Música – El Madrugador. Una gloria de La Palma y de Cuba

Por Belisario Carlos Pi Lago
Nacía el siglo XX. Leonardo Wood nos retenía la libertad para enseñarnos a ser libres. La Palma era apenas un caserío maltratado durante tres años de guerra por las tropas españolas, por los patriotas cubanos y por bandoleros de ambas partes. El villorrio ni siquiera imaginaba las bendiciones de Thomas Alba y del dúo Westinghouse-Steinmetz ni la magia de los hermanos Lumiére. Cualquier personaje que llegara con el fango del camino en las botas, alcanzaba notoriedad inmediata por obra y gracia de lenguas sin nada que hacer. Así llegó el Chino Cascabel con sus malabares ambulantes. Su nombre era Faustino Rivera, veterano de la gesta libertadora que se ganaba la vida bajo la carpa de un circo, porque, con seguridad, no tocó mucho de aquella suma gestionada en Washington por los últimos latidos de Calixto García.
El Chino dejó su semilla en el vientre de una palmera, Juana Sánchez, y José Ramón vio la luz el 1 de octubre de 1902 (en el Diccionario de la Música Cubana, de Helio Orovio aparece el 9 de diciembre, error que también perduró entre investigadores de La Palma durante muchos años). Su infancia transcurrió como la de otro niño cualquiera, pobre, por supuesto. Fue discípulo de Alberto Pérez Somoza, una especie de Mendive palmero que infundió patriotismo y buenas costumbres a varias generaciones. Después Juana se casó con Pedro González (Perico Vendaño) y tuvo otros hijos: César, Inocencio, Ricardo (Cosita), Carlos (Yancho), Catalina, María Esperanza y Chacho. Todos los hermanos se firman Sánchez Palacios, es decir, los apellidos de la madre. Nuestro biografiado también lo hizo, a pesar de estar inscrito en el Registro Civil de La Palma, Tomo 7, folio 476, como José Ramón Rivera Sánchez. El asentamiento se llevó a cabo por el propio padre el 7 de Noviembre de 1902, es decir, 37 días después de su nacimiento. A todas luces, el hecho de que siempre haya preferido usar los apellidos de la madre resulta un detalle curioso, sin embargo, es preferible no especular sobre aspectos que no estamos en condiciones de demostrar.
El marco de La Palma le quedó estrecho desde sus primeros años. Él no nació para anonimatos. Adolescente aún salió con el jolongo a cuestas en busca del mundo y sus pasos lo llevaron lejos. Comenzó por los centrales azucareros de la costa norte pinareña, pero enseguida se enroló en una tripulación, levó anclas océano afuera y terminó la aventura con un lustro de residencia en los Estados Unidos de América.
De la cultura afronorteamericana heredó su inglés de impecable acento sureño, y una temprana influencia del jazz y los blues que, de una forma u otra nunca deja de manifestarse en sus creaciones posteriores. No existen datos disponibles en cuanto a fechas exactas de esta peregrinación por tierras de Norte América; tampoco del regreso ni de sus causas.
La década de los veinte explota con su amalgama de crisis, Alfredo Zayas, recuperación, Machadato y Carretera Central. El país hace cabriolas en un cachumbambé y José Ramón va viviendo de lo que puede. De vez en cuando se aparece por La Palma y da funciones por el veguerío, en casas de tabaco alumbradas con mechones de tea. Ya es un guitarrista de talla y canta sus propias composiciones y arreglos, pero también hace de payaso y prestidigitador. A La Palma de entonces se llegaba a pie o en mulo. El enlace con la Capital y otras zonas de la costa norte, era el Embarcadero de Río Blanco, punto de cabotaje de la Empresa de Vapores de Occidente, fundada por Don Antolín del Collado. Esta línea fue perdiendo importancia y el embarcadero quedó al fin como el muelle de las goletas que transportaban el azúcar del Central Niágara, posteriormente Manuel Sanguily, hoy desaparecido. Mi padre le consiguió una guitarra prestada. Él le dejó un viejo revólver como garantía que nunca vino a recoger. “Coco, la vendí en Guanajay para echarle algo a las tripas”, y los dos reían a reventar unos cincuenta años después.
