Norberto P. Carmona: el arte como respiración, el trazo como haiku

Algunos dibujos del artista utilizando la técnica de sumi-e, que en ocasiones los ha usado para ilustrar sus haikus.

Hay artistas que no solo producen imágenes: producen atmósferas. Norberto es uno de ellos. Su obra, que nació en los pasillos de San Alejandro y creció en los márgenes inquietos del arte habanero, no se limita a ser vista. Se escucha como un susurro, se recorre como un sendero, se respira.

Nos conocimos en La Habana, cuando el arte conceptual se debatía con ardor en pequeños círculos alternativos, y él ya pensaba el arte desde otro lugar. Recuerdo, con particular viveza, la exposición colectiva Príapo que organizó en el Centro Experimental de las Artes Visuales. Aquella modesta muestra desafiaba los límites entre lo íntimo, lo político y lo simbólico, y para mí fue una provocación lúcida en un entorno donde la censura solía vestirse de indiferencia. Norberto sabía que el arte debía ser cuerpo, deseo, y al mismo tiempo, transparencia.

Durante esos años compartimos conversaciones interminables sobre el arte como proceso, como idea, como gesto. Fue en una de esas charlas donde me habló por primera vez de un concepto que con el tiempo se convertiría en obra: Todo lo sólido se desvanece en el aire. Aún no tenía forma concreta, pero ya se le notaban las alas. Más que una instalación, era una intuición poética: una manera de decir que el tiempo y la materia están en constante fuga, y que lo esencial a veces se revela en lo que se pierde.

Su formación rigurosa en grabado, junto a su sed de experimentación, le permitió moverse con soltura entre soportes. Desde el muralismo comunitario hasta la videoinstalación, desde la escultura efímera hasta el dibujo más íntimo, Carmona ha transitado por lenguajes múltiples sin perder coherencia ni hondura. La beca Antonia Eiriz en 2010 no fue un accidente: era el reconocimiento a una voz que venía construyéndose con paciencia y coraje.

Hoy, desde España, su arte ha encontrado nuevas texturas y climas, pero no ha perdido su brújula. Me emociona profundamente ver cómo, a pesar de la distancia, sigue tendiendo puentes hacia nuestra isla. Hay guiños a Martí, al paisaje, a la flora cubana, a esa luz que sólo los que nacimos allí sabemos identificar. Y esos guiños no son nostalgia ni ornamento: son gestos de afecto, de resistencia. Como abrazos visuales a una Cuba que aún vive en él, y en todos nosotros.

Sus exposiciones recientes en Huesca, en universidades estadounidenses o en ferias de arte callejero muestran que su lenguaje ha madurado sin ceder a lo decorativo ni al cinismo. Lo que produce Norberto sigue teniendo esa cualidad escasa: la honestidad del que crea porque no puede no hacerlo. Como un haiku que llega sin avisar y nos deja suspendidos entre una imagen y un silencio.

Pero hay también una dimensión pedagógica en su obra, visible no solo en su paso como profesor por diferentes instituciones en Cuba, sino en su forma de componer. Cada pieza parece querer enseñarnos algo sin imponérnoslo. Nos invita a mirar con más atención, a caminar más lento, a dejar que el mundo nos toque por dentro. Hay en él una espiritualidad laica, influenciada por el zen, por la pintura japonesa tradicional, por esa economía del gesto que dice más que mil discursos.

En sus creaciones hay trazo, pero también pausa. Materia, pero también vacío. Hay ciudad, pero también naturaleza. Como si el artista hubiera comprendido que lo uno no excluye lo otro, que el árbol y la piedra tienen tanto que decirnos como las ruinas del discurso humano. Esa comprensión, que no se enseña en academias, es la que convierte a Carmona no solo en un artista, sino en un contemplador del mundo.

Celebrar su presencia hoy en Revista Convivencia es también celebrar el arte como diálogo entre orillas. Su obra es testimonio de un viaje que comenzó en los corredores del Museo Nacional de Bellas Artes y que hoy continúa, con humildad y lucidez, desde tierras lejanas pero no ajenas. Porque donde haya un trazo suyo, Cuba también estará presente. Y con ella, el aire, el agua, el instante.


  • Isbel Díaz Torres (Pinar del Río, 1976)
  • Escritor y Biólogo (Universidad de La Habana 2000).
  • En Cuba se desempeñó como investigador en el Instituto de Sanidad Vegetal y fue fundador y di-
  • rector de la organización ambientalista independiente El Guardabosques.
  • Actualmente dirige Canal Guardabosques desde Florida, una plataforma dedicada a la divulga-
  • ción ecológica y la promoción de una conciencia ambiental crítica.
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