Ordalías

 

Por Jorge Enrique Rodríguez Camejo
 
 
 
 
 
ORDALÍAS I
 
 
A mi padre; por todas las razones posibles
 
 
Me prometieron crisantemos y lirios
 
no logro percibir la suspicacia en esta simulación;
 
solo recuerdo al insalvable perro de Encina
 
próximo a dentellar la mano que le da sentido.

 


 

 
Por Jorge Enrique Rodríguez Camejo
 
 
“Las extrañas divagaciones de Utopito” de la serie Utopías y Disidencias. 100 x 70 cm. Mixta/cartulina. 2014.
 
ORDALÍAS I
 
A mi padre; por todas las razones posibles
 
Me prometieron crisantemos y lirios
no logro percibir la suspicacia en esta simulación;
solo recuerdo al insalvable perro de Encina
próximo a dentellar la mano que le da sentido.
 
(Apenas me sirven esas calles / pálido tributo que embestido de silencio
impongo a mi hijo para librarlo de aquellos sustos donde aprendí
que la muerte más sana es rehusar al evangelio de las armaduras).
 
He sido padre a regañadientes / temeroso de mis propias revueltas
para no ser temeroso de Dios / ni calcinar la orilla que me despide
con la misma devoción de una virgen cuando da su consentimiento.
Pero las promesas suelen devolvernos el miedo / ebriedad de aferrarse
y en ese hijo descubro el sentido / el perdón negado tres veces
sabiduría de abrirse a la coartada de nuestros cuervos.
 
(Apenas me alcanza esta tierra / rabia terrible que impongo a despecho
en urdimbres de crisantemos y lirios que develan la vanidad del trueque;
y no logro intuir la suspicacia que esta simulación reclama de mí;
solo recuerdo el ladrido previo a la mordedura).
 
 
ORDALÍAS III
 
Mírame,                                                                                                                                
ya sabes que nunca seremos elegidos para pactar el séptimo sello                                                                                                                            
y ningún puente o canción guardará este nombre que ni el tiempo pronuncia.
 
Mejor brindemos por la duda que nos embosca entre las piernas y el rompiente                                                                                                                                
donde amanece esa extraña oración a la izquierda del beso.                  
Mejor brindemos por el pez que agoniza:                                              
aquel que ungieron centinela de esta ciudad y la memoria.                                      
Después nos quedarán todas las calles y los disfraces,                                                                        
a quienes culpar en la demora,                                                                                                
a quienes ofrecer otro orgasmo como recurso
ante el desarme de mendigos y poetas.                                                
 
Mírame… ya sabes…                                                                                                              
pero si vas a pulsar el arco que sea de una vez y por todas
porque no siempre tendré el coraje de pedírtelo.
 
 
ORDALÍAS IV
 
¿Por qué acuden a mí si nunca supe caminar sobre las aguas?
Yo anduve entre ustedes
con el mismo pretexto para comerciar temores tras la mampara.
 
La misma locura de entregarnos al escarceo y al circo
también dejaría holladuras,
el esbozo sobre aquella sílaba escarlata
que derriba pájaros y catedrales.
 
¿A qué tanta fe por este peatón que habita en sobredosis?
Solo me distingue la ausencia de maquillaje,
un olivo incendiado… un pedestal a nombre de mi madre
y aquel mendigo que pagaba nuestras funciones con monedas de plata
mientras el círculo erigía su acto de amor homicida.
 
¿Cómo podría dividir esta ciudad, con cuáles artificios y percepciones?
Mi hijo es la reincidencia,
destinado a ser menos leal al vino de sus antiguos.
Partirá hacia otras maneras de abrazar el pan, de transitar los alcoholes y el regreso.
 
¿A qué tanto escándalo?
Yo también anduve entre ustedes.
 
 
ORDALÍAS V
 
A Javier Gamboa Simón, por el acto de fe que todavía nos salva.
 
No cometas preguntas impertinentes
soy un simple peatón contra el mal presagio,
sin otra usura que apostar la cuerda floja, la geografía del noctívago
y esa terrible desnudez que nunca supimos nombrar en cautiverio.
(Ah, la duda y el esplendor de sus feligreses como señal y veredicto).
 
Sería incierta la semejanza de Bukowski
y aquel adolescente que oxida entre sus manos la memoria del pez
ajeno al rigor del patriarca
a nuestra madre en su luna inconclusa abriéndonos al discurso erigido entre sus senos.
 
No conserves alianza alguna en esta ausencia reservada de antemano
toda puerta compromete la última tentación y a su animal inclemencia.
 
Bastaría un suicida para intuir que algo se apaga
pero contener la ciudad duele tanto como despedirla
sin otro seudónimo en aquel acto de fe involuntario
más allá del equilibrio y el evangelio de las armaduras.
(Ah, la rabia y el privilegio de sus comensales como advertencia y testamento).
 
 
ORDALÍAS XIII
 
A Eduard Encina, porque tal vez todo no sea más que un señuelo.  
 
El abrigo del mendigo
es la única certitud
que esta ciudad ofrece a sus comensales.
 
(El poeta es simulación
donde la puta amortigua sus rodillas
y Dios
preside un abalorio de nostalgias).
 
Nuestro hijo deshoja esas catedrales de polvo,
pero no traficará sus miserias,
ni ostentará dolor como herencia o candelabro
cuando mamá cierre los senos y la fe.
 
Qué importa si es rabia
-palabra que arde
y su ceniza trasmutas en ebriedad.
(No habrá quien suponga los salmos
o dilapide memoriales
para sabernos mejores en esta jauría contra sí misma).
 
Qué importan los alcoholes invertidos, Eduard,
si el suicida aboca la palabra
y no emigra
-y permanece.
Sabe de estos arroyos que no calmarán sed alguna,
de la traición y el orgasmo
que una niña aprende a tejer,
del grito breve  
justo para no olvidar que toda sentencia
es vanidad y pretensión.
 
La emboscada del mendigo
es la única certeza
que estos portales ofrecen como garantía.
 
Jorge Enrique Rodríguez Camejo (La Habana, 1973).
Escritor, Promotor Cultural e Instructor de Teatro.
Fue director de la revista digital Esquife y de la revista de rap Movimiento. Ha publicado el cuaderno de poesía “Límites” por la editorial Extramuros 2008. Autor de la obra de teatro “Geni,
la última tentación de los dioses: canción para Teatro de Papel”, adaptación del tema musical “Geni y el zepelín” del cantautor brasileño Chico Buarque, estrenada por el grupo “Badulake Teatro” (México) en el Encuentro Internacional de Teatro de Papel (Francia 2009) y en el Encuentro Internacional de Títeres (Matanzas 2013).
Publica con frecuencia ensayos, reseñas y críticas, en diversas revistas y espacios digitales de Cuba y el extranjero.
Premio Nacional “Palma Digital 2010”.
Actualmente trabaja como periodista de la Asociación Diario de Cuba (www.diariodecuba.com), y es asesor literario de la compañía “Teatro Cimarrón”.
 
 
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