y nombres de grupos, semejante al Índice de libros prohibidos en plena Edad Media. Pasar de la censura a las personas, hechos y obras discrepantes, al bloqueo de palabras sueltas demonizadas sin relación con nada, sin tener en cuenta texto ni contexto, es ya la fuerza de la sinrazón, el elogio de la locura.
La gravedad mayor es convertir las palabras, que son vehículos de comunicación y humanización, en muros de la mudez y herramientas de la deshumanización. Sí, porque reprobar palabras que expresan conceptos antropológicos y aún peor, bloquear los nombres propios de ciudadanos cubanos, son acciones despersonalizadoras que niegan todo principio humanizador y progresista.
Pero tenemos la serena convicción de que estos rezagos del pasado inquisitorial y medieval están condenados al fracaso, no tienen ni presente ni futuro. Son estertores de oscuras fuerzas reaccionarias a las que no le quedan más recursos ni razones que censurar palabras sin contexto, invisibilizar nombres de sus propios ciudadanos, bloquear las comunicaciones y lesionar gravemente la condición humanista, franca, abierta al debate y dialogante, que nos han legado los padres fundadores de la nación cubana desde Varela y Martí, las que forman y formarán parte inalienable de nuestra identidad y de nuestra cultura. La mano inquisidora ha suplantado a la “mano franca” del poema martiano.
Ninguna decisión como esta, ninguna prohibición absurda y decadente, podrá con el libérrimo espíritu humano, ni con la soberanía ciudadana, ni con la libertad del verbo, ni con la libre circulación de las comunicaciones y la información… sencillamente porque estas cualidades estructurales no son solo derechos humanos, ni son solo conquistas de la civilización contemporánea. Son todo eso y todavía más que eso: constituyen parte de la condición humana.
Confiamos en que este lamentable error que lesiona, sutil pero gravemente, la dignidad y la condición humana, sea rápidamente corregido, y Cuba pueda volver a ser fiel y coherente con la tradición humanista, progresista y liberadora que la ha identificado desde sus más puras y francas raíces fundacionales.
Y si “al principio era la Palabra” …el presente y el final serán definitivamente de la palabra.
 
Pinar del Río, 8 de septiembre de 2016.
Fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre, en el centenario de su proclamación como Madre y Patrona de todos los cubanos.
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