Jueves de Yoandy
El mes de octubre está cargado de fechas importantes para Cuba e Iberoamérica. El 10 de octubre inician las luchas por la independencia de Cuba en el ingenio La Demajagua, el 12 de octubre celebramos el descubrimiento de América y día de la hispanidad y el 15 de octubre es la fiesta de Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia. El 20 de octubre es el Día de la Cultura cubana y el 27 de octubre se conmemora el descubrimiento de Cuba. Todas ellas están relacionadas con la formación de la nación y cultura cubanas.
Este es un tema polémico, traspasado por dardos ideológicos. Sin embargo, hay dimensiones en las que podemos reencontrar nuestra identidad y nuestro futuro. Esas dimensiones pudieran ser: la historia, la cultura, la religión, las lenguas y el tipo de civilización.
En primer lugar, nos une la historia. Negar o manipular los acontecimientos históricos para sustituirlos o interpretarlos por ideologías, o sustituir a la historia por relatos míticos nos dejan sin raíces y sin cimientos.
En segundo lugar, otra dimensión que nos une y debemos celebrar es la cultura occidental que marca el estilo de vida y la forma de relacionarnos. Sobre los cimientos históricos se desarrolla el edificio de los valores, de la convivencia, de las tradiciones, del Derecho, de las costumbres, de la educación, que compartimos en la cultura occidental que tiene entre sus matrices originarias: la tradición democrática griega, el derecho romano y la religión cristiana con la teología más elaborada de todas las religiones, y con la síntesis inigualable entre fe y razón.
Precisamente, el tercer componente que nos une es la religión cristiana, especialmente, la Iglesia Católica. En efecto, la expresión más estructurada y coherente de la espiritualidad en el occidente es el cristianismo. Nuestros pueblos, nuestra historia y nuestra cultura no serían lo mismo si quitáramos los aportes del cristianismo tanto católico como protestante. Nuestras naciones se hubieran asfixiado con los avatares de la historia, con sus luces y sus terribles sombras, si no cultivaran su dimensión trascendente.
El uso de la lengua castellana o portuguesa es otro elemento unificado que nos permite comunicarnos y compartir las dimensiones anteriores. La semiótica es vehículo esencial de la historia, la cultura y la religión: «Al principio era la Palabra». Y sin la palabra es imposible ser humano, vivir en sociedad y desarrollar nuestra civilización.
Todo lo anterior conforma lo que llamamos la civilización occidental. Todo esto es y debe ser motivo de celebración, conservación y cultivo.
El mes de octubre es ocasión para meditar sobre estos elementos y para fomentar estos fundamentos de la fraterna convivencia de nuestros pueblos iberoamericanos.
En los discursos conmemorativos por el 10 de octubre, José Martí, el Apóstol de la independencia de Cuba, con el didactismo y la oratoria que le caracterizan, presenta el pasado como elemento aglutinador para proyectarse hacia un futuro que él vislumbra luminoso y que preparó desde el exilio a través de la sensibilización de los cubanos de la Isla y los emigrados. Martí también creía, y de él recibimos la herencia de una sola Cuba: Isla y Diáspora. La historia siempre es, y será, eterna fuente de sabiduría.
El último discurso conmemorativo por el 10 de octubre pronunciado por José Martí en 1891, por su contundencia, deviene convocatoria y programa para las etapas venideras en el plano personal y nacional: la fundación del Partido Revolucionario Cubano, el Manifiesto de Montecristi y el reinicio de las luchas el 24 de febrero de 1895. En las circunstancias actuales el pensamiento martiano, a propósito de la efeméride, sigue teniendo un carácter programático:
¿Para qué somos hombres, sino para mirar cara a cara a la verdad? ¡Dése lo justo, y no se nos pedirá lo injusto! El que a ser hombre tenga miedo, póngase de alquiler… (José Martí, Obras Completas, Tomo 4).
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Doctor en Humanidades por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, España.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Licenciado en Microbiología.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