La radio le abre nuevos horizontes. Se va introduciendo poco a poco y ya en los cuarenta es una figura de relieve nacional. “El Madrugador”, programa campesino que sale al aire por las ondas de RHC Cadena Azul, lo lleva a la cúspide. El tema del mismo nombre y de su propia inspiración fue más tarde un hit en la voz de Orlando Vallejo con la orquesta de Fajardo y sus Estrellas. Orlando Contreras, Elena Burke, Abelardo Barroso y muchas voces del momento también llevaron al acetato ésta y otras de sus creaciones.
“Yo lo fui a ver con mi mamá al teatro-estudio de la 1010; en cuanto nos vio se metió en el público a saludarnos”, recuerda Ángel Calzada, profesor palmero emparentado con otra gloria de Pinar del Río, el bahiahondés Rafael López, autor de La Sitiera, y otras piezas de valor antológico. “Nos dijo que estaba apurado, porque tenía cita con la señora Flor Ángel Cañizo, esposa de Amado Trinidad, el dueño de RHC. Parece que estaban ultimando los detalles para lanzar al aire el ya mencionado programa matutino.
La 1010, órgano del Partido Socialista Popular (PSP), fue con sus ondas un capítulo de oportunidades para muchas figuras que luchaban por darse a conocer. Es pertinente consignar que los comunistas de aquellos años tenían magníficas relaciones con otros partidos, fundamentalmente con el Ortodoxo y el Auténtico. Eran frecuentes los pactos y las coaliciones de izquierda, como aquella que presentó la candidatura de Juan Marinello en las elecciones de 1948. Transcurría la época de los gobiernos justicialistas. Algunos líderes de esta corriente fueron pro marxistas, tal es el caso de Lázaro Cárdenas en Méjico y de Jacobo Árbenz en Guatemala. Juan Domingo Perón en la Argentina fue de una izquierda menos radical. Fulgencio Batista se balancea. La aguja de su dirección política se mueve como la brújula en pleno Ecuador. Unas veces apoya a los comunistas, otras los persigue. Unas veces frente al Gobierno, otras como poder detrás del trono. José Ramón Sánchez ya está en la cúspide de su popularidad. Hace comerciales: la Pasta Gravi, “consuma esto o lo otro” y entra también en los juegos de la política.
No fue precisamente un politiquero, pero tuvo estrechos vínculos con el hombre del Cuatro de Septiembre y del Diez de Marzo. Después del 59 vinieron los años de ostracismo. Silencio total interrumpido a veces por la curiosidad de un diario o por la cámara de Santiago Álvarez para los noticieros ICAIC.
Se casó en dos oportunidades. Primero con Ada Flores, de la Habana y, después con Ignacia Silverio, de La Palma. Tuvo tres hijos, Darío, Orlando y un tercero cuyo nombre nadie recuerda por aquí. Tampoco se puede precisar a cuál de sus esposas pertenece cada uno.
Ya no es el buscavidas que viene a La Palma a ganarse unos centavos dando funciones por el veguerío, pero no pierde ocasión de traer al terruño lo mejor del ámbito nacional. Por los años cincuenta actuó en el Cine Moderno, un salón de escogida de tabaco en funciones de sala de cine, propiedad del señor Pedro Ross. En esta oportunidad lo acompañaron sus amigos Violeta Borrego y el dúo integrado por Reutilio y Celina González.
Acompañado de estos mismos amigos, amenizó una verbena pública de aquellas que se celebraban en la calle Martí. Todavía algunos lo recuerdan entonando una tonada espirituana con el estribillo:
Avemaría, avemaría, qué muchacho.
