“Mentes volcánicas y voluntades anémicas”

La cultura cubana es, en esencia, abierta y acogedora. En ella se funde el Caribe, la matriz cristiana heredada de la metrópoli y la pluralidad que incluye la acogida constante, la apertura a lo nuevo y el intento de la libre expresión, aunque durante mucho tiempo haya sido coartado.

Consultando la obra del gran etnólogo cubano, Don Fernando Ortiz, nos encontramos con la descripción de otros rasgos distintivos. Es interesante cuando se refiere a Cuba como “país de mentes volcánicas y voluntades anémicas”. Una cualidad vivida a repetición. Muchas ideas sobre qué es lo que hay que hacer, agendas, tareas de choque, lineamientos. Luego, pocas voluntades para la ejecución, violación de términos y acuerdos, planes de cumplimiento eternos, pesimismo, poca entrega y desarraigo. Escuchamos, y hemos tenido experiencias de todo tipo en cuanto a esas mentes volcánicas se refiere. Ahora mismo es noticia que más de un centenar de cubanos protestaron en las afueras de las oficinas de la Organización de Naciones Unidas en Trinidad y Tobago por la demora en los trámites de asilo. Anteriormente, cuando las crisis de los migrantes en Centroamérica, vimos cómo grupos de cubanos exigieron derechos en un país extranjero. Muchos cubanos, que hemos optado por quedarnos en la Isla, nos preguntamos: ¿por qué exigir a gobiernos extranjeros? ¿Por qué no emplear los mismos métodos de lucha pacífica en el interior del país? ¿Por qué muchos cubanos que han emigrado, con todo derecho, a disimiles rincones del orbe, sienten más potestad desde fuera para exigir, y además, para decirnos lo que se debe hacer dentro, y para juzgar con bastantes frecuencia y estableciendo juicios severos?

Ante las preguntas anteriores me gustaría seguir citando a Don Fernando, porque nos da algunas claves para responder a esos por qué: “Por lo que perdemos siempre, por lo que hemos dado al traste con nuestras instituciones republicanas, porque nos faltaba disciplina y carecíamos de la energía constante, que es el secreto de todos los triunfos y de todos los éxitos. Los cubanos tenemos energías que nos pueden impulsar a empresas de sacrificios y heroicidades; pero, especialmente en los individuos, nuestras energías son intermitentes, lucen como los fuegos fatuos…” (Entre Cubanos, Psicología Tropical, p. 31).

Una cosa es el desinterés, otra la falta de constancia y otra el miedo y la ausencia de fuerza de voluntad. En la fraseología popular se escucha que “tenemos muy buen perfume, pero poco fijador”. Es así cuando algún proyecto que comienza pareciera resolver definitivamente el problema que se plantea, y luego en la marcha, si es que llega a materializarse, abandona sus líneas primigenias, se pliega a otros intereses, a veces foráneos, o se olvida de su objeto, de los protagonistas y de sus acciones de impacto social. Es cierto que las energías se agotan, el ethos de la persona se puede lesionar cuando ha vivido bajo un proyecto social que no le satisface; pero es loable ver cada día cómo se levanta aquel que, aún teniendo las mismas acuciantes situaciones, te regala una sonrisa, no se deja vencer, y como versa el tema de esta columna, nunca pierde la voluntad para hacer, crear y creer que nada puede hacerse realidad posible si no te lo propones.

Algunos consejos para dar el salto hacia esa participación en la toma de decisiones personales, comunitarias y sociales, podrían ser: el aumento de la constancia en lo que hacemos, la fe en que tiene valor mi aporte a la familia y a la sociedad donde vivo y la confianza en el trabajo, mientras tanto este recobre su valor real y el debido reconocimiento cívico.

Sin pesimismos, haciendo gala también de nuestra capacidad de emprender, levantarnos y recuperarnos, el propio etnólogo nos presenta sus consejos: “Comprendamos y practiquemos la disciplina, y sobre todo propongámonos individualmente realizar obras largas, que cuando cada cubano sepa realizar ideales que requieren gran suma de trabajos encadenados, ocultos, modestos y sanos, entonces sí que nuestra independencia tendrá por base nuestra propia constitución psicosocial.”

¡Fuerza y fe! ¡Ah, y constancia, voluntad, compromiso y entrega!

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).

Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

 

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