MI última CARTA

El Padre Miguel animando actividades en la pequeña comunidad de Martínez. Foto cortesía de La Isleña.

“No se angustien ustedes. Crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir; si no fuera así yo no les hubiera dicho que voy a prepararles un lugar” (Jn 14,1-2).

En el tiempo que tú estás leyendo esta carta, yo estoy en mi lugar muy especial en el cielo. Con esta carta quiero dar gracias por mi vida tan rica: el tiempo con mi familia, los estudios, los seis años en el seminario, mis tres años como vicario, y después once años en Kenia. Entonces cuatro años en Alemania, en la parroquia de Bidingen, después ocho años en Venezuela, tres en Cuba y cuatro en Argentina. Al momento de escribirla, llevo un año y medio en Kaufbeuren, Alemania.

Doy gracias a Dios por todas las sorpresas en mi vida, la riqueza de mi ministerio sacerdotal y la experiencia tan positiva de las diferentes culturas. Doy gracias por todos los amigos que Dios ha puesto a mi lado, especialmente Claudia, Maribel, Michael, Mónika, Yesid y Rafael (que yo encontré ahora en el cielo).

Quiero dar gracias en un camino muy especial por nuestra comunidad en Munyu (Kenia) con Michael Mwangi, Chales Mbithi, Joel Mungai, Joseph Kavai, Joseph Kamande, George Njau, William Muraya, Boniface Kimani, John Githuka y los muchos que quedaron con nosotros. Fue un tiempo con tensiones y heridas, pero en el fondo fue un tiempo muy bendecido.

Doy gracias a todos mis compañeros en mi camino espiritual.

Pido el perdón a todos los que he tratado mal. Muchas veces yo quise que los demás hicieran lo que yo quería, y confieso que muchas veces no estuve abierto para los otros.

Gracias al Espíritu Santo que ha regalado a la Iglesia al Papa Francisco. Su camino de una Iglesia que sale afuera y trata de mirar a los ojos. También fue el camino que yo traté de seguir en mi trabajo pastoral. Gracias a todas las hermanas y todos los hermanos que me acompañaron en este camino, especialmente los hermanos de Jesús, Cáritas, el obispo Fernando Maletti, de Argentina, que fue un verdadero hermano, Cardenal Otunga, de Nairobi, Obispo Víctor José, de Augsburgo y mis primeros párrocos en Alemania.

El dolor más grande en mi vida fue mi salida forzada de Cuba. Mi amor a Cuba y especialmente a San Juan y Martínez me acompañó hasta el fin de mi vida. Yo creo que desde el cielo tengo otra vista de esta experiencia y también paz con el obispo Jorge Enrique Serpa. Doy gracias a Dios por los encuentros entre cristianos de Venezuela, Kenia y Alemania, donde he aprendido qué significa “católico”.

Gracias a todos y otra vez pido perdón a todos los que tuvieron problemas conmigo.

¡Hasta la otra vista en el cielo!
Jesús dice:
“Te pido que todos ellos estén unidos; como tú,

Padre, estás en mí y yo en ti” (Jn17,21).

Miguel

 

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