Avemaría, avemaría, qué muchacho.
Lo mandé a ordeñar la chiva
Y me ordeñó el chivo macho.
José Ramón Sánchez es ante todo conocido como creador e intérprete de la música campesina, pero resulta injusto, o al menos incompleto, reducirlo a este espacio. Su producción incluye boleros, guarachas, sones, tangos, jazz valses y guajiras criollas. Una lluvia de níqueles caía a diario en las panzas de las vitrolas en busca de Sepárala también, La Lluvia, El Kilimanjaro, Noche serena, y El mar y tú.
En la obra poética de José Ramón, en su mayor parte inédita, y lamentablemente perdida, predominan el octosílabo y la décima bucólica de insistente sabor cucalambeano. Raras veces faltan la sierra, el arroyo y la flora y fauna típicas del paisaje pinareño, pero tampoco las curvilíneas caderas de una mulata o “los lindos pies de una americanita”..
Quien escribe estas líneas lo conoció por la década de los setenta, ya en sus últimos años. Siempre con la guitarra al hombro, aprovechaba cualquier “a propósito” para regalarnos una tonada, un bolero o una guaracha de su creación. Apenas le quedaba voz, pero mantenía el ritmo y melodía impecables de “ayeres mejores”. Los dedos aún se deslizaban por las cuerdas sin merma de destreza. Mi madre, al igual que otros amigos, siempre le daba su botellita de manteca o algún otro tentempié, como se dice por aquí. Los tiempos no eran nada fáciles, y la verdad es que él no la estaba pasando “ni regular”, para decirlo con sus propias palabras. “Tenía mucho dinero fuera de Cuba, acumulado por derechos de autor, pero nunca pudo cobrar un centavo de ese capital”, refiere Jesús María Sánchez, su sobrino.
A mediados de los setenta la diabetes le arrebató sus piernas. Todavía vino una vez más a La Palma y en la silla de ruedas nos cantó a mi padre y a mí “Soy cubano”, mucho antes de que la voz de Omara Portuondo la lanzara al aire. El semblante jovial y la alegría de las cuerdas contrastaban más que nunca con los achaques de la voz. Lo escuchamos de pie, allí mismo, en el portal de su hermana Esperanza. Fue la última vez que lo vi.
En la poesía de José Ramón resaltaban a la par el amor a Cuba y la fe cristiana:
Pobre de mí si no fuera
el consuelo y la esperanza,
todo en la vida lo alcanza
quien confiado en Dios espera.
Y en otra cuarteta:
Por eso quiero dejar,
antes de cambiar de plano,
mi sentimiento cristiano.
expresado en un cantar.
Hijo soy de agricultor,
entre praderas criado,
pero aunque vivo olvidado,
careciendo de importancia,
no cambio mi linda estancia
por un palacio encantado.
A Cuba
Para cantarle a esta tierra
hermosa de promisión
pondré toda la emoción
que el alma de un hombre encierra.
nacido en la abrupta sierra,
rincón agreste de amores,
entre los agricultores,
otra cosa no aprendí
que amar como amó Martí
el suelo de los mayores.
A veces intercambiaba chispazos octosílabos con Manolo León, poeta contemporáneo de La Palma que, merecedor de mejor destino, murió inédito. Manolo no cantaba, pero era un verdadero maestro de la décima jocosa y las disparaba “a boca de jarro”. José Ramón le cuqueaba la lengua y los dos “echaban por sus bocas flores”.
Algunos le llamaron “Rey de Reyes” y “Príncipe de la Poesía Cubana”, pero ninguno de estos nombres tuvo el arraigo de “El Madrugador”. Así se le conoce en Cuba desde aquel programa radial de alborada campesina. En La Palma para muchos que aún lo recuerdan sigue siendo El Chino.
José Ramón Sánchez vivió sus últimos años en la Casa-Museo de El Cucalambé, en Las Tunas. Murió en La Habana el 27 de Febrero de 1977. Sus restos fueron sepultados en la Necrópolis de Colón, todo esto según su hermana Esperanza (Chiqui), hoy residente en la Isla de Pinos. “Él estuvo ingresado en Santiago de Cuba, pero en cuanto mejoró vino para La Habana y enseguida murió”. Agrega Esperanza. “Su esposa se casó en segunda nupcias y no hemos vuelto a saber de ella”, termina.
A principios de los ochenta, la Casa de la Cultura de La Palma inició gestiones para adoptar el nombre de José Ramón Sánchez. Muchos se opusieron alegando sus nexos de antaño con partidos y figuras políticas relacionadas con el viejo sistema, pero los entusiastas de la idea finalmente triunfaron. Después se instituyó la Semana de la Cultura Palmera, que hasta 1992 se celebró en fecha equivocada por el error ya mencionado en cuanto al día y el mes exactos de su nacimiento. Durante estas celebraciones se desarrollan distintas actividades culturales y literarias en honor del compositor e intérprete palmero. Es evidente que se omiten detalles que dan al traste con la política del momento, pero, sin dudas, se divulga lo esencial de su vida y obra. De todas maneras las omisiones, no importa si intencionadas, por simple inercia, o, si por eso de que “en boca cerrada no entran moscas” son preferibles al olvido total. Sí, porque es lamentable abrir un diccionario de la música cubana y descubrir que faltan figuras como Celia Cruz, Orlando Vallejo, Orlando Contreras, Ñico Membiela, Domingo Lugo y Dany Puga, sólo porque sus existencias molestan o porque no se les puede explicar de acuerdo a ciertos cánones o medidas (Domingo Lugo, devaluado técnicamente junto a Dany Puga y otros cantantes a finales de los sesenta, pasó algunos años fuera del santoral y a mediados de los setenta salió de la cuarta dimensión por el escenario del Cabaret Rumayor gracias al esfuerzo de Jaime Admirall Suárez, poco después, Radio Guamá nos dejó escuchar de nuevo Lamparita de noche, Varilla de estaño y otros clásicos de esa voz originalísima). ¿Cómo se puede hablar de música cubana sin Olga Guillot, Blanca Rosa Gil, Rolando Laserie, Luisa María Well, y Meme Solís? Y la lista de desaparecidos sigue en aumento cada vez que un avión regresa con asientos vacíos: Arturo Sandoval, Paquito de Rivera, Maggie Carlés, Ania Linares, Albita Rodríguez, y ya, porque necesitaría un anexo. Pero… ¿Y Gloria Stephan? ¿Y Willie Chirino? ¿Y Roberto Torres? ¿Y John Secada? ¿Qué son, turcos o neozelandeses? No, por Dios, la nacionalidad no es un derecho que concedemos Tú o yo por simpatías o afinidades. Bueno, gracias a la Providencia, José Ramón Sánchez, quien nos ocupa por el momento, sí existió. Es bastante. No importa que cada cual lo hale un poquito para su lado. A Martí todos lo reclaman de su parte o le interpretan frases aisladas a favor o en contra de las ideas más diversas. Hasta el mismo Jesús de Nazaret, a pesar de lo clara que aparece su doctrina en los Evangelios, no ha podido evitar que unos lo llamen el primer demócrata y otros el primer comunista. No caben dudas, el que todos quieren es de los buenos. Y si para todos sirve, pues debe ser que nunca discriminó ni rechazó. Cada cual ve con sus cristales y ajustar un hombre o un hecho al criterio propio, a veces es instintivo; lo que no me atrevo a imaginar es una Historia de Cuba sin Martí o un Nuevo Testamento sin Jesucristo. Así que, ¡enhorabuena! José Ramón Sánchez y la cultura palmera. Los puntos de vista son secundarios y la diversidad, legítima. El Madrugador pertenece a todos los cubanos.
